Historia y memoria

Ficción y realidad en una novela sobre un “desaparecido”

¿Cómo hace alguien que en los años setenta era un niño para narrar siendo adulto la difícil experiencia que le tocó vivir? Esta es la situación a la que se enfrenta Ernesto Semán en su novela Soy un bravo piloto de la nueva china.

Foto: cedoc

¿Cómo hace un autor para escribir una novela sobre los desaparecidos durante la última dictadura militar siendo este precisamente un hijo de desaparecidos? ¿Cómo hace alguien que en los años setenta era un niño para narrar siendo adulto la difícil experiencia que le tocó vivir? Esta es la situación a la que se enfrenta Ernesto Semán en su novela Soy un bravo piloto de la nueva china (2011). Como se ve por la fecha de publicación del texto, nuestro interés no es mostrar una obra nueva. Lo que sí pretendemos es plantear un nudo relevante de la relación literatura/política. Esta novela no es la única escrita por un hijo de un militante político de la década del setenta en la cual vuelca de alguna manera su experiencia infantil, ya que una situación semejante puede encontrarse en obras como La casa de los conejos (2008), de Laura Alcoba y Diario de una princesa montonera (2021), de Mariana Eva Pérez.

Dos son los elementos en que quisiéramos centrarnos en esta nota. Uno de ellos es la cuestión ficción/realidad. El lector que desconozca que muchos de los hechos narrados en la novela se corresponden con lo vivido realmente por su autor, puede leerla tranquilamente como una mera ficción. Sin embargo, no le sucederá lo mismo al lector que sepa que el autor nació en 1969 y que su padre, Elías Semán, fue un dirigente de la agrupación marxista Vanguardia Comunista, secuestrado y “desaparecido” en 1978. Este lector se encontrará ante una duda: ¿cuánto de lo narrado sucedió realmente y cuanto responde a la inventiva de su autor? 

La novela está organizada en cinco partes, las cuales a su vez se dividen cada una en tres secciones. La trama de la primera sección, “La ciudad”, ubicada a principios del siglo XXI, gira alrededor de Rubén, un académico argentino que vive en el exterior y que viene a Buenos Aires, donde viven su hermano mayor Agustín y su madre Rosa, quien se está muriendo de una grave enfermedad. Por otra parte, en la segunda, “El campo”, se narra la actividad de un policía de apellido Capitán, que es incorporado a trabajar con una fuerza militar que se ocupa de torturar y hacer desaparecer a personas durante la dictadura militar. Es precisamente Capitán quien interviene en el secuestro de Luis Abdela, padre de Agustín y Rubén, y en su posterior “desaparición” en uno de los tristemente célebres “vuelos de la muerte”. En cuanto a la tercera sección, “La isla”, a diferencia de las otras dos que tienen un carácter realista, está armada como una especie de ensoñación, donde se mezclan de forma onírica variados personajes y situaciones.

Sobre la relación hechos reales/ficción literaria, es difícil establecer sus límites. Algunos elementos de la novela coinciden con lo sucedido realmente a Ernesto Semán, no solo en cuanto al secuestro de su padre militante político, sino también al hecho de ser un académico que vive en el exterior y tener un hermano mayor que es sociólogo. Frente a estas coincidencias, lo que permitiría marcar una cierta distancia entre ficción/realidad es la no coincidencia de los nombres de padre, madre e hijos. 

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Sin embargo, esa débil distancia se quiebra en la parte IV, en “La ciudad”, donde aparece una foto de un hombre, una mujer, un chico pequeño y un bebé, sobre la cual se dice lo siguiente: “Por debajo de la nota se veían los contornos de una foto que cuando la fui sacando hasta ponerla arriba del resto de los papeles, mostraba la única imagen existente de nuestra familia en pleno. La foto que había sobrevivido a todo, incluidos nosotros mismos.En el reverso, escrito en letra cursiva y firme y apurada, con una lapicera negra, podía leerse: “Elías Semán, Susana Bodner, y sus hijos Pablo y Ernesto. Villa General San Martín, Rosario, octubre de 1969””. Es decir, son los nombres reales de la familia de Ernesto Semán, nacido en 1969.

El otro elemento en que quisiéramos centrarnos aquí es uno que también aparece en otras narraciones de hijos de militantes políticos de los años setenta, el conflicto familia/militancia, o sea, la diferencia de perspectivas de padres e hijos. Los padres solían concebirse principalmente como militantes políticos, pero para sus hijos ellos eran simplemente sus padres, y por ello puede surgir el cuestionamiento velado o explícito de no haber privilegiado por sobre todas las cosas a su familia. 

Este conflicto es planteado con claridad en la ya mencionada parte IV, en “La ciudad”. Allí, Rosa, gravemente enferma, les dice a sus dos hijos que le quiere dejar como regalo una caja que está bajo su cama, pero les pide que no la abran hasta después de que ella fallezca. Sin embargo, no pudiendo esperar por la ansiedad que les despertaba saber qué contenía la misteriosa caja, aprovechan que su madre está dormida, la retiran de donde estaba y la abren. En ella, además de la mencionada foto, se hallan dos objetos significativos en la narración. Por una parte, un viejo juguete de la infancia, que supuestamente había obtenido su padre en un viaje a China y del cual surge el título de la novela: “Adentro de la cápsula seguía Chinastro, esa versión retro de Capitán Escarlata del otro lado de la cortina de hierro, con su mirada triunfal y sonriente hacia adelante, la bufanda blanca volando hacia atrás y la gorra roja con la inscripción en mandarín que habíamos aprendido de memoria: 'Soy un bravo piloto de la nueva China'”.

Más importante aún, dentro de la caja había también una singular carta de amor que Luis Abdela le había escrito a su esposa estando él de viaje, en la cual le decía: “Hay una amistad madura, como hay un amor maduro, que se fundirá en la comunidad de actividades y de vida. Eso es lo que separa nuestro amor del de los integrantes de un matrimonio burgués que se aburren con su fidelidad recíproca o que se engañan recíprocamente (…) Si pensamos, monita, en lo que costará la revolución argentina, y en los muertos y torturados peronistas que ya ha costado, nos avergonzaremos de sufrir por nuestra separación (…)  Algún día, la vida, la vida humana, el amor, el derecho a la pareja y a los hijos, no se interpondrán a nada. Hoy, monita, cuando tenemos que elegir entre el amor como proyecto de felicidad individual y la revolución como proyecto de la felicidad de todos, solo podemos elegir la revolución porque la felicidad individual es un lujo”. En otras palabras, el amor hacia la familia quedaba subordinado al deber como militantes de llevar adelante la revolución,que es precisamente lo que puede ser cuestionado por sus hijos.

La dictadura militar que se instaló entre 1976 y 1983 es sin duda uno de los períodos más dolorosos de la historia argentina del siglo XX. Muchas son las obras que desde la ficción han tratado de una u otra manera dar cuenta de esos momentos oscuros.Dentro de ellas un conjunto de particulares características lo conforman novelas como la de Ernesto Semán, narraciones escritas por los hijos de los militantes políticos, convertidos en testigos involuntarios de dramáticas situaciones.

*Licenciado en Letras (UBA), Magíster en Sociología de la Cultura (UNSAM) @carloscampora01