potencia, relevancia y aullidos

Shakira en Buenos Aires: "No hay mejor encuentro que el de una loba con su manada"

Shakira se presentó este viernes 7 de marzo en el Campo Argentino de Polo y, a pesar de los errores que siempre presupone esa locación, logró alucinar con su voz y baile insuperables. La mención a Cerati y los axiomas de las lobas.

Shakira en Buenos Aires Foto: Fenix Entertainment

Hay artistas que tienen potencia y relevancia suficientes para unir a distintas generaciones. También hay quien señala que las divas del pop tienen que dominar un sinfín de habilidades que jamás se le exigirían a un músico varón. Shakira llegó a Buenos Aires en el marco de su gira ‘Las mujeres ya no lloran’ y se presentó este viernes con una energía efervescente: cantó durante dos horas, tocó la guitarra y bailó con una destreza inigualable. 

Pero la ídola colombiana viene con una mala racha: el mes pasado tuvo que cancelar una fecha en Perú por una internación, luego pasó lo mismo en Colombia por fallas estructurales en el montaje del escenario y, hace apenas unos días, por el mismo motivo se cayó una fecha en Santiago de Chile. “Esto es increíble, porque ustedes saben que los últimos años no fueron fáciles para mí, tampoco las últimas semanas”, se sinceró en Buenos Aires. 

En una gira que toma como punto de partida su separación, la reinvención del amor propio y —hay que decirlo— el despecho por las circunstancias en las que se dio esa ruptura, Shakira evidenció: “La vida no es perfecta, eso le digo a mis hijos. Nadie se salva, pero la caída es el comienzo de algo más alto. Nosotras, después de cada caída, nos levantamos un poquito más sabias, más fuertes; si queremos llorar, lloramos y, si no queremos, nos ponemos a trabajar y facturamos”. 

El mensaje suena una y otra vez, se repite como un mantra de feminismo de cartón o, de mínima, primermundista. Pero el artificio no se agota frente a un público mayoritariamente femenino que acude a cantar, llorar, bailar y hacer catarsis. Hay un empoderamiento que se siente forzado viniendo de una latinoamericana que vive en Europa y cuya cruz es una infidelidad. Pero lo cierto es que el talento sigue invicto y el setlist con el que llega al continente que la vio crecer y le permitió su proyección internacional es complaciente

De ‘Pies descalzos’ a ‘Las mujeres ya no lloran’ hay casi 30 años de diferencia, pero anoche pudieron trazarse líneas orgánicas entre las distintas versiones de una artista que se consagró a base de trabajo, habilidad y carisma. Además exploró —con autoridad— sonidos del rock, el afrobeat, la balada pop, la salsa, el vallenato, la bachata, el reggaetón y la electrónica. Entre sus estilos de baile resaltan sus típicos movimientos de tradición árabe, intercalados con algo de voguing, perreo y mucho robot, como buena heredera del hip hop y Michael Jackson. 

Shakira, de 48 años, canta y baila como si el tiempo pasara sólo para su público: sin agitarse, sin pifiar, con vulnerabilidad y perreando en el piso incansablemente. Como si fuera poco, también es cálida y agradecida con su público: ingresó al escenario por una diagonal trazada dentro del campo delantero desde la derecha, con un populoso séquito de bailarines y fans que habían ganado un sorteo para poder tener de cerca y abrazar a la diva colombiana. Sobraban las pelucas violetas y los caderines, ansiosos por empezar a agitarse. 

Primer acto: un arranque inolvidable, enérgico, de fan service 

Una vez arriba del escenario, a las 21.10, Shakira apareció delante de una pantalla que la mostraba renaciendo desde la arena que la había cubierto en un desierto cruel. Tras la intro, el setlist comenzó con “La fuerte”, una colaboración con Bizarrap, la gran ausencia de la noche. Pero el público no tuvo oportunidad de extrañar al productor argentino, ya que la artista rompió los esquemas de la época y se presentó junto a una gran banda. 

Mientras otras músicas de primer nivel internacional permiten que su música se reproduzca desde consola, Shakira contó con el aporte de un ensamble impresionante, que tuvo guitarra eléctrica y criolla, bajo, batería, teclas, un piano de cola, acordeón, un trío de vientos, violín, percusión, tambores y coros. También la acompañaron 10 bailarines y 93 toneladas en equipos de alta tecnología. 

