Gobernanza

La extinción de la ONU

Minilateralismo. Un ejemplo es el G7, los Brics, el Aukus o el Quad. Foto: NA

En la discusión sobre la gobernanza global actual se ha reinstalado el concepto de “minilateralismo” como mecanismo de cooperación y decisión entre países por fuera de las grandes instituciones del multilateralismo internacional. Entre las más importantes y madre de todas ellas, las Naciones Unidas.

El multilateralismo surgió, históricamente, como una estructuración institucional del poder real de las grandes potencias, que por un lado, fue un espacio de resonancia de los países periféricos y, por otro lado, se constituyó como una mediación de las asimetrías desde una lógica colectiva internacional (Kahler, 1992; Ruggie, 1992).

En concreto, el multilateralismo, se presenta como la búsqueda de la solución de los problemas internacionales desde un dispositivo global de funcionamiento para los problemas que requieren esta lógica de solución: el cambio climático, la reducción de la pobreza, el crimen organizado, la mediación en los conflictos bélicos (Wedgwood, 2002), etc.  

El minilateralismo sugiere en cambio, que los países deben agruparse en alianzas o grupos reducidos –informales en su origen y flexibles– para satisfacer intereses particulares que no necesitan de las estructuras internacionales (Patrick, 2016).  Ejemplos de éstas tenemos en primer lugar al G7 –como cerebro decisional de Occidente–, los Brics, el Aukus, el QUAD, entre otros.

Si bien esta tercera vía entre el multilateralismo y bilateralismo (Haqqani and Jarardhan, 2023), aparece en una primera reflexión como algo positivo para las potencias medias o países en ascenso, una hipótesis contraria podría sostener que debería sopesarse su ponderación a largo plazo (Naim, 2009). En este sentido, muchos autores enfocan esta crítica para Occidente y especialmente para los Estados Unidos (Cheatham, 2023).

En nuestro caso, consideramos que el problema que podría ocasionar el minilateralismo, se profundiza en los países medios y pequeños en términos de desarrollo.

La lógica de este contraargumento sería que el minilateralismo socava la construcción de una participación colectiva en la construcción de una gobernanza global, donde se ven perjudicados los intereses de los más débiles. Asimismo, construye un “feudalismo selectivo” que nos aleja de la solución colectiva de los problemas globales descriptos y no se presenta como un complemento del multilateralismo (Tow, 2018), sino como la causa de su debilitamiento.  

El resultado es concreto y visible. Las grandes potencias mantienen la influencia en las estructuras multilaterales en las cuales éstas conservan poder. A su vez, crean instancia de poder minilateral para complementar el déficit anterior. Por ejemplo, en la máxima instancia de gobernanza global debilitada que es la ONU, mantienen el poder de veto para los temas de la agenda de la seguridad mundial. Y en paralelo,  crean espacios mínimos de gobernanza focalizada en aquellos intereses que es conveniente localizarlos fuera de la legitimidad colectiva.

Si bien los países de América Latina y Argentina podrían tentarse a crear beneficios en el corto plazo con estas estrategias acotadas, en el largo plazo se contribuiría a minar la propia fortaleza lograda dentro del marco de la ONU. Esta institución se está vaciando de poder e institucionalidad por las diferentes instancias de facto, que consideramos primitivas dentro de la evolución de la gobernanza global. Esta gobernanza fue la aspiración a diseñar un mundo con una equidad más sustantiva y legitimada.

*Profesor de Relaciones Internacionales de la UBA y de la Universidad Austral.