Tránsito

Chapas patente adulteradas y otras delicias

La gestión democrática mejoró a CABA, pero no podría decirse lo mismo de la seguridad vial: patentes desfiguradas y vía libre para circular y cometer transgresiones sin recibir multas; estacionamiento en doble fila y otras infracciones.

Tránsito Foto: GCBA

A lo largo de las últimas largas épocas de gobiernos k-populistas, la institucionalidad en el país ha sufrido un enorme retroceso.

La vigencia de la ley, del orden y del respeto institucional ha quedado permanentemente relegada, supeditada a las necesidades de supervivencia de los gobiernos que hicieron caso omiso a lo que debe ser un país ordenado y respetuoso recíprocamente entre gobierno y habitantes, o también para los propios ciudadanos entre sí.

La Ciudad Autónoma de Buenos Aires ha constituido, en varios aspectos, una excepción a tal panorama. La gestión democrática que la ha gobernado y lo sigue haciendo en los últimos años, ha producido un innegable cambio edilicio en numerosos aspectos. La Reina del Plata evidentemente ha mejorado y se ha embellecido.

No obstante, no se podría sumar tal elogio a los aspectos relacionados con la convivencia cotidiana.

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Si bien en la actualidad, y a mérito de la gestión del actual Ministerio de Seguridad de la Nación han desaparecido en la práctica los casi a diario atormentadores piquetes y cortes de calles y accesos, el tránsito vehicular presenta numerosas deficiencias.


Chapas patente adulteradas

Para la mayoría de los ciudadanos que deseamos ser respetuosos de las leyes, resulta al menos indignante observar en forma creciente, la adulteración de chapas patente desfiguradas en forma burda, que convierte en la práctica al rodado en cuestión, en impune por cualquier transgresión de circulación.

Todo ello, a la vista de los numerosos policías de tránsito de la ciudad, que contemplan tal panorama sin reacción. Y la sanción debería ser inmediata. 

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Esta impunidad constituye también,  un pasaporte a la instigación para los porteños respetuosos  para imitar tal proceder, que permite cometer cualquier tipo de tropelía, sin posibilidad de ser identificados.

Bastaría que, ante la observación de un rodado en tales condiciones, éste sea detenido de inmediato por personal policial y adecuadamente sancionado.


Doble filam operaciones de carga y descarga


Circular por cualquier calle de zonas céntricas o de alto tránsito, convierte a  la conducción vehicular en una carrera de obstáculos.
Automóviles estacionados en doble fila, con o sin su conductor dentro de los mismos, o transporte de carga operando a cualquier hora.

Quien esto reflexiona, entiende que en este último aspecto, la carga y descarga, existía  un horario máximo, que a todas luces no se cumple.

 

A lo largo de toda la jornada se pueden observar camiones en doble fila, también sin aparente acción alguna por parte de las autoridades.

Ha sido un problema de larga data la dificultad para lograr estacionar en la calle un vehículo,  por el enorme crecimiento del parque automotor sumado a la reducción de posiblidades de lograr hacerlo por la transformación de numerosas arterias, sea por las denominadas bicisendas o por la directa prohibición de estacionar. No obstante, resulta cotidianamente visible observar transgresiones en este aspecto.

Hasta no hace largo tiempo, eran observables las famosas grúas remolcando los automóviles en infracción, afortunadamente desactivadas por diversos motivos, éticos y/o por su onerosidad excesiva.

La reflexión que le surge al ciudadano del común, es que no resulta efectiva una ley o disposición gubernamental, de no tener prevista la posible punición ante su transgresión.

Dicho de otra forma, la prohibición de estacionar constituye letra muerta si no existen mecanismos de control y de sanción ulterior.
Por el contrario,  de existir mecanismos efectivos de disuasión de la transgresión, los infractores estarían poco propensos a cometer incorrecciones.

En este sentido, cabe recordar que muchos años ha, existían los llamados “cepos” o elementos bloqueadores de ruedas, que inmovilizaban al vehículo estacionado indebidamente, y que para su liberación, debería abonarse una multa entre otras penalidades.

Queda claro que a diferencia de las grúas remolcando uno a uno los automóviles mal estacionados, un solo pequeño camión, puede transportar decenas de bloqueadores, con el aumento de su eficiencia.

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De implementarse nuevamente este sistema, el estacionamiento en infracción se reduciría en forma considerable. Salvo el caso que exista alguna disposición legal para volver a aplicar este sistema, no resulta comprensible su no utilización.

La ciudad de Buenos Aires, y el país todo han entrado desde ya, en el vértigo de un próximo proceso electoral, que también influye en la acción de las autoridades vigentes.

Poner coto a las infracciones puede suponer mal humor por parte de los que transgreden. Podrían ser unos cuantos votos menos.
Pero también   podría inferirse que merecería la aprobación de aquellos ciudadanos respetuosos de la convivencia organizada, lo cual también puede traducirse inversamente, en reconocimiento electoral.
 
Las soluciones a los problemas más arriba apuntados parecerían ser asequibles. La pregunta a formularse es porqué no se las aplica.
Quizás las autoridades puedan esclarecer esta simple pregunta, y simultáneamente, poner manos a la obra.
Como dice la tradición: “No es para mal de ninguno, sino para bien de todos”.