Silencio

Fin del principio

Gerardo Martínez. No se pidió que dejara la conducción. Foto: NA

Clima de época. La memoria se arremolina. El tornado arrasa. Sopla cenizas, voltea lápidas, recupera cuerpos, miradas, risas, besos, abrazos. La tromba golpea con furia. Aturde. Esparce voces, declaraciones, discursos, revive el dolor hueso, soterrado, los podridos resentimientos. La historia se derrumba. Hay olor a muerto debajo de los escombros. Cuesta contener la desesperación. Oír en sueños los gritos de las víctimas. Dejar de pedir justicia. Hicieron mucho daño.

Se los ve huir. Salen espantados de las cloacas. Chillan, corren, buscan refugio en otras alcantarillas, borran los contactos, martillan la SIM, arrojan celulares al río. Estafadores, ladrones, criminales, vendedores de baratijas, quincalla, consignas vencidas, pasados inventados. Robaron, saquearon, mintieron, engañaron, encerraron, abusaron, violaron, golpearon, asesinaron, dejaron abandonadas a su suerte a millones de personas agonizando en vida. Hay que aguantar, esperar, confiar en la Justicia.

Bajar el volumen, el ruido de fondo, el coro de panelistas que se regodean en la sordidez, para poder escuchar cómo crujen las entrañas del relato en el que nos han formateado. Sedientos de rating, clicks, likes, algunos de los que ahora levantan la voz después de callar tanto ahogan el drama en su propio vómito. El regodeo, el cotorreo, el bullicio, festivo a veces, impiden comprender la dimensión del drama que revela en parte el informe de Unicef.

¿Somos mejores que esto?

Nos debemos un poco de silencio mutuo. Hay que poner en cuestión dogmas, creencias, versos repetidos, instilados gota a gota durante, ¿cuánto?, ¿cincuenta?, ¿setenta años?, ¿más? Hacer una revisión intima, sincera, a conciencia. Sin negar, sin excusas, sin salirse de uno para zafar, buscar otros culpables. El programa que tenemos instalado nos da siempre las mismas respuestas. Tal vez sea hora de cambiar las preguntas.

¿Qué tienen en común la mayoría de los abusadores denunciados, altos cargos en gobiernos nacionales, provinciales o municipales, Alberto Fernández, Alperovich, Espinoza, además de poder? ¿Qué lectura debe hacerse del silencio cómplice de figuras partidarias, artistas, periodistas, militantes feministas, sobre el crimen, entre otros, de Solange Musse, Florencia Magalí Morales, durante la pandemia de covid, además de, por ejemplo, el de Cecilia Strzyzowski, cometido por el clan Sena en el Chaco?

¿Qué resulta evidente cuando se ve una foto en la que están reunidos los cincuenta, o cien, capos sindicales de los gremios más importantes en un acto de la CGT, además de la grasa, las fortunas acumuladas durante los años que llevan en sus cargos, de que uno de ellos, Gerardo Martínez, fue informante de los servicios de inteligencia de la dictadura militar y ninguno de sus pares, ni de los organismos de derechos humanos, pidió que lo apartaran de la conducción?

El cuatro de copas

¿Qué revela la confesión de los empresarios “arrepentidos” en la causa de los cuadernos, además del monto de las coimas que pagaban a los funcionarios del gobierno de Cristina Kirchner para conseguir contratos públicos? ¿Se advierte una matriz de origen que formatea caudillos provinciales, en Salta, Misiones, Chaco, La Rioja, Jujuy o Catamarca? ¿Matones patriarcales, autoritarios, dueños de vidas, de bienes públicos, del tipo Alperovich, o Insfrán, además de empresarios, terratenientes que los financian, apuestan a ganador?

Debajo de cualquier gestión política, económica, hay una sociedad diversa, enérgica, intensa. Una inabarcable multitud de personas decentes que se las rebuscan. Salen cada día a trabajar, llevan a sus hijos a la escuela, reciclan ideas, elecciones, valores, reclaman, ejercen sus derechos. Tratan de reconstruir los cimientos de un país posible. Eso que en su ensayo “Apuntes para la definición de cultura” Tomas Stearn Elliot dice que, sencillamente, bien puede ser “todo aquello que hace que la vida merezca la pena ser vivida”.

Cada noche, fin. Cada mañana, principio. Ahí van/vamos otra vez. Deseo, esperanza, ilusión, nada más humano. Compartir juntos el viaje, la aventura, todo aquello que hace que la vida merezca la pena ser vivida.

*Periodista.