Interna en el Frente de Todos

¿Cristina Kirchner le regaló a Alberto Fernández un libro que no leyó?

Diario de una temporada en el quinto piso es la crónica de un fracaso. Pero la vicepresidenta tiene otra lectura: Alfonsín fracasó por no hacer "cristinismo".

Cristina Kirchner, Alberto Fernández y Sergio Massa. Foto: Cedoc

Alta inflación, manifestaciones callejeras diarias, problemas en el abastecimiento energético, feroces disputas internas en el Gobierno nacional, economía cerrada. La enumeración describe a la Argentina de hoy, sí, pero también sirve para la de mediados de los '80. Es el panorama narrado en Diario de una temporada en el quinto piso, de Juan Carlos Torre, el libro que Cristina Kirchner, lejos de toda casualidad e inocencia, le regaló al presidente Alberto Fernández.

En el acto por el 40° aniversario del inicio de la Guerra de Malvinas de este sábado 2 de abril en el Senado, la vicepresidenta presentó el libro como "una crónica histórica", que "no es una obra literaria, no va a ganar ningún premio Nobel". "Pero es un libro que relata las experiencias del primer gobierno democrático, el del presidente Alfonsín, y los distintos equipos económicos que se sucedieron", explicó.

Artista de la maledicencia, Cristina Kirchner contó que se lo regaló a Sergio Massa, sentado a su lado en el acto. "Lo vas a leer me dijiste, bien", le dijo. Y agregó un dardo para Alberto Fernández y Gabriela Cerruti: "Hoy se lo mandé de regalo al presidente para que después la vocera no diga que no le regalo nada por el cumpleaños, viste. Porque después ya veo el lunes: 'Miren si será mala la vicepresidenta que ni siquiera le da un regalito de cumpleaños'", ironizó.

Diario de una temporada en el quinto piso es un libro denso. Sus más de 500 páginas abarcan las crónicas, impresiones y anotaciones de Juan Carlos Torre desde el inicio de la Guerra de Malvinas hasta la renuncia de Juan Vital Sourrouille al ministerio de Economía, en la víspera del final del gobierno de Raúl Alfonsín. Torre cuenta su llegada como sociólogo a la Secretaría de Planificación del Ministerio de Economía, el fracaso de la gestión de Bernardo Grinspun, la concepción del Plan Austral (ya con Sourrouille en el famoso quinto piso) y su posterior disolución y derrota.

El libro admite infinitas lecturas, pero en el acto Cristina Kirchner eligió destacar "una crónica de ese libro que tiene que ver con esto de los conceptos empaquetados que le venden a los argentinos". La vicepresidenta recordó entonces una anécdota de la página 293, en la que José Luis Machinea, entonces integrante del equipo de Sourrouille junto a Torre, viajó a Washington en enero de 1986 con una misión. Machinea buscaba que el Banco Mundial concediera créditos a la Argentina para privatizar empresas de siderurgia y petroquímica. La respuesta de la entidad crediticia fue que apoyaba la iniciativa, pero no podía financiar a empresas que compitieran con las siderúrgicas de Estados Unidos. El programa "está en colisión con las necesidades internas del gobierno de Estados Unidos", escribió entonces Torre.

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"El problema no es de Estados Unidos, el problema es de nosotros los argentinos, a ver si nos notificamos de una buena vez por todas. Estados Unidos lo que hace es defender sus intereses. Ojalá todos tuviéramos esa actitud", comentó Cristina Kirchner, en un misil dirigido hacia Alberto Fernández. "El problema es cuando se los venden a las clases dirigentes argentinas, porque la sociedad tiene tantos problemas que no tiene tiempo para andar haciendo finas disquisiciones. Pero quienes tenemos y nos presentamos ante la sociedad para conducir esos destinos no podemos tener esos errores", había comentado antes.

