Efemérides 9 de julio

Independencia sudamericana y Patria Grande inconclusa

El Congreso de Tucumán votó por la independencia sudamericana y lo hizo con sentido continental. El acta se imprimió en castellano, pero también en quichua y aymará. Por qué Belgrano, San Martín y Güemes, entre otros, consideraban vital un rey inca y el apoyo aborigen.

Congreso de Tucumán 1816 Foto: wikipedia

El Soberano Congreso General Constituyente reunido en Tucumán a partir del 24 de marzo de 1816 tuvo un carácter eminentemente americanista. Tal aserto se funda en variadas expresiones públicas y decisiones políticas emanadas del Congreso y sus principales protagonistas. 

En primer lugar, la convocatoria a deliberar involucraba a los diputados de los pueblos de las Provincias Unidas del Río de la Plata, de tal modo que su representatividad abarcaba un espacio mucho más amplio que el de la República Argentina actual

Concurrieron a ese Congreso representantes de Buenos Aires, Córdoba, Catamarca, Jujuy, Mendoza, Salta, San Juan, San Luis, Santiago del Estero, La Rioja y Tucumán, así como de Charcas (Chuquisaca), Chichas, Cochabamba, La Plata y Mizque, provenientes del Alto Perú (hoy Estado Plurinacional de Bolivia).

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Carecieron de representación las provincias que en el litoral respondían al denominador común de “artiguistas” (Santa Fe, Corrientes, Entre Ríos, Misiones y la Banda Oriental); pues se oponían “a la realización de un Congreso” hasta tanto no fueran definidos “los vínculos” que requerían las relaciones internas, arguyendo que esto era “tarea incumbente a los mismos pueblos”.

En segundo término, cuando el Congreso de Tucumán votó afirmativamente por la independencia sudamericana el 9 de julio de 1816 lo hizo con vital sentido continental. La audaz aspiración de concretar el proyecto de la Patria Grande se deja traslucir cuando el día 20 de ese mes el Congreso hizo circular el acta de independencia junto con la fórmula del juramento de ella que debían prestar todos los habitantes: “¿Juráis por Dios Nuestro Señor y esta señal de cruz, promover y defender la libertad de las Provincias Unidas en Sud América y su independencia del rey de España Fernando VII, sus sucesores y metrópoli y toda otra dominación extranjera?”.

El indudable sesgo americano de la proclamación se ratifica cuando, por oficio del 29 de julio, los congresales disponen imprimir 3000 ejemplares del acta de la independencia, de los cuales 1500 serían en castellano, 1000 en “lengua Quichua” y 500 “en Aymará”; con el objeto de iniciar la distribución del documento “en las provincias de Tucumán, Salta y pueblos del Perú, sin perjuicio de que el Directorio ordenara “otro tanto en las demás provincias y pueblos”.

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Sintomático es que tan sólo tres días antes de la declaración de la independencia, Manuel Belgrano fuera invitado a una sesión secreta del Congreso por su bagaje informativo de sistemas e instituciones europeas de la Restauración y para brindar la opinión de tales naciones sobre el proceso revolucionario rioplatense y la eventual protección que pudieran brindar a las Provincias Unidas.

Los congresales disponen imprimir 3000 ejemplares del acta de la independencia, de los cuales 1500 serían en castellano, 1000 en 'lengua Quichua' y 500 'en Aymará' "

A las 12 horas del 6 de julio de 1816 Belgrano emitió un meduloso discurso en el que se explayó sobre la situación interna y externa señalando que, en Europa, así como antes era necesario “republicanizarlo todo”, ahora la tendencia era “monarquizarlo todo”

Esgrimió que la forma de gobierno más conveniente para estas provincias sudamericanas era la de una monarquía temperada. En tales previsiones Belgrano propuso al Congreso adoptar una monarquía constitucional encabezada por un rey de “la dinastía de los incas por la justicia que en sí envuelve la restitución de esta casa tan inicuamente despojada del trono”. 

