Latinoamérica y el Caribe atrapados en la dependencia
“La región se asumió como proveedora de materias primas para una industrialización que expresaba las aspiraciones universales de la dominación burguesa” sostiene el autor y analiza qué pasó con los proyectos alternativos al capitalismo que surgieron después.
La región latinoamericana y caribeña ingresó a la lógica capitalista de manera dependiente. La colonización española y portuguesa, junto al genocidio de los pueblos originarios; la inmigración masiva o la cacería humana en África para incorporar fuerza laboral al proceso productivo, crearon las condiciones para la inserción subordinada en la dinámica capitalista.
En esa dinámica y producto de una división internacional del trabajo, el papel de la región se asumió como proveedora de materias primas para una industrialización que expresaba las aspiraciones universales de la dominación burguesa.
Ese lugar en la producción mundial se reiterará con el paso de los siglos, más allá de un corto lapso de “industrialización sustitutiva de importaciones” gestado a la salida de la Segunda Guerra Mundial.
La CEPAL se constituyó como el colectivo profesional que sintetizó el proyecto de modelo productivo y de desarrollo en los 50/60 del Siglo XX. Al mismo tiempo surgieron corrientes de pensamiento crítico asentadas en la tradición de Carlos Marx, que intentaban sintetizar demandas de movimientos populares que proponían un rumbo alternativo al capitalismo, especialmente luego de 1959 con la revolución cubana.
De ese modo, podemos sintetizar los “proyectos” para los países en la región en una tríada: los tradicionales conservadores de subordinación al poder hegemónico del capital más concentrado; los que imaginaban una posibilidad de desarrollo capitalista autónomo, estimulando una burguesía local, “nacional”, que puede sintetizarse bajo el nombre “desarrollistas”, con un imaginario de proyecto propio más allá de los capitales más concentrados en el ámbito global; y los críticos, que desde Marx siguieron diversas trayectorias entre las cuales resaltan los teóricos marxistas de la dependencia y un conjunto de intelectuales que animaron la izquierda tradicional y la nueva izquierda de los últimos sesenta años.
José Carlos Mariátegui, sostuvo a fines de los 20 que la revolución socialista era el mito de la clase trabajadora para toda la región latinoamericana y caribeña"
En rigor, un proyecto alternativo al capitalismo existía con anterioridad y provino en la segunda década del siglo pasado desde Perú. En efecto, el amauta, José Carlos Mariátegui, sostuvo a fines de los 20 que la revolución socialista era el mito de la clase trabajadora para toda la región latinoamericana y caribeña. Era una tesis a contramano de la hegemonía “comunista” en ese tiempo dominado por la tercera internacional en tiempos del estalinismo. La propuesta por el socialismo se materializa como objetivo desde Cuba para todo el subcontinente, motivando la réplica sustentada desde EEUU con la Alianza para el Progreso para toda la región y el “embargo” que aún sobrevive en simultáneo con la experiencia cubana.
Industrialización subordinada y dependiente
La industrialización de la región no superó la dependencia, es más, la agigantó ante la necesidad de importar en bienes de capital, maquinarias, herramientas, tecnología e insumos estratégicos para la producción contemporánea.
La dependencia se agudizó con la hegemonía de las políticas de liberalización que atrajo el neoliberalismo de los 70/80 en los gobiernos de la región, más aún con el decálogo del Consenso de Washington en los 90 del Siglo XX.
El crecimiento económico de la región, importante con la industrialización, consolidó el orden capitalista, ampliando la esfera de la explotación y el saqueo, por ende, la inserción subordinada en la dinámica de producción y circulación de capitales en el ámbito global.
En ese sentido, la deuda pública ha sido un factor sustancial para la dependencia desde los orígenes de la generalización del modo de producción capitalista y acrecida en la parte final del siglo pasado, que retoma con fuerza en el presente según verificamos en los datos recogidos en los informes de los organismos internacionales, caso de dos documentos del FMI emitidos en octubre del 2024: “Informe del FMI: Recalibrar políticas y avanzar con reformas”, y en el “Informe sobre perspectivas de la economía mundial”.
La dependencia motivó ciclos de resistencia y confrontación muy importantes, habilitando experiencias que generaron expectativas de cambios políticos y económicos.
Remito a Chile a comienzos de los 70, en Centro América a fines de los 70 y durante los 80/90. Todas esas experiencias, incluida la cubana, fueron brutalmente boicoteadas por el poder imperial de EEUU, asociado a las clases dominantes locales. La intencionalidad era habilitar la posibilidad de restauración conservadora para profundizar la lógica dependiente del desarrollo local.
Nuevas experiencias contra la dependencia
La primera década del Siglo XXI es un tiempo de nuevas y masivas rebeliones que generaron expectivas esperanzadas de cambio en toda la región, con nuevas insistencias sobre la perspectiva anticapitalista y antiimperialista por el socialismo.
Proyectos para una integración no subordinada se constituyeron en agenda imprescindible, junto a propuestas por una nueva arquitectura financiera para la independencia productiva y un modelo de desarrollo asentado en la satisfacción de las necesidades populares. La obstrucción no se hizo esperar y aparecieron nuevas formas de golpes de Estado, que obstaculizaron dinámicas de cambio en Honduras, en Paraguay o en Brasil, como parte de una ofensiva política de las derechas ultra-liberales para retomar un rumbo de ofensiva por el libre comercio y el movimiento internacional de capitales.
El desafío histórico vuelve a presentarse, en la contradicción de un bloque social y político que lidera el proyecto de reafirmación de la dependencia, bajo condiciones de digitalización de la economía capitalista, de estímulo a innovaciones tecnológicas, caso de la inteligencia artificial o la robótica, profundizando la inserción subordinada y con ella la explotación y el saqueo, convocando a pensar y actuar en términos alternativos.
Un problema adicional es la renovada expectativa por un nuevo “desarrollismo”, acudiendo al imaginario de un despliegue del capitalismo sin subordinación a la lógica concentrada e imperialista del régimen del capital.
Un dato relevante es que el gobierno Milei pretende constituirse en vanguardia de la estrategia de restauración de la dominación capitalista, tal como lo destacan sus intervenciones en foros internacionales, recientemente en Montevideo en la cumbre del Mercosur en donde se suscribió la voluntad por un acuerdo de libre comercio con la Unión Europea.
La ilusión desarrollista sobrevive en los críticos de la ultra derecha, que al no proponer una lógica alternativa reiteran el imposible de una gestión “desarrollista”, más allá de que nombre le coloquen, en un imaginario de gobierno reformista del capitalismo, con potencial distribución del ingreso. Por eso, lo alternativo supone la propuesta por la independencia sobre la base de un modelo productivo y de desarrollo autónomo, en contra de la explotación y el saqueo, que privilegie la satisfacción de las necesidades sociales sobre bases políticas de ejercicio de la soberanía popular en contra de la dependencia y del régimen del capital.
La lógica capitalista reitera la trampa de la dependencia para la región, por lo que se requiere volver a instalar en la cabeza y el corazón de los pueblos la posibilidad de un orden anticapitalista, como hace más de un siglo lo vienen haciendo proyectos que, siendo abatidos, no fueron derrotados como posibilidad de encarnar un futuro no subordinado para nuestra América.
* Doctor en Ciencias Sociales de la UBA, República Argentina. Integra la Junta Directiva de la Sociedad Latinoamericana y caribeña de Economía Política y Pensamiento Crítico, SEPLA.
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