Javier Milei ¿fascista?
El presidente argentino se siente políticamente atraído por el candidato presidencial Donald Trump, a pesar de que ambos tienen una diferente idea de los roles del Estado, el mercado y el individuo. El lugar del neorreaccionarismo en esa supuesta comparación.
Hay una naturalidad en varios sectores de la sociedad (la prensa y la academia, principalmente) de emparejar el surgimiento de fenómenos disruptivos, populistas y reaccionarios en Occidente con el fascismo de principios del siglo XX. Sin embargo, pocas cosas tienen en común los nuevos fenómenos con el fascismo italiano. Por lo que asemejarlos implica dos riesgos: la simplificación y enajenación del fascismo de su contemporaneidad; y el segundo, más peligroso aún, la negación de comprender la “novedad”.
Es cierto que hay características comunes entre el fascismo y el neorreaccionarismo (por ahora usaré este término): ambos sucesos se presentan como una apelación reaccionaria, virulenta y contestaria al régimen establecido, como quiebre del statu-quo. También ambos comparten la idea de un horizonte donde las desgracias serán superadas por medio del vitalismo. Pero estas características comunes no los hacen parientes.
Pues estas características, antes descriptas, el fascismo también las compartía con otras ideologías que nadie las pondría en la misma bolsa. Probablemente tildar de “fascista” a un seguidor de Trump o de Milei tenga como objetivo una carga valorativa muy intensa para la desacreditación, y no para la asociación.
Hay una diferencia crucial entre estos fenómenos: el neorreaccionarismo carece de un bagaje intelectual y cultural consolidado como el que supo construir el fascismo (que fue anterior a su llegada al poder); por lo que el fascismo puede entenderse como una ideología, mientras que el neorreaccionarismo no. Creo que por esta razón es tan difícil ponerle una categoría, porque no estamos ante una cosmovisión rígida del mundo, de la política, de la economía, de la sociedad, del individuo, del Estado, etcétera. Difícilmente alguien sostenga que Donald Trump y Javier Milei tienen la misma concepción del Estado, del mercado y/o del individuo.
Por ende, no son las ideas lo que agrupa a los neorreaccionarios sino los instrumentos que utilizan para llegar al poder y reproducirse en él. Es cierto que estos neorreaccionarios, a pesar de tener ideas disímiles, suelen confluir en espacios como la CPAC. Pero aún no sabemos hasta dónde eso es una confluencia “genuina”, una contención para recaudar fondos o una mera fachada para la aprobación en redes sociales.
Milei evalúa viajar a Washington si se impone Donald Trump
Comparemos a Trump con Milei para observar diferencias notables, aunque se cumple lo mismo con cualquier otro. Donald Trump sostiene que la globalización es perniciosa y los aranceles son una herramienta crucial para defender al norteamericano de la amenaza extranjera. Mientras que Javier Milei tuvo que apoyarse en otra(s) figura(s) para atraer al nacionalismo argentino, y no considera que lo extranjero sea una potencial amenaza. En otras palabras, el proteccionismo de Trump no es compatible con el liberalismo económico de Milei.
Pero ambos usan las mismas herramientas, los mismos instrumentos, y eso genera una relativa apariencia. De lo cual podemos sacar al menos dos conclusiones: actualmente no se necesita una doctrina ideológica para crear (imaginariamente) una comunidad; y podemos crear tipologías basadas en la técnica y no en la ideología.
¿Ahora, cuáles son las lógicas de esa técnica para crear dicha comunidad? Esa comunidad es integrada por medio de discursos, no necesariamente coherentes, que operan como combustible para avivar un fuego; el “foco ígneo” es propuesto por el líder (la prensa, un partido político, una persona, universidades, etcétera). El vehículo no son las ideas sino las emociones.
Es cierto que eso puede tener semejanzas con el fascismo, ya que también atacó las instituciones preexistentes. Sin embargo, debemos recordar que el fascismo lo hizo con una ideología, el neorreaccionarismo no cuenta con una que le sirva de hoja de ruta: es volátil a las preferencias de sus seguidores. Además de que la sociedad de hoy es muy distinta a la de principios del siglo XX.
Por último, en relación con lo anterior, es llamativa la relevancia que tienen los consultores políticos en el neorreaccionarismo, ya que estos conocen la técnica para plasmar las preferencias de los individuos: las encuestas. Los ideólogos fascistas no pensaban en preguntarle al “pueblo” qué quería, más bien ellos se consideraban los que realmente comprendían al pueblo.
Pues acá creo que está el talón de Aquiles del neorreaccionarismo, que llamaré tecnorreaccionarismo, haciendo referencia a la técnica.
Difícilmente, el tecnorreaccionarismo tenga la posibilidad de institucionalizar sus actos, ya que estos son sensibles a las preferencias de los individuos. ¿La posmodernidad en su máximo esplendor? ¿Qué tanto importan las instituciones en la actualidad? ¿Qué lugar ocupa la política en este marasmo?
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