OPINION

La Deuda Invisible

Javier Milei. Foto: Cedoc

La Administración ha expresado el objetivo de volver a la libertad en todos los órdenes, confirmando los ideales de Vida, Libertad y Propiedad y en consecuencia abandonar el corporativismo vigente desde hace muchas décadas.

Por supuesto manifestamos nuestro total acuerdo con ese objetivo. Sin embargo, con el fin de disminuir el gasto público se ha suprimido la inversión, dejando de lado la diferencia profunda entre gasto e inversión y dándoles idéntico tratamiento, como si el efecto fuese el mismo.

El propósito de este trabajo es advertir que el efecto negativo no es igual y que la falta total de inversión en infraestructura, está generando una deuda enorme de la cual no somos conscientes.


Estado de la infraestructura a diciembre de 2023.

Argentina en los últimos doce años, (2010/2022), ha invertido un promedio de 2,5% del PBI en infraestructura económica y social, lo cual es una cifra insignificante. En efecto, de acuerdo a la literatura especializada (*) solamente el mantenimiento requiere el 3% del PBI. Pero es importante señalar aquí, que la destrucción de la infraestructura por falta de mantenimiento, viaja a una velocidad muy superior al 3%. Un ejemplo trivial pero esclarecedor: Si no se reparan las membranas de un techo, las filtraciones destruirán las membranas, después destruirán el cielorraso, que es mucho más costoso y después la instalación eléctrica, más costosa aún. O sea que la destrucción por falta de mantenimiento no es una progresión aritmética, sino que tiene una progresión creciente.

La infraestructura es en los países subdesarrollados un importantísimo factor de creación de actividad económica y de desarrollo como lo demuestra nuestra historia.

Martín Fierro llama “desierto” a la región que después fue la Pampa Húmeda, hasta hoy el factor económico más eficiente y dinámico de nuestro país. ¿Qué fue lo que transformó el desierto en Pampa Húmeda? Los ferrocarriles, los puertos, los caminos, la infraestructura en general.

Lamentablemente, como lo señalamos antes, desde hace más de una década que Argentina no invierte ni siquiera lo necesario para el mantenimiento.

El mantenimiento “preventivo” tiene un costo del 3% del PBI. El mantenimiento “correctivo” ya es mucho más oneroso. Pero si persiste el abandono se deberán afrontar costos de “reposición”, mucho más importantes.

La situación en diciembre de 2023 ya era calamitosa:

  • La situación del sistema energético, está en el límite tanto en generación, como en transporte y distribución, en un rumbo de franco deterioro y cortes de energía.

  • La red vial nacional de 37000 Km tiene un valor de u$s 900.000 / KM y no tiene mantenimiento.

  • Caminos rurales: Valor de la red u$s 120.000 millones tiene mantenimiento deficitario, salvo en la Pcia. de Córdoba.

  • Sistema ferroviario, red de 32.600 Km valor de reposición por Km: u$s 2 Millones;

Valor de reposición de la red u$s 65.000 millones.

El sistema ferroviario funciona a velocidades económicamente inviables:

  • Desaprovechamiento de transporte fluvial por falta de dragados suficientes,

  • Gravísimo estado de mantenimiento del sistema de saneamiento (agua y cloacas)

  • Gravísimas insuficiencias en los grandes sistemas de infraestructura social, especialmente en Salud, Seguridad y Educación.

Nuestra infraestructura está en la mayoría de los casos en el límite de reconstrucción.
 

Todo puede empeorar

En efecto, a la pesada herencia de una infraestructura languideciente e insuficiente se agrega desde 2024 la absoluta falta de inversión. Se han interrumpido cientos de obras de toda dimensión y función, obras que en su mayoría eran mantenimiento o complemento de obras existentes.

Ahora ya no se trata de la falta de nuevas inversiones, ni de mantenimiento insuficiente, se trata de la pérdida progresiva de la infraestructura existente.

Un capital enorme que se diluye. El deterioro es enorme y transcurre a pasos agigantados.

Al deterioro que había, (no hablemos de crecer), se agrega una interrupción de mantenimiento que no se podrá resolver con “mantenimiento correctivo”, sino que deberán afrontarse costos altísimos de reposición.
 

La deuda invisible, la infraestructura.

Argentina está contrayendo una deuda de infraestructura de cientos de miles de millones de dólares, una deuda pública muchísimo mayor que el endeudamiento financiero con el FMI y con cualquier otro organismo.

La deuda de infraestructura que venimos acumulando desde el año 2001 se ha acelerado durante este ejercicio fiscal con la absoluta falta de inversión.

Pero a esta pérdida de “capital,” que deberá reconstruirse bajo pena de entrar en un pavoroso subdesarrollo, la deuda de infraestructura tiene “intereses” que ya estamos pagando y que van a crecer exponencialmente.

Los “intereses” se expresan como altísimos costos de logística, (entre los más caros del mundo), en los mayores costos industriales y productivos derivados de los cortes de energía, que padecemos y en el crecimiento del costo de vida por déficit de infraestructura social.

Finalmente señalamos que, sin infraestructura apropiada, la inversión privada en el comercio, la producción y la industria, tiende a disminuir, con las consecuencias sabidas en términos de baja de empleo y pobreza.
 

La reconstrucción – el pago de la deuda.

La pérdida es enorme y habrá que reponerla en algún momento.

La reposición en su mayoría deberá financiarse con impuestos o con deuda pública.

Señalamos que en ningùn país la infraestructura financiada y amortizada por el sector privado con tarifas o peajes, es superior al 15% del total de la inversión, salvo que se trate de obras financiadas por el sector privado con amortización del estado, es decir con deuda.

El estado de devastación

Como se dijo más arriba, el gobierno no ha pagado las obras públicas durante el año 2024, ni hay ninguna señal que permita suponer que esto cambiará. Más aún se ha dicho que “no habrá más obras públicas,” lo cual es una experimento novedoso desde el Imperio Romano hasta nuestros días.

Como ya dijimos, la deuda de infraestructura se acelerará geométricamente, una enorme pérdida de capital, de decenas de miles de millones de dólares que deberá ser repuesto, si no queremos retroceder aún más en nuestro subdesarrollo y en nuestra pobreza.

En 1955 Raúl Prebisch describió el estado de devastación de la infraestructura de nuestro país y sus consecuencias:

El país tiene una potencialidad económica que tendrá que aprovechar eficazmente a fin de acelerar el ritmo de su producción, (…). Poderosos obstáculos se oponen momentáneamente a ello. (…). Segundo, este mayor ritmo requiere de maquinarias y equipos, (…) Tercero, aún cuando estos bienes pudieran importarse no habría fuerza motriz suficiente para accionar maquinarias y equipos, debido a la grave crisis de energía. Y cuarto, la producción no podría moverse por la notoria descapitalización del sistema de transportes: el consumo se ha hecho a expensas de las inversiones de capital”. **

Ya fue profético una vez: Argentina no recuperó su infraestructura hasta los ’90 en que lo hizo en parte.

Ojalá no sea profético otra vez más.

 

*Abogado, escritor y coleccionista de arte

 

Referencias:

  • * FRISCHTAK, Cláudio R. e Katharina Davies. Desatando o nó da Infraestrutura no Brasil: uma agenda de reformas. Fórum Nacional (Sessão Especial) Visões do Desenvolvimento Brasileiro e Nova Revolução Industrial – a maior desde 1790. Rio de Janeiro, 2014.
  • **  Informe de Raúl Prebisch de octubre de 1955