Aun así, no hay puesta en escena que pueda contrarrestar el chasco que es un show de tal magnitud en un lugar tan poco preparado como el Campo Argentino de Polo. Aunque detrás de la artista se desplegaba una enorme pantalla de 49 metros de largo por 9 de alto, “¿vos ves algo?”, era lo que repetía el público que estaba detrás de las torres de sonido, o sea, la mitad del campo. Una decepcionante realidad que se repite en cada presentación en este “venue” cuyo sonido también deja mucho que desear. Si bien conforme avanzó el show este aspecto pudo irse acomodando, es difícil perdonar que la voz de una cantante tan singular se escuche fundida entre los instrumentos. 

En el segundo tema, “Girl like me” (una colaboración que lanzó en 2020 con Black Eyed Peas) mostró su primer cambio de vestuario. En total, la colombiana tendría unos 12 looks distintos, con vestidos, faldas y pantalones de distintos estilos, acompañando sus diversas facetas musicales. También la sería protagonista desde el comienzo una puesta de luces dinámica, que incluyó el ya instalado brazalete para el público sincronizado con la propuesta del escenario. 

“Girl like me” es una oda a las latinoamericanas, por lo que la bandera argentina apareció sobre el escenario y los brazaletes brillaron con los colores de la bandera colombiana. Para el tercer tema, el clásico de ‘Fijación oral vol. 1’, “Las de la intuición” transformó al público en una explosión bolichera y lisérgica, que se fundió en “Estoy aquí”, tema que abría ‘Pies descalzos’ y fue su primer hit. Shakira y sus bailarinas agitaban unos lightsabers de colores mientras el público saltaba por primera vez, en una noche de alerta naranja por altas temperaturas. 

“Buenas noches, Buenos Aires. Qué emoción estar aquí después de 7 años, no saben las ganas que tenía de volver a este país y esta ciudad, que siento tan mía. Estaba contando los días y las horas. Definitivamente no hay mejor encuentro que el de una loba con su manada. Buenos Aires, esta noche somos uno”, saludó Shakira a su público que la alentaba con gritos y aplausos. 

Entonces Shakira se colgó la primera guitarra (electroacústica) de la noche y retomó su arista más rockera, uniendo Empire (de su disco ‘Shakira’, del 2014) e “Inevitable” (‘Dónde están los ladrones’, 1998). La banda sonó fuerte, sólida, y no sorprende porque varios de ellos —como el baterista Brendan Buckley— la acompañan desde hace más de 26 años. El público explota con los temas viejos: si bien se mantiene comprometido durante todo el show, la conexión con la etapa “veinteañera” de Shakira es inigualable. “Para ser más franca, nadie piensa en ti como lo hago yo. Aunque te dé lo mismo”, corearon unas 30 mil personas

Después de cada tema, el escenario funde a negro y hay silencio. Hay escenografía que acomodar. Cuando terminó el momento rockero, la diva volvió rodeada de luces rojas, con una máscara de soldadura y una mega pistola que tiraba chispas. Junto a un gramófono, un robot desvencijado que la diva comienza a arreglar. Suena “Te felicito” (colaboración con Rauw Alejandro) y luego “TQG” (con Karol G). El robot le lustra las botas dentro de una gran estructura con forma de corazón, pero no hay caso: el humanoide colapsa y ella lo lleva a una cama, donde le baila encima. Podría ser un momento banal, pero el groove del bajista es arrollador. 

La diva volvió a saludar, preguntó “cómo la están pasando” y habló sobre las dificultades de las últimas semanas. “Bienvenidos al tour de ‘Las mujeres facturan’”, ironizó y agregó: “A la próxima canción le cambié la letra, puede que no sea coincidencia”. Se calzó otra guitarra (una Fender Mustang rosada, con glitter) y tocó “Don’t bother”, alterando los versos en los que se menospreciaba por otros más combativos. Gerard Piqué es señalado como el destinatario de varias de estas afrontas. Una venganza indirecta. Dos camarógrafos la seguían por el escenario, pero ella no le quitaba los ojos de encima a su público

En la era de la inteligencia artificial, Shakira aprovechó los interludios para mostrar imágenes hechas por un equipo de más de 40 especialistas en CGI. En muchas de las animaciones aparecía ella en diferentes personificaciones: mujer, loba, sirena. Todo se fundió a negro y en la pantalla —que se divide mayormente en un tríptico— aparecieron una loba y sos dos lobeznos atravesando una tormenta feroz, para luego retozar bajo el sol. 

