Perfiles no asumidos

La política es más que política

Revault D’Allones. Para ella no hay democracia sin reconocer al otro. Foto: cedoc

La política es una actividad humana y, como tal, debe ser analizada desde todos los aspectos que afectan a sus protagonistas. Los seres humanos tienen una dimensión biológica (su cuerpo, sus órganos, el funcionamiento de estos), una dimensión psicológica (sus emociones, los mecanismos que motivan sus conductas, sus complejos) y una dimensión moral (sus valores, sus creencias, sus maneras de cooperar o disentir). A ellas se podría agregar una dimensión espiritual, como hacía Víktor Frankl, el psiquiatra y pensador austríaco a quien se debe la logoterapia, disciplina que centra la sanación en la exploración y comprensión del sentido de la propia vida. Frankl no reducía lo espiritual a lo religioso, lo ampliaba a la capacidad de ir más allá de uno mismo a través de la huella que se deja en otras vidas y en el mundo, es decir en el “para qué” de haber existido. En la trascendencia. Si se quiere, es una aproximación existencialista a la espiritualidad.

Si el análisis de las cuestiones políticas y de gobernanza queda en el chismorreo y rumores sobre internas, en la descripción de transas y componendas, en la especulación sobre el cumplimiento o incumplimiento de planes económicos, en seguimientos del PIB o de trayectorias inflacionarias, en pronósticos sobre crecimiento o sobre duración de recesiones y demás cuestiones por el estilo, termina por ser repetitivo, chato y estéril. Aburre, gira sobre sí mismo, contribuye a sostener y profundizar enfrentamientos y fanatismos, no ayuda a la comprensión de los tiempos y los climas que se viven y, a la larga o a la corta, siempre se muestra erróneo. Los hechos políticos y sus protagonistas no son fenómenos observables con microscopio desde una ajenidad aséptica. Se trata de cuestiones complejas cuya comprensión requiere que se incluyan las dimensiones psicológica y moral. También la biológica, puesto que los políticos enferman, envejecen y mueren. Es decir que, para comprender lo político, se incluya todo lo humano.

Desde esa perspectiva se entiende la invitación de Myriam Revault D’Allones, profesora de Teoría Política en la Escuela Doctoral de Ciencias Políticas de París, especialista en filosofía ética y política, y reconocida seguidora de las ideas de Hannah Arendt, Paul Ricoeur y Cornelius Castoriadis. Revault D’Allones señala que la democracia es, más que un sistema político, una manera de convivir. Algo que en la Argentina tanto quienes gobiernan (con la máxima figura a la cabeza) como quienes participan de la puesta en escena política en todas sus facetas se encargan de desvirtuar, desbaratar y desmentir cada día y con cada actitud. Si se los observa con una mirada multidimensional, allí están, desnudos, con todos sus resentimientos, sus cuestiones y complejos psicológicos no asumidos ni tratados, con sus oscuridades morales y sus valores siempre negociables a la vista. Allí están, desnudos, con su chatura espiritual inocultable.

En su libro El hombre compasional, una incursión profunda y lúcida en estos aspectos poco recorridos de la política, Revault D’Allones insiste en que no hay democracia sin reconocimiento del otro, que ese reconocimiento incluye la compasión (entender que hay sentimientos comunes a todos los humanos) y que la compasión es la base de la sociabilidad, de la convivencia, de la vida comunitaria. Algo difícil de comprender para quien, creyéndose poseedor de la verdad, despreciativo e insultante ante quien no acuerde con él, y carente de empatía y comprensión hacia quienes padecen pobreza, hambre, desempleo y exclusión tanto económica como educativa y sanitaria, hace del ejercicio del gobierno una exhibición de sus propios claroscuros psicológicos y morales.

*Escritor y periodista.