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El fin era llevar la tranquilidad a los pueblos devorados por las disensiones internas y contar con el apoyo de los indígenas a la causa de la revolución por la libertad e independencia. En carta postrera a Bernardino Rivadavia, expresará Manuel Belgrano: “me exalté, lloré e hice llorar a todos al considerar la situación infeliz del país. Les hablé de la monarquía constitucional con la representación soberana de los Incas: todos adoptaron la idea”.

Lo cierto que esta propuesta belgraniana produjo acaloradas discusiones entre los congresales durante las sesiones secretas que se celebraron entre el 12 de julio y el 6 de agosto. Manuel Acevedo, diputado por Catamarca se declaró a favor de coronar un descendiente del Inca y añadió que la capital del nuevo reino debía residir en Cuzco. Asimismo, apoyaron la moción el riojano Pedro Ignacio de Castro Barros, José Ignacio Thames, representante de Tucumán y los diputados altoperuanos Mariano Sánchez de Loria, José Andrés Pacheco de Melo y Pedro Ignacio de Rivera.

Me exalté, lloré e hice llorar a todos al considerar la situación infeliz del país. Les hablé de la monarquía constitucional con la representación soberana de los Incas: todos adoptaron la idea (Manuel Belgrano)”

La oposición a la idea de coronar un indígena provendría de los diputados de Buenos Aires. Tomás de Anchorena sintetizó esa postura adversa, exhibiendo las maquinaciones obradas para hacer fracasar el plan del inca:

“Al oír esto, los diputados de Buenos Aires y algunos otros, nos quedamos como atontados con lo ridículo y extravagancia de la idea; pero viendo que el General insistía en ella […] tuvimos por entonces que callar y disimular el sumo desprecio con que mirábamos tal pensamiento, quedado al mismo tiempo admirados de que hubiese salido de la boca del General Belgrano.

"El resultado de esto fue que al instante, se entusiasmó la cuidada [“morochada”] y una multitud considerable de provincianos congresales y no congresales; pero con tanto calor, que los diputados de Buenos Aires tuvimos que manifestarnos tocados de igual entusiasmo, para evitar una dislocación general de toda la república; y bien persuadidos que, conducido el negocio con sagacidad y prudencia, al fin quedaría en nada, nos adelantamos a proponer que […] era necesario tratarlo con circunspección, discutiendo públicamente en sesiones extraordinarias […] así se acordó y practicó, y por este medio logramos nuestro objeto, que pasando aquel primero calor, por medio de la discusión, de la prensa y de las correspondencias particulares, se hicieron sentir lo despreciable que era tal pensamiento.

"Mas este no fue rechazado y ridiculizado en público […] porque nos hubiéramos ocupado de discutir si debíamos proclamar un gobierno de monarquía constitucional, sino porque poníamos la mira en una monarquía de la casta de los chocolates cuya persona, si existía, probablemente que tendríamos que sacarla borracha y cubierta de andrajos de alguna chichería, para colocarla en elevado trono de un monarca”.

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Fuera del ámbito del Congreso, se expresó en favor de la idea de Belgrano el General del Ejército de los Andes coronel mayor José de San Martín, quien concebía el proyecto como una suerte de respaldo para su campaña libertadora en el Pacífico. Así le escribía el 22 de julio al diputado mendocino Tomás Godoy Cruz: “Yo digo a Laprida lo admirable que me parece el plan de un inca a la cabeza, sus ventajas son geométricas”.

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El plan de restaurar la monarquía incaica se concebía, además, como el punto culmine de la revolución americana. Así se deduce de la carta del diputado salteño José Ignacio de Gorriti a Juan Manuel Quiroz el 26 de julio: “Lo que hay de positivo es que se piensa en coronar un Inca estableciendo un gobierno monárquico constitucional; este sistema tiene mucho partido en el Congreso a pesar de que se ha notado uno u otro gesto; el punto se halla en discusión. […] Las ventajas son notorias; el Perú se levantará en masa contra los tiranos; el Ejército de Pezuela se volverá humo […]es el único medio de reparar nuestras desgracias, restablecer el orden y concluir con prontitud la revolución que ya es intolerable”.

Bajo el mismo espíritu americanista deben leerse las proclamas que Belgrano dirigió a sus tropas luego de jurar la independencia y reconocerlo por general en jefe del Ejército Auxiliar del Perú. 

