Efemérides 10 de febrero

La muerte de Pushkin: ¿tiene fronteras la poesía?

Era el escritor más famoso de Rusia cuando murió en un duelo con un oficial francés a quien los rumores hicieron amante de su bellísima esposa. Aristócrata, impulsivo, adicto al juego y crítico del zarismo, el régimen lo exilió a Ucrania. Durante la guerra iniciada en 2020, 21 de las estatuas que lo recordaban, fueron derribadas en Kiev y otras ciudades.

Aleksandr Pushkin Foto: Cedoc Perfil - Wikipedia.org

“La belleza es el arma más mortífera del mundo”, escribió Aleksandr Serguéievich Pushkin, sin saber que sería precisamente la belleza de su esposa la causa de su perdición.
    
Era, al momento de su muerte (10 de febrero de 1837), el poeta más conocido de Rusia, después de haber escrito obras como Ruslán y Liudmila antes de cumplir 20 años y Eugenio Oneguin, una extensa novela en verso con mucho de autobiográfico: amores desencontrados, duelos, exilio y el cultivo de una melancolía que impregna toda su obra. “El tiempo no cura heridas, pero nos enseña a vivir con ellas” son palabras que puso en boca de Oneguin.

Algunos de sus poemas, como Oda a la Libertad, fueron considerados sediciosos y le costaron el destierro a Dnipró (actualmente Ucrania).

Su gusto por los juegos de azar –en los que ganó y perdió fortunas–,  más un exacerbado sentido del honor que lo llevó a batirse en más de un lance, auguraban una vida intensa pero breve.

Su activismo social y una actitud desafiante hacia sus superiores, rozando la insolencia, le ocasionaron reprimendas, castigos y  exilios. Sin embargo, gracias a su pertenencia a la más rancia aristocracia y su talento desbordante, las sanciones no fueron tan severas como las que, años más tarde, sufrieron autores como Nikolái Gógol y Fiódor Dostoievski. Aun así, la censura le impidió publicar obras como Boris Godunov, hoy un clásico de la literatura rusa.

“El tiempo no cura heridas, pero nos enseña a vivir con ellas” (A. Pushkin)

Al volver a Moscú en 1830, conoció a Natalia Goncharova, una bellísima mujer de la que se enamoró perdidamente. Con ella se casó, después de un tormentoso romance. El matrimonio le hizo sentar cabeza y, gracias a sus vínculos, Pushkin obtuvo un puesto en la Cancillería con un sueldo estupendo. No obstante, su rumboso ritmo de vida, una ajetreada actividad social, su creciente familia y una obsesionante afición al juego lo llevaron a acumular enormes deudas, que trató de compensar trabajando febrilmente en su revista literaria El Contemporáneo.

Sus escritos, su actitud displicente y las intrigas de la sociedad rusa, conspiraron contra el poeta que con su habitual impulsividad retó a duelo a un oficial francés llamado George d'Anthes, no en una, sino en dos oportunidades.

En 1836 comenzaron a circular rumores de que el francés había cortejado a la esposa del poeta. Pushkin se enteró por una carta anónima donde también se insinuaba que Natalia era la amante del zar

Después de retarlo a duelo, d'Anthes hizo una inesperada propuesta de matrimonio a Ekaterina, cuñada de Pushkin. Ante este gesto, el poeta retiró el desafío.

Casado el francés con Ekaterina, en febrero de 1837 los rumores volvieron, avivando el conflicto. Por esta razón, Pushkin escribió una carta en términos severos que d'Anthes tomó como una ofensa. El reto volvió a tener vigencia.

Un artista no muere, solo se transforma en su obra” (A. Pushkin)

El duelo se hizo con pistola a 10 pasos. El francés disparó primero e hirió a Pushkin en el vientre. El disparo del poeta apenas rozó el rostro de su adversario. La belleza, al final,  resultó ser un arma mortal.

Después de dos días de agonía, el poeta falleció el 10 de febrero según el almanaque juliano que se usaba entonces en Rusia (o el 27 para el gregoriano de Occidente).

Para evitar disturbios, el zar no permitió un funeral público, y Pushkin fue enterrado en la finca de su madre. El zar saldó las deudas del poeta y concedió a su viuda e hijos una pensión vitalicia.

D'Anthes fue expulsado de Rusia y regresó a Francia, donde se dedicó a la política y fue diplomático de Napoleón III.

El imperio ruso erigió estatuas en honor al poeta en todos sus territorios, especialmente, en Ucrania, donde Pushkin había pasado varios años de su vida. Antes de la invasión del año 2022, en Ucrania existían 145 monumentos a personajes rusos como Pushkin, Tchaikovsky y Lenin, además de 9859 topónimos. 

Sin embargo, el 15 de noviembre de 2023 se desmontó la estatua del poeta en Kiev, cuyo rostro ya había sido vandalizado con manchas de pintura roja. A sus pies se había escrito  “descolonización e imperialismo”.

Este desmantelamiento respondía a la campaña de “desrusificación” iniciada por las autoridades ucranianas. Otras 20 estatuas de Pushkin en distintas ciudades corrieron la misma suerte. 
 
Hoy, el bardo nacional de Ucrania es Tarás Shevchenko (1814-1861), poeta que conoció y se inspiró en la obra de Pushkin. Curiosamente, en Buenos Aires no hay estatuas de Pushkin,  pero sí de Shevchenko, frente a los lagos de Palermo. Vale preguntarse qué sentido tiene atacar la figura de Pushkin que en vida fue un artista comprometido con la libertad. Nos debemos preguntar si contrariar a un poeta ruso que desafió al poder y cuestionó a las autoridades ¿no es desconocer sus verdaderas intenciones? ¿Acaso merece este destrato? 

Pushkin estaba convencido que la palabra escrita tiene el poder de cambiar al mundo, y así lo expresó en estos versos que resultaron premonitorios: “Soy un monumento no creado por la mano que me ha erigido”. 

Pushkin no necesita estatuas porque, como él mismo ha dicho: un artista “no muere, solo se transforma en su obra”.