Devaluar o no devaluar, esa es la cuestión
Entre otros factores, para atraer inversiones extranjeras, hay que tener presente que las economías asiáticas emergentes ya representan el 60% del PBI mundial, lideradas por India y China.
El escenario económico argentino mantiene en numerosos aspectos una fisonomía caracterizada por muy buenas señales especialmente en lo financiero: inflación en retirada, alza en la cotización de acciones y bonos, dólar alternativo, baja del riesgo país, anuncio de inversiones y explosión del crédito sea personal o hipotecario, entre otras, con la consecuente repercusión favorable en el exterior.
No obstante, para que este proceso virtuoso sea sustentable, se hace imprescindible reactivar la economía, especialmente en el sector privado, dado que la inversión pública se ha tornado prácticamente nula, a fin de aumentar el empleo, la producción, el consumo, los salarios, y la productividad general, consolidando el virtuoso camino que en el aspecto del gasto público y las variables financieras se ha emprendido.
Y es en este sentido que emergen dudas, incentivadas por las circunstancias internas y externas del área del comercio exterior, determinantes de alentar o afectar la producción nacional según los vaivenes de este escenario.
En el orden doméstico, se está visualizando una relativa apreciación de nuestro signo monetario, respecto a otras monedas, y muy especialmente, atento a la brusca devaluación de nuestro principal socio, Brasil, lo mismo que el anticipado sesgo proteccionista expresado por el entrante presidente Trump respecto a los Estados Unidos, foco justamente de un anunciado alineamiento por parte del gobierno argentino.
El mantenimiento de un tipo de cambio oficial atrasado, podría determinar una dificultad adicional para los intentos de exportación local, e inversamente, un incentivo para permitir el ingreso al país de importaciones que desalojen sectores vitales de la producción nacional.
El debate sobre la política cambiaria no constituye una novedad para la Argentina, y algunas apreciaciones del signo monetario local han llevado, en su tiempo, a fracasos estrepitosos en la economía y también a los gobiernos que las pusieron en práctica.
En una coyuntura tan esperanzadora como lo actual respecto a las transformaciones que se han producido en el corriente año y las anunciadas para un futuro próximo, se hace imprescindible para sustentar y potenciar los éxitos ya logrados en cuanto al saneamiento de las finanzas públicas, atender a las cambiantes circunstancias del comercio internacional en los últimos tiempos:
- Por largos años los Estados Unidos era la primera economía mundial, hoy desalojada por China.
- Las economías asiáticas emergentes, lideradas por India y China, vienen incrementando su importancia económica, a un ritmo más acelerado que el de las naciones desarrolladas agrupadas en el G-7 (Estados Unidos, Alemania, Francia, Reino Unido, Japón, Italia y Canadá).
- Este nuevo liderazgo de las naciones emergentes asiáticas se acentuará en el futuro, ya que estas economías que ya representan 60 % del PBI mundial, vienen expandiéndolo al doble de la velocidad con la cual aumenta su PBI el G-7.
- Los tres países que más crecen en este siglo son asiáticos (China, India, Indonesia) cuyo PBI en la actualidad representa 30% del producto mundial, mientras que en el año 2000 representaba sólo el 12%.
Tales dispares comportamientos económicos en el corriente siglo tienen su inevitable correlato en el comercio internacional, por lo cual es más que factible que en un futuro cercano China desplace a Estados Unidos como el primer importador mundial, dato fundamental para proteger nuestro desarrollo exportador.
Atendiendo a este renovado escenario global, y con el objetivo de consolidar la reconstrucción de la castigada economía local, se hace imprescindible fortalecer al sector externo, eternamente castigado no sólo por tipos de cambio apreciados, sino también por absurdos derechos de exportación (cuando a la inversa deberían existir incentivos), y por trabas arancelarias, para-arancelarias y burocráticas de todo tipo, que deberían ser eliminadas con la mayor velocidad.
En consecuencia, es de esperar que las autoridades operen con similar velocidad y eficacia, (tal como lo han hecho hasta el presente en el área del gasto público y sector financiero), y atiendan este vital aspecto de la economía nacional, que generará, sin dudas, las consecuencias virtuosas en materia de abatimiento de la pobreza, mayor inclusión social y promoviendo la construcción de un país integrado social y territorialmente.