Las consecuencias de no mirar arriba
En la alegoría o mito de la caverna, el filósofo griego Platón describe lo que sucedía dentro de una cueva. Allí, unos prisioneros que estaban encadenados a una gran roca solo podían ver lo que sucedía afuera mirando las sombras en una pared que se producían por los movimientos que proyectaban quienes pasaban al lado de una fogata externa a la caverna.
Luego de mucho tiempo uno de ellos escapó y descubrió que lo que antes creía real solo era una apariencia.
Como en el mito, todos hemos aprendido y experimentado mucho de lo que creemos solamente por imágenes.
El avance de la tecnología, internet, el mayor ancho de banda y la aparición de nuevas aplicaciones informáticas han cambiado muchos de nuestros hábitos tradicionales. Uno de ellos ha sido el de ir al cine. Acelerando la crisis que con tanta nostalgia mostraba la película Cinema Paradiso, las nuevas plataformas nos permiten asistir a un gigantesco menú de opciones que pueden ser disfrutados sin necesidad de movernos de nuestros hogares.
Como sostiene un sacerdote de mi diócesis que prepara habitualmente sus homilías a partir del relato de alguna película, además de entretenernos, en ocasiones, el cine puede dejarnos alguna enseñanza y hasta servirnos para animarnos al debate. Tal es el caso de la última propuesta de Netflix No mires arriba (Don’t Look Up) que se estrenó el último 24 de diciembre.
Sin revelar detalles (sobre todo pensando en los que aún no la vieron), les cuento que la trama se desarrolla principalmente mostrando las diferentes actitudes que asumen los científicos, el gobierno, los medios de comunicación, las redes sociales, los empresarios y la gente en general frente a la inminencia del fin del mundo que se producirá por un cometa que en pocos días inevitablemente chocará contra la Tierra.
Uno puede identificar claramente en esta propuesta el desproporcionado negocio de las empresas informáticas y el poder ilimitado de los algoritmos para manipular personas, gobiernos formados por políticos incompetentes y totalmente indiferentes a las necesidades de la gente, graves cuestiones de inmigración y de discriminación de muchas personas y países, la generación de grietas entre las opiniones de la gente, el fenómeno del “relato” que prefieren varios antes que la realidad y la verdad, el desborde social frente a lo inesperado y una sociedad inoperante frente a la tragedia.
Sabemos que es una película, una comedia, algunos hablan de “documental”. En todos los casos: una ficción. Pero ya varios críticos encuentran en el film una metáfora de lo que nos está pasando a todos en la realidad. ¿Usted qué piensa?
En el mejor de los casos, es bueno de todos modos que nos cuestionemos. ¿No será que, como en la película, muchos de los problemas que tenemos los humanos se deben justamente a que dejamos de “mirar arriba”? ¿Quizás nos haría falta tener una mirada más trascendente, más espiritual, más religiosa y más desde la ética y en perspectiva de futuro? ¿Cómo dejar de ver otras cosas más importantes que el corto plazo y nuestras exclusivas necesidades? ¿No hemos perdido, de a poco y casi sin darnos cuenta, el sentido del bien de todos, el bien común? ¿No estaremos perdiendo la fe?
Si bien es muy preocupante el impacto sin límites de la tecnología, los efectos del cambio climático, la posibilidad de una guerra nuclear y varios otros temas actuales de nuestra cultura, afortunadamente ningún cometa se dirige hacia nuestro planeta amenazando con su destrucción total. Por eso, creo que la mejor enseñanza que se puede sacar de este film es que vivimos en un tiempo tan dramático que es particularmente urgente, en el abordaje de nuestra realidad, justamente lo contrario al título del film: aprender a “mirar para arriba”. ¿Seremos capaces...?
*Doctor en Comunicación Social de USAL.
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