¿La vicepresidenta se plantó así contra futuras privatizaciones, sean de este gobierno o del próximo? Puede ser. ¿Tiene razón? Depende. Las privatizaciones tenían sentido en los 80, cuando el Estado argentino no podía sostener las empresas estatales. Con el precio de los commodities por el piso, la tasa de interés internacional en máximos históricos, y un deuda externa e interna (a través del déficit fiscal), muchas compañías públicas eran insostenibles. Tan necesarias eran las privatizaciones que casi todas fueron realizadas por el sucesor de Alfonsín, Carlos Saúl Menem, con el apoyo de casi todo el peronismo. Incluidos los gobernadores de las provincias petrolíferas, entre los que figuraba un tal Néstor Kirchner que llevó al exterior unos 500 millones de dólares de regalías de la provincia de Santa Cruz.

Juan Carlos Torre y su libro, Diario de una temporada en el quinto piso. A la derecha, Sourrouille con Saúl Ubaldini.

La interna del Frente de Todos y el fracaso de Alfonsín

Diario de una temporada en el quinto piso es la crónica de un fracaso. Un gobierno bienintencionado, encabezado por un líder prometedor, se encuentra con una "pesada herencia" de alta deuda externa, arcas vaciadas, déficit fiscal y alta inflación. En un contexto internacional adverso, el oficialismo se divide entre una facción nacionalista y progresista que propone desconocer la deuda y "vivir con lo nuestro" y un espacio moderado que apunta a ajustar de la forma menos traumática posible para avanzar hacia una economía de mercado. El equipo de Sourrouille, Torre y Machinea estaba en el segundo campo. Pero eran minoría frente a los primeros, que controlaban el partido y ocupaban puestos clave en el Gobierno y las empresas estatales. No podemos saber si el Plan Austral habría funcionado en un mundo ideal y con apoyo unánime. En la vida real, chocó contra la resistencia de parte del radicalismo, de muchos funcionarios, del sindicalismo y de los militares. Terminó en el Plan Primavera, la hiperinflación y la caída de Alfonsín.

El libro de Juan Carlos Torre recuerda varias lecciones que los argentinos vivimos en el último siglo: que los ajustes hay que hacerlos al principio de los mandatos y son imposibles sin respaldo político global; que lo que no ajusta el Estado con orden y por consenso lo ajusta el mercado con caos y por la fuerza; que una coalición de gobierno dividida contra sí misma no puede sostenerse. Es una lectura deprimente, por las similitudes con la actualidad (una gema es cuando el diputado de la Coordinadora Marcelo Stubrin pregunta si "hay que estar a favor" de las negociaciones del Gobierno con el FMI de entonces, "¿o hay que estar en contra?"). Peor es sentir que pasaron 40 años, no aprendimos nada y solo somos más pobres.

Alberto F evitó hablar de la interna pero Cristina se la recordó y marcó posición

Sería fácil decir que Cristina Kirchner no leyó el libro que regaló. Más justo es afirmar que tiene otra interpretación de los hechos. Alfonsín fracasó por no respaldar del todo al espacio "populista" de su gobierno. Por no haber intentado una renegociación dura (o un default) de la deuda en una década en la que todos los países latinoamericanos estaban en problemas con el FMI. Por no haber combatido lo suficiente al imperialismo y a los poderes concentrados. En resumen, por no haber hecho "cristinismo", aunque entonces no existiera el contexto local y global necesario.

La vicepresidenta intentó una vez más desmarcarse del Gobierno que integra, de la coalición que formó en mayo de 2019 con un tuit y un video, de la gestión en la que controla varios resortes. Acaso intenta huir hacia adelante ante una presidencia inviable, que hoy se sostiene casi exclusivamente gracias al apoyo del propio FMI. Toma otra lección del pasado: si no se puede gobernar, ni ayudar a gobernar, tal vez sea mejor ser una minoría testimonial, como el Frepaso. Históricamente a favor de la responsabilidad política, en los próximos 18 meses se verá si CFK se inclina por esa alternativa.

Mientras tanto, con una inflación de alimentos cerca de las dos cifras y el salario real en caída libre, el albertismo se dedica más a la interna que a gobernar y solo recibe zancadillas del kirchnerismo. Como decía otro ícono ochentoso: parece un chiste, si no fuera una joda grande como una casa.