Las fake news de hoy y de la última dictadura militar
Aunque las redes sociales las potenciaron, las noticias falsas existen en Argentina, por lo menos, desde la década del ’70. El autor revela cómo en los sótanos de la ESMA, obligaron a su madre secuestrada a prestarse a una entrevista ficticia para negar frente a una cámara el trabajo sucio de los militares.
Las fake news tomaron una dimensión inesperada con la irrupción de las redes sociales, pero no son un invento nuevo. Existieron siempre. Cuando la sufrí en carne propia les decía operación de prensa. Eran otros tiempos, pero los objetivos eran los mismos: desorientar, falsear la realidad y generar sentimientos negativos.
Eso fue lo que tramaron en los sótanos de la ESMA, donde tenían secuestrada a mi madre, Thelma Jara de Cabezas. Necesitaban montar una noticia que negara la realidad: había desapariciones, torturas y ejecuciones sumarias de cualquier opositor a la dictadura porque tenían que aplicar un plan de destrucción económica. Mi madre fue una pieza clave.
Un día, tres militares la subieron a un auto y la sacaron por un rato de allí. Le compraron ropa y la llevaron a una peluquería, donde fue peinada y maquillada. Poco después, la sentaron delante de un periodista y de un fotógrafo que trabajaban para una revista dedicada a la mujer que salía todas las semanas. Una de las más importantes de la época.
Le hicieron una “entrevista” bajo la estricta vigilancia de los secuestradores. Así fue como mi madre se convirtió en tapa de Para Ti: “Habla la madre de un subversivo muerto”.
Lo que no decía esa nota es que a ella le habían dado un recreo en el infierno para convertirla en el rostro de una fake news destinada a modelar esa farsa de “blanqueamiento”, que se volvió icónica. Lo grotesco de ese montaje permitió mostrar una serie de relaciones políticas y, seguramente comerciales, entre algunos medios de comunicación como la Editorial Atlántida y la conducción de la represión y el saqueo que realizaron entre 1976 y 1983.
La historia cruel de mi madre con la ESMA había empezado cuando secuestraron a mi hermano menor, el 10 de mayo de 1976. Gustavo tenía 17 años y militaba en la Unión de Estudiantes Secundarios (UES). Inmediatamente, mi madre inició una búsqueda intensa. A fin de ese año, tuve que exiliarme en México.
Ella recorrió el camino que hicieron muchas otras en esa época: fue a los ministerios, embajadas, hospitales, comisarías e iglesias y presentó habeas corpus. En ese proceso se encontró con otras Madres y junto a ellas fundó la Comisión de Familiares de Desaparecidos y Detenidos por razones políticas.
Mi madre se expuso para encontrar a su hijo y le hicieron pagar un precio: la secuestraron el 30 de abril del 79. Durante días la torturaron en la ESMA hasta que el represor Ricardo Cavallo le dijo que su vida dependía de que diera una entrevista a la revista Para Ti. Los golpistas querían contraatacar a lo que ellos denominaban “campaña antiargentina”, que era el slogan que usaban para desvirtuar y falsear las denuncias de quienes se jugaban el pellejo defendiendo los derechos humanos y oponiéndose a la dictadura.
Después de la entrevista, le fueron dando salidas temporales. Los militares la llevaban a la casa de su familia y, luego, la devolvían a la ESMA. Ella pudo empezar a hablar por teléfono desde lo de una vecina. Empecé a llamarla desde México. Decidí grabar esas conversaciones de manera sistemática. Así pude rescatar y salvaguardar la voz de mi madre.
Al principio no me animé, pero un día se me hizo inevitable y el 2 de diciembre de 1979 le pregunté sobre la nota:
–¿Existió el reportaje en sí? ¿A vos te hicieron preguntas o lo armaron ellos?
–No, me hicieron preguntas, y lo que dije, no todo está ahí, lo dieron vuelta. Yo comprendo que te cueste entender algunas cosas. No pienses que traicioné a nadie, sé que te va a costar entender, pero es mi forma de seguir luchando.
En ese momento tuve un testimonio único donde se condensaba el significado del terrorismo de Estado y de la resistencia por parte de mi madre.
Aunque mi hermano sigue desaparecido nunca perdí la esperanza. Eso se lo debo a mi madre, que murió hace tres años, pero luchó por la verdad y la memoria en cada una de sus respiraciones. Por eso su lucha perdura a pesar de que hoy nos toque vivir un “proceso de reorganización del Estado” que, de la misma manera que en 1976, aumenta de manera obscena la concentración de la riqueza, desmantela el sistema productivo y aplasta los salarios.
Y aunque algunas formas y métodos cambiaron, las fake news vuelven a estar al servicio de los desorganizadores de los derechos colectivos, de los empobrecedores de las mayorías y de los odiadores de la solidaridad.
Pasaron muchos años y esos audios son la base de un documental que dirige Amparo Aguilar. La película, que está en etapa de edición, es un homenaje a las voces que nunca se callaron, a quienes dieron pelea desde los lugares más inesperados e inhóspitos. Es una historia íntima, de una familia, de un país. En este relato hay amor, dolor, política y esperanza en la lucha de los pueblos que resisten en las situaciones más oscuras.
Así es como recuerdo la sensación de escuchar la voz de mi madre a través del teléfono a más de 11.000 kilómetros de distancia.
Las conversaciones es, además, una posibilidad de volver a abrir el debate sobre la memoria, las fake news y la historia que sigue moviéndose en espiral.
La hice pensando en reivindicar a mi madre, pero también con el objetivo conectar el pasado y el presente para ayudar a reflexionar sobre lo que está pasando con el ascenso de sectores negacionistas, que pretenden relativizar los crímenes y las políticas de destrucción económica del terrorismo de Estado.
*cineasta y productor audiovisual
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