La W mayúscula

Perfil del aire: el nuevo orden Covid-19

La vida después del virus será diferente. Ya lo es. No hace falta mucha reflexión para caer en la cuenta que nosotros, los de entonces, ya no seremos los mismos.

clases covid Foto: AFP

El test PCR se ha convertido en la contraseña del usuario que expresa su identidad con un documento, ya sea el pasaporte o el DNI. Un pasajero que  parte desde Madrid hacia Buenos Aires o, más cerca, París o Roma, debe exhibirlo para poder entrar a su destino. Al margen de sitios extremos como Londres, donde además del PCR hay que pasar por dos pruebas más a partir de la llegada y una cuarentena según el lugar de procedencia, en el caso de Roma o París, los restaurantes y bares cierran a las seis de la tarde en la ciudad italiana y en la capital francesa están cerrados las 24 horas. En todas las partes hay toque de queda..

En las escenas de El tercer hombre, la película de Carol Reed con Orson Welles, las imágenes de una Viena nocturna desierta, después de la guerra, patrullada por los aliados, ofrece la misma soledad que estas ciudades europeas. Pocos minutos después de las once de la  noche, hora del cierre en Madrid, el silencio gana la calle y solo lo rompen los vehículos de la policía, el ayuntamiento o la ambulancia.

Esta es la vida después de un año de covid en el transcurso de la tercera ola que presagia una cuarta. Antes, las olas eran "nuevas" oponiéndose a  tendencias amortizadas, nouvelle vague; new wage;  la pandemia reclama números ordinales ya que la covid-19 es un flujo continuo que se atenúa para estallar otra vez con brío y el antes y el después ha quedado solo en la mesa de trabajo de las ciencias sociales para reflexionar cómo será la vida en un mundo hipotético posterior al virus.

Los economistas usan las letras L, V y U para describir los escenarios de recuperación posibles de la crisis que provocan la pandemia. La L, con su  demoledor descenso vertical y un sendero a ras del suelo que tiene solo el límite que impone la grafía, es el peor de todos: no es recesión, es depresión pura y dura. La V es una oda al optimismo, caída y vuelta a empezar, vuelta de página, o siguiendo con el ejemplo de las olas, terminado un ciclo llega otro nuevo y circula de forma inmediata. La U muestra el descenso y manifiesta una pausa antes de retomar el vuelo: el vaso medio lleno.

La mayoría de los análisis se centran en esta última figura pero después de la primera ola, en julio del año pasado, hasta los más conservadores hablaban de una V y se presagiaba un venturoso 2021. Esto, por supuesto, no es así y toda esperanza, de momento, está puesta en 2022 o 2023.

 

Si llevamos las letras a la evolución del virus las vacunas nos permiten descartar una L, dudar de una V y ser cautos con la U.

 

En Madrid hay ya detectada un 20% de la variante británica y un 30% en España. Hay que tener en cuenta que se tratan solo de estimaciones ya que la capacidad de secuenciación aquí es limitada (las cifras pueden ser más altas). Pero en el Reino Unido ya se ha detectado la variante de Sudáfrica que suma a su superioridad de contagio mutaciones que le permiten evadir la reacción de los anticuerpos del organismo. Esto significa que las vacunas existentes pierdan eficacia. The Guardian informa de que la vacuna desarrollada por Novavax contra el coronavirus original fue del 95,6%, mientras que para la variante del Reino Unido fue de un 85,6% y para la sudafricana, es solo de un 60%.

La vida después del virus será diferente. Ya lo es. No hay falta mucha reflexión para caer en la cuenta que nosotros, los de entonces, ya no seremos los mismos. Más allá de cualquier escenario futuro, somos los que hoy deambulamos con máscara por el barrio, portamos tests  en los celulares para enseñar a las autoridades y miramos, al anochecer desde el balcón, una ciudad vacía que a esa hora no podemos pisar.

Así como las cosas, si alguna letra define nuestra situación es la W que registra la ciclotimia entre una ola y las siguientes. Todo indica que habrá algunas más, con lo cual, si vamos a agregando una W en cada movimiento, juntas nos dan otra figura: la de un electro dislocado.