El sagrario antónimo
No faltan quienes idolatran o ignoran los desmanes, rezando frente al altar de una inflación mensual del orden del 3%, del riesgo país por debajo de los 800 puntos y de una cotización del peso fortalecida, sin una amenaza devaluatoria inminente.
El 16 de julio de 1945, la primera explosión nuclear de la historia hecha por el ser humano tuvo lugar en los Estados Unidos. Se la denominó la “prueba Trinity”. Usaba plutonio como material fisionable, igual que la detonada más tarde sobre Nagasaki.
El único individuo que la vio sin lentes de soldador se llamaba Richard Feynman. Era físico auxiliar, y coordinaba el grupo de cálculo de los “ordenadores humanos” en la división teórica. “Es difícil admitirlo, pero en ese momento”, dijo, “mientras construíamos el arma más letal de la historia de la humanidad, no podíamos dejar de hacer tonterías”, como contar chistes uno detrás del otro (Benjamin Labatut).
Milei hace lo suyo en el escenario mundial
“… alcancé a montarme en el camión que nos llevó hasta Jornada del Muerto, un lugar en medio de la nada, a más de seis horas de Los Álamos, parte del campo de pruebas de Alamogordo”, dijo Richard Feynman. “Así son estas cosas. No me refiero sólo a la prueba. Todos pretendemos saber más de lo que realmente sabemos”.
Efectivamente, todos creen saber más. Con un sexualismo alternativo comparable con la estimulante metáfora del león que sojuzga a los mandriles, el gobierno argentino decidió no participar de los actos conmemorativos por el 40° aniversario de la firma del Tratado de Paz y Amistad con Chile, fechados para el lunes 25 de noviembre en el Vaticano. En 1978, cuando argentinos y chilenos estábamos al borde de la guerra y a pesar de lo que la prudencia de la curia vaticana aconsejaba, la Santa Sede ofreció su rol de mediadora en el conflicto.
Durante el proceso, no fueron pocos los desplantes a los que la dictadura argentina sometió al Santo Padre, hasta que el Gobierno democrático de Raúl Alfonsín, siempre con los buenos oficios papales, impulsó el acuerdo final.
El desaire de Roma no solo afecta las relaciones bilaterales con un vecino y no es solo un agravio al Papa Francisco: es un insulto a la memoria de un Pontífice que el pensamiento conservador dice venerar, Juan Pablo II. ¿Será que “la ultraderecha mete todas las que tira al arco”?
La falta de ponderación no es nueva, y a veces conduce hasta la irresponsabilidad incluso por el mundo en el que vive el inmoderado. Hay individuos cuyo cerebro ha sido y es capaz de expresar un paso evolutivo más allá del ser humano.
Pero no siempre la historia hace justicia. Ha elegido recordar al brillante físico teórico norteamericano Robert Oppenheimer, a menudo nombrado como “padre de la bomba atómica”, y pasar a un segundo plano a Werner Karl Heisenberg, quien al parecer se la escatimó a Hitler. A diferencia de “todos”, Heisenberg pretendió saber menos de lo que realmente sabía.
Hoy no faltan quienes idolatran o ignoran los desmanes, rezando frente al altar de una inflación mensual del orden del 3%, del riesgo país por debajo de los 800 puntos y de una cotización del peso fortalecida, sin una amenaza devaluatoria inminente. Feynman dijo que cuando hablaba de física tenía un problema, porque no le importaba nada. “Si vos me ponés plata”, se dice para las fiestas, “abro (el cepo cambiario) hoy, no me importa nada”. Feynman veía el no importar como un problema, nosotros como un refrán de cumpleaños.
Cuando cierre el altar de la inflación, levantaremos el sagrario antónimo, y nos interesará saber por qué fueron enviadas reservas de oro al exterior, con destino y propósito incógnitos. Algo importará entonces, y todos sabremos que era innecesario ostentar fortalezas que no existían.
*Los autores son excancilleres de la República Argentina.