Consecuencias de una política exterior binaria
Dos hechos relevantes para la política exterior de la Argentina tuvieron lugar en los últimos días en los que se puso de relieve el extravío en el que se encuentran las relaciones exteriores del país.
El hecho más grave lo constituye la detención en Venezuela de un oficial de la Gendarmería argentina y según denunció la Cancillería argentina, la detención de un empleado local de la embajada en ese país en el contexto de un constante asedio sobre la sede de nuestra representación en la que se encuentran asilados seis opositores al régimen de Maduro.
El gobierno de Venezuela debe liberar cuanto antes a ambos ciudadanos cesando su detención arbitraria o en su caso formular ante la Justicia los cargos correspondientes, indicar donde se encuentran detenidos y asegurar su derecho de defensa, de conformidad con los artículos 9, 10 y 11 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Debe además cesar su hostigamiento contra la embajada cuyos locales son inviolables de acuerdo al artículo 22 de la Convención de Viena sobre relaciones diplomáticas y proveer los salvoconductos de los asilados de conformidad con las obligaciones que emanan de la Convención sobre Asilo Diplomático justamente de Caracas de 1954.
Frente a estos graves acontecimientos el gobierno argentino, merced a su constante confrontación y ruptura de puentes con los vecinos de la región o a su reciente desaire al Papa Francisco, se encuentra en posición de debilidad para obtener mediaciones diplomáticas y resultados concretos y solo puede esperar la compasión de los otros frente a una cuestión humanitaria. Como si esto fuera poco, las autoridades argentinas multiplican los insultos al gobierno venezolano y la Ministra de Seguridad incurre en bravuconadas amenazantes al decirle a un miembro del régimen venezolano “liberá a Nahuel Gallo o atenéte a las consecuencias”. No parece la actitud mas prudente en esta delicada situación en la que se juega la vida y la libertad de las personas.
Es también lamentable que la principal oposición no haya emitido pronunciamiento alguno en favor de la libertad de los detenidos, como si fuera una situación que sólo afecta al gobierno, síntoma grave de la división en la que se encuentra el país y de una condescendencia anacrónica con una dictadura fraudulenta y represiva.
El otro hecho sorprendente ha sido la insólita declaración del Ministro de Economía que sin que mediara motivo alguno ni ninguna acción chilena que cuestionar sostuvo que el Presidente de Chile “es un comunista que está por hundir a su país”. Esta innecesaria provocación ocasionó obviamente la protesta del gobierno de Chile y, muy lejos de presentar las disculpas del caso el Presidente redobló la apuesta diciendo que se trata de “poner en su lugar a los zurdos”. Por su parte, el Ministro de Economía ratificó sus dichos dando a entender que el presidente chileno “no debería sentirse agraviado sino halagado porque se trata de las ideas que profesa” con lo cual pasó de la provocación al cinismo.
Una amenaza al pluralismo democrático
El Presidente Gabriel Boric y su Canciller Alberto Van Klaveren han respondido con extraordinaria moderación y prudencia, poniendo a la relación bilateral entre pueblos hermanos por encima de cualquier incidente no sin recomendar humildad y recordando que los presidentes pasan y los países quedan, al tiempo que reclamaron respeto por Chile y sus instituciones.
La lógica binaria e ideologizada del gobierno que divide al mundo entre quienes adhieren a las ideas libertarias y quienes no, y entre los cuales no es posible, a su entender, ni tolerancia ni coexistencia alguna, encontrará su límite en la realidad con las consecuencias lamentables para las relaciones exteriores argentinas que estos hechos han puesto en evidencia.
* Ex Vicecanciller.
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