El 27 de julio dijo al regimiento de milicias de Tucumán: “He sido testigo de las sesiones en que la misma soberanía ha discutido acerca de la forma de gobierno con que se ha de regir la Nación, y he oído discurrir sabiamente a favor de la monarquía constitucional, reconociendo la legitimidad de la representación soberana en la casa de los Incas y situando el asiento del trono en el Cuzco tanto, que me parece se realizará este pensamiento tan racional, tan noble y justo, con que aseguraremos la losa del sepulcro de los tiranos”.

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Y el 2 de agosto exclamaba ante los “Pueblos del Perú”: “Ya está resuelta, escrita y jurada nuestra separación e independencia arrancándola de las manos y poder de esos bestias. Ya nuestros Padres del Congreso han resuelto revivir y reivindicar la sangre de nuestros incas para que nos gobiernen”.

Por su parte, el coronel de caballería de los Ejércitos del Estado, comandante general de la campaña Martín Miguel de Güemes proclamaba el 6 de agosto ante sus tropas: “¿si estos son los sentimientos generales que nos animan, con cuanta más razón serán cuando, restablecida en breve la dinastía de los Incas veamos sentado en el trono al legítimo sucesor de la corona?”.

Un sector de la prensa local fustigó este proyecto monárquico, llamándolo el “complot de los militares”, dado que era apoyado por los cuatro jefes que revestían los más altos cargos políticos y castrenses: Belgrano, Güemes, San Martín y el Director Supremo del Estado Juan Martín de Pueyrredón

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El periódico porteño La Crónica Argentina impugnó abiertamente la idea de coronar un inca. En su número del 22 de setiembre, Domingo Achega expresó: “Ni creemos tampoco que el Soberano Congreso piense restituir una dinastía que ningún derecho tiene para reinar sobre nosotros y que habiendo dejado de existir hace más de 300 años como casa de príncipes, apenas ha dejado algunos vástagos bastardos sin consideración en el mundo, sin poder, sin opinión y sin riquezas. […] y un rey que lo sacan acaso de una choza, o del centro mismo de la plebe, no es bueno sino para adornar un romance o para la comedia”.

El periódico porteño La Crónica Argentina impugnó abiertamente la idea de coronar un inca"

Sin embargo, por carta del 10 de octubre, Belgrano le decía al Dr. Manuel de Ulloa: “Verá usted cómo unos me atacan y otros me defienden acerca de nuestro pensamiento de monarquía constitucional e Inca. Digan lo que quieran los detractores, nada y nadie será capaz de hacerme variar de opinión: creo que es nacional, es justa, y ni el cadalso ni las llamas me arredrarían de publicarla: Lo que siento es no ver la idea realizada, efecto, a mi entender, del deseo de perfecciones a que aspiran estos señores”. Y en una epístola a Güemes escrita el 18 de ese mes le comentaba: “El editor de La Crónica Argentina nos da dicterios y zahiere por el pensamiento de monarquía constitucional y del Inca; contra mí se encarniza más; pero yo me río, como lo hago siempre que mi conducta e intenciones se dirijan al bien general”.

Fútil resultaría alistarse en el remanido y anacrónico debate sobre el monarquismo y/o republicanismo de nuestros Padres de la Patria. Se vivían tiempos de excepción que los condujeron a un sincero convencimiento político: frente al caos interior y a un contexto internacional tan tornadizo como incierto, la instalación de una monarquía moderada era el único recurso capaz de restablecer el orden, consolidar la flamante independencia y dar legitimidad al gobierno y a sus luchas contra los ejércitos españoles. De consiguiente, el medio más acertado para unificar bajo un solo gobierno los territorios del ex virreinato y dar cimiento sólido al proyecto articulador de la gran patria hispanoamericana era, según palabras de Belgrano, la elección de “la Casa de los Incas”, para “representar la Soberanía Nacional”.

*Doctor en Historia. Coordinador de Investigación Histórica del Instituto Nacional Belgraniano (Secretaría de Cultura de la Nación). Docente en Historia de la Política Exterior Argentina para la Licenciatura en Historia de la USAL.