La colombiana salió al escenario con uno de sus mejores outfits, diseñado por Gaurav Gupta: un corset metálico con busto de loba y una falda con ondas que simboliza el océano Atlántico que separa su lugar de origen con el continente donde nacieron sus hijos. Un piano de cola acompañó la despojada “Acróstico”, en la que participan Sasha y Milán, los nenes que tuvo junto a Piqué. Sus voces fueron reproducidas desde consola y el público aplaudió fuerte, como si hubieran estado sobre el escenario. 

Las imágenes la mostraron como una sirena, hasta que el agua pareció derramarse hacia el escenario y Shakira bailó enérgicamente con pasos afrolatinos “Copa vacía”. El tema se fusionó con el hit del 2016 “La bicicleta”, una colaboración con su coterráneo Carlos Vives. Y como Rosalía, en modo motomami, tuvo una moto hecha de bailarines, Shakira no se quedó atrás. Tres integrantes de su cuerpo de danza se unieron para formar una bicicleta en la que la diva se sentó y hasta pedaleó un rato largo. 

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Sin cortar la buena racha musical, apareció “La tortura”, una colaboración con Alejandro Sanz de tal magnitud que no sólo Shakira replicó los pasos del videoclip sobre el escenario, sino que lo mismo hizo su público. Como tantas colaboraciones no podían cumplirse al pie de la letra, su banda se encargó de que no faltaran cantantes masculinos, coros y arreglos musicales de cualquier tipo. Al final de la canción, cuando Shakira resuelve: “Ya no voy a llorar por tí”, su contraparte masculina, Albert Menéndez (quien también toca el teclado con el mismo Saenz, hasta con Ricky Martin y Sting) aporta: “Las mujeres ya no lloran”

El escenario se puso oscuro de vuelta. En la pantalla se leía: “Dicen que la primera mujer nació de la costilla del hombre. La verdad es que de las caderas de la mujer nació el hombre. Pero nunca mienten”. Shakira avanzó por la pasarela que la acercaba al campo y la punta se elevó, dejándola en una plataforma alta. Bailó como si se exorcizara de un demonio afrolatino y lo mismo hizo todo su público. Era el momento de “Hips don’t lie” y lamentablemente ninguno de los presentes se animó a cantar la parte del rapero haitiano  Wyclef Jean, por lo que su voz sonó desde la grabación. 

Presumir una habilidad y destacar un rasgo físico propio no debe ser fácil cuando hay millones en todo el mundo observando tu carrera. Shakira destacó su cadera y no fue en vano. Es la diva del pop latino con una autoridad irreprochable: su cuerpo interpreta el ritmo como nadie, de a momentos hasta parece que su cadera va disociada del resto del cuerpo. En Buenos Aires también repitió el momento desconcertante que nos regaló en el show del entretiempo del Super Bowl de 2020, cuando buscó una cámara y lanzó el grito árabe zaghrouta, reconocible por lo agudo y la vibración que le da la lengua. 

 

Segundo acto: tener poder es que la gente te quiera 

Shakira se despidió del escenario agradeciendo al público y chocándole los cinco a sus bailarines. La pantalla rápidamente empezó a transmitir un falso vivo grabado en plano secuencia: la ves bajar por una pasarela y llegar a un camarín, donde la asisten para cambiarse y retocar el peinado, mientras ella comienza a cantar “Chantaje”, un tema que lanzó en 2016 junto a Maluma. Para cuando vuelve al escenario, el tema explota en una versión de salsa enérgica, con un exquisito trío de vientos y percusión tradicional. 

Luego llegó el momento de “Monotonía” (de 2022, colaboración con Ozuna) y, al terminar, Shakira comenzó a conversar con su público. Reflexionó sobre las similitudes entre Colombia y Argentina, remarcando la gestualidad y la utilización de onomatopeyas. Según contó, un sonido le quedó impregnado y así surgió un beat: chktch chktch, repitió. La base quedó sampleada así que sumó percusión, golpeando un tambor. Arrancaron los coros y se armó otra salsa: “Addicted to you”. Siguió “Loca”, con más arreglos de vientos deslumbrantes y llamaradas detrás del baterista. 

