Fuera de la caverna

Disrupción o distopía ¿qué prevalecerá?

Cualquier innovación es disruptiva y puede disparar transformaciones. Sin embargo, hay cambios que procurando corregir errores del pasado empujan hacia una sociedad distópica en vez de aproximarnos al humanismo. Entre la verdad y el miedo.

La Alegoría de la Caverna de Platón, según Michiel Coxcie. Foto: Cedoc perfil

Reflexionando acerca de la situación del ser humano frente al conocimiento, Platón planteó en el libro VII de la República la “alegoría de la caverna”.  En ella se describe una situación hipotética de personas encadenadas desde su nacimiento dentro de una cueva, tanto en sus piernas como cuellos lo que les impide ver nada, pudiendo solo observar en el fondo, un conjunto de sombras generadas por la luz de una fogata en la entrada. 

Con una versión hipersimplificada, podemos asumir que los hombres encadenados consideran como única realidad, las sombras de ciertos sujetos y algunos objetos transportados por ellos (los cuales tampoco pueden observar directamente).

Al quitar las cadenas a los prisioneros, ocurre una devastadora alteración de sus vidas. Por primera vez, pueden darse la vuelta y ver lo que hay detrás de ellos: la luz en la entrada de la cueva. Pueden ver que las imágenes que alguna vez consideraron reales son solo las sombras de los objetos, no los objetos en sí. Comienzan a distinguir entre las imágenes de las cosas y la realidad física de éstas.

Perplejos y confundidos, todo sentido de realidad se ve perturbado experimentando una angustiosa incertidumbre al alterar su forma habitual de ver el mundo. En algunos de los prisioneros, esto crea ansiedad y prefieren volver a lo conocido refugiándose dentro de la cueva. Otros, sin embargo, están emocionados por lo que comienzan a ver frente a ellos. Todo es desconocido y extraño, pero también emocionante; están dispuestos a emprender el viaje hacia lo desconocido.  

Las imágenes que alguna vez consideraron reales son solo las sombras de los objetos, no los objetos en sí"

En la caverna el saber era muy limitado y sólo al salir de ella, comienzan a entender que estuvieron en una cueva encerrados, ciertas cosas comienzan a aclararse y la nueva realidad impacta con cambios sobre todos sus sentidos.

Se le atribuye a esta alegoría, la intención de explicar la existencia de los dos mundos frente al conocimiento: el mundo conocido a través de los sentidos (empírico) y el mundo inteligible (materia de puro conocimiento, sin intervención de los sentidos). 

"La opción de libertad produce una crisis de adaptación y transformación de los individuos, entre quienes prefieren volver a la cueva y quienes deciden salir a la luz"

Sin embargo, desde nuestra perspectiva analítica esta reflexión filosófica alcanza para explicar cuestiones quizás más significativas y trascendentes:

  • En primer lugar y como señaláramos en otras oportunidades, los efectos de la ignorancia (ocasional y vocacional) o ausencia de información fidedigna y búsqueda o no de la verdad; así como también los impactos que ejercen mayores saberes sobre las personas con acceso a educación (o con falta de ella).
  • En segundo lugar y no menos importante, la ocurrencia de hechos capaces de transformar el mundo y las realidades en las que estamos sumidos, es decir circunstancias disruptivas como la repentina eliminación de cadenas.

En la alegoría y frente a un futuro desafiante no identificado ni conocido, se refleja la incertidumbre generadora de ansiedades, anticipando así múltiples respuestas ante una crisis de adaptación y transformación de los individuos (quienes prefieren volver a la cueva y quienes deciden salir a la luz). 

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De ese modo, la innovación disruptiva también debe identificarse en toda acción transformadora que dispara y moviliza cambios positivos para toda sociedad, sus organizaciones e instituciones.

Lo distópico y amenazante

El importante filósofo y economista liberal John Stuart Mill, abogó siempre por dar mayor poder a las personas comunes en lugar de a los gobernantes, argumentando que lo contrario era una característica que identificaba perfectamente a las sociedades “bárbaras”.

Quizás por ello, Stuart Mill ideó en 1868 el concepto de “distopía”, (presentado en un discurso parlamentario), describiendo un imaginario y desagradable lugar donde imperaba la brutalidad y el miedo. La imagen a transmitir, era lo opuesto al ideal de la utopía descripta en la obra de Tomas Moro.  

Desde esta noción distópica se identificaron en obras literarias (luego con respectivas versiones cinematográficas) tales como 1984 de George Orwell, Un mundo feliz de Aldous Huxley y Fahrenheit 451 de Ray Bradbury, un conjunto muy particular de características asociadas:

  • Gobiernos tiránicos, control y persecución
  • Miedo, sufrimiento y deshumanización
  • Desigualdad, opresión y pauperización

Al margen de lo artístico, sabemos que estas características imperan, total o parcialmente aún hoy, en muchos países tanto en lo político como en lo económico (Bielorusia, Rusia, Venezuela, Cuba, Nicaragua y muchas otros). En sociedades extremadamente misóginas como Irán, Afganistán y otras culturas musulmanas de Asia y África; pero también en ciertos aspectos económicos y sociales en países con características más democráticas.  

Nuevos gobernantes

Con el cuestionamiento filosófico, debemos siempre juzgar la forma en que damos sentido a todos nuestros conocimientos, pero también a nuestra propia existencia; así como también la coexistencia con los demás y un marco de reglas comunes de interacción entre todos.

En este contexto, los nuevos gobernantes parecen estar recorriendo dos andariveles contradictorios: por un lado, denunciando y corrigiendo parcial pero disruptivamente estafas intelectuales (y económicas), disfrazadas demagógicamente detrás de apariencias benefactoras o de preocupación humanística.

Pero por el otro lado, también los mismos personajes emiten discursos o proclamas absolutamente distópicas y en algunos casos realmente estupidizantes (recordando a Ray Bradbury o el más terrorífico Goebbels), parecen querer incendiar libros de conocimientos y ciencia que contradigan el terraplanismo parcial de sus proclamas.

¿Qué criterio imperará: disrupción o distopía? Utilizando una frase de la que hemos abusado toda la vida, respondemos ante los lectores: “facta sunt potentiora verbis”, los hechos son (o quizás serán) más poderosos que las palabras.