Columna de la UB

El futuro incierto del orden internacional y el rol de las grandes potencias

¿Resistirá el orden liberal sin una hegemonía estadounidense u occidental o iremos a un orden distinto, encabezado por China, si es que esa gran potencia quisiera y pudiera asumir esa responsabilidad?

Estados Unidos, China y Rusia, las principales potencias a nivel mundial. Foto: Lampida

Cuando, en 1994, Henry Kissinger publicó “La diplomacia”, y analizó el potencial orden internacional que se diseñaría al final de la Guerra Fría, alertó sobre el desafío que representaría conciliar valores y experiencias históricas muy dispares entre países de importancia comparable. Más, cuando ningún caso anterior había contenido grandes centros de poder distribuidos por todo el planeta e interactuando intensamente entre sí.

Esto porque la expansión liberal, luego de 1989, terminó abarcando regiones y países muy distintos, con una heterogeneidad política y económica mucho mayor a la que poseía el subsistema global occidental durante la Guerra Fría. De esta manera, se terminaron de consolidar un orden, normas e instituciones internacionales que cada vez reflejan menos esa diversidad y presentan crecientes problemas. Ahora bien, ¿cómo llegamos aquí?

El comienzo del orden internacional de los últimos siglos puede encontrarse en el sistema Westfaliano, que se inicia en 1648. El mismo presentó inicialmente un orden conservador y limitado, basado en un equilibrio de poder relativo entre las principales potencias y que, entre otras metas, apuntó a impulsar las normas de soberanía e integridad territorial y a evitar el surgimiento de algún poder que pudiera amenazar sus derechos e intereses.

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Ese sistema se fue ampliando de la mano del poder europeo, y posteriormente norteamericano, e incorporando progresivamente elementos liberales que consideraban la posibilidad de una armonía de intereses entre Estados y apostaban por una creciente cooperación internacional. Precisamente, la ONU surgió de esa combinación de poder e ideales mayormente occidentales.

Si bien la finalización de la Guerra Fría favoreció el alcance global de este orden, lo cierto es que desde hace varios años parece encontrarse bajo ataque por diversas amenazas. Por ejemplo, potenciales poderes revisionistas, la expansión del nacionalismo, autoritarismo y populismo en distintos países, e incluso por la fuerte crítica de una porción importante de la sociedad norteamericana.

Particularmente, ante la retracción estadounidense, se consolidó el rol de China, presentándose como defensora de la globalización, el comercio, las organizaciones internacionales, y la lucha contra el cambio climático y la pandemia, aunque no ciertamente de los rasgos más liberales del orden internacional.

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¿Podrá el presidente Biden demostrar que los Estados Unidos vuelve a ser un país confiable para liderar, o los problemas domésticos y el accionar de otras potencias llevarán a su país a abandonar progresivamente ese rol? De ser así, ¿resistirá el orden liberal sin una hegemonía estadounidense u occidental, sufriendo cambios pero siendo capaz de mantener algunos de sus elementos centrales, o iremos a un orden distinto, encabezado por China, si es que esa gran potencia quisiera y pudiera asumir esa responsabilidad? Una tercera opción sería una vuelta a un orden más westfaliano y conservador, con esferas de influencia para cada gran potencia y ciertas reglas de convivencia entre ellas.

Muchos dudan de que los principales componentes liberales del orden, incluidos la promoción de la democracia, la defensa de los derechos humanos y la prevención del genocidio, pudieran sobrevivir a la transición hacia un contexto multipolar con potencias iliberales. Aunque sí probablemente persistirían los elementos conservadores del orden, como las normas de soberanía e integridad territorial.

Las cartas aún no están echadas, pero lo que suceda con el orden internacional y las posibilidades y amenazas que encuentren países como el nuestro seguirán dependiendo en buena medida del accionar de las grandes potencias. No reconocer esto, y no desarrollar estrategias anticipatorias consensuadas, que nos permitan prepararnos a escala nacional y regional, serían errores que nos costarían muy caro.

 

*Eduardo Diez, coordinador académico del Centro de Estudios Internacionales de la Universidad de Belgrano (CESIUB)