La gente coreó “olé, olé, olé, olé, Shaki, Shaki” y ella se rió y elogió: “Qué lindos son”. Entonces habló un poco más, esta vez sobre atravesar el umbral de los 40 años y estar soltera, remarcando las expectativas diferenciadas según el género. Pidió que gritaran los y las solteras y comentó: "Bueno, somos varios. Se puede ser feliz soltero o casado, lo importante es que uno se sienta libre. El amor es bonito, pero es más bonito el amor propio". 

Shakira arrancó “Soltera” bailando en un caño instalado dentro de una “S” metálica gigante. Aparte de la sensualidad ostensible en sus movimientos, su magnetismo también pasa por una capacidad categórica para transmitir felicidad. El escenario es su nicho ecológico, el movimiento, su forma de comunicación. Las letras de este capítulo de su carrera no son su fuerte, pero la canción se volvió a capella y terminó con una sensación de intimidad: quizás no sea la más refinada, pero es una fotografía clara sobre esta parte de su vida. 

Aunque sea su último lanzamiento con carácter rockero, “Cómo, dónde y cuándo” probablemente haya sido el momento menos memorable del show. Sin embargo, el mal trago pasó rápido porque con “Última” Shakira salió al escenario con el mayor drama posible. La pantalla mostraba un ojo llorando, la acompañaba un piano solemne y ella regaló un momento de alta costura inigualable: un vestido corte sirena enorme, con transparencias y cristales en la falda y el pecho. 

“Se nos rompió el amor a mitad de camino. ¿Cómo es que te cansaste de algo tan genuino? No trates de convencerme, te lo pido, que ya está decidido. Nos queda lo aprendido”, terminó de cantar la colombiana y dos haces de luces atravesaron el aire espeso de verano para dar justo con su pecho y, por un momento, todos creímos que la luz irradiaba de Shakira. 

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La artista salió del escenario y apareció en un contraluz inmenso. Todo se volvió rojo. El bajista tocó las primeras notas y el público estalló. “Ojos así” debe ser la responsable directa de la hegemonía de la danza árabe entre las niñas de principios del milenio. El hitazo de ‘Dónde están los ladrones’ lleva a su autora de mover el vientre arrodillada en el suelo a una minuciosa coreografía de manos a lo voguing. 

La versión es nueva: menos apurada, con unos gemidos que sirven de percusión entre cada verso y una instrumentación más despojada, con un beat electrónico. Parece la receta para un fracaso, pero sorprende para bien. Es el momento más intenso y dramático del recital, por lo que tiene un gran interludio para depurarlo con la danza. 

Shakira sale del escenario y, mientras recupera el aliento, en la pantalla hay un verdadero intervalo con un medley nostálgico. Suenan retazos de "¿Dónde estás corazón?", "Vuelve" y "Estoy aquí", junto con pequeñas entrevistas a la artista en la infancia y hasta imágenes de adolescente, la época en la que sacó sus primeros dos discos —hoy inasequibles— “Magia” (lanzado a sus 14 años) y “Peligro” (con 16 recién cumplidos). "Esa niña me recordó quién era y por qué estoy aquí", dice la voz actual de Shakira. 

Tercer acto: nostalgia para las masas y una mención a Cerati 

El guiño a su pasado es total. Shakira sale al escenario vestida de cuero rojo y, recién en la recta final del recital, aparece una canción que hace enloquecer a todo el público. “Pies descalzos, sueños blancos” suena más rockera que de costumbre y el campo parece una sábana agitándose. El guitarrista, Tim Mitchell, tocaba acostado en el suelo y la diva del pop le cantaba este verdadero himno a los gritos, frente al rostro. 

“Que noche mágica, Buenos Aires. En esta ciudad está buena parte de mi vida. Tantos recuerdos de amigos entrañables que ya no están, como Gustavo Cerati. Y ustedes, que siempre han estado allí, han sido mi fuerza, me han levantado. Gracias Argentina por comprenderme, apoyarme y quererme tanto como yo los quiero a ustedes. Antes de empezar esta gira me puse a investigar qué es lo más querían escuchar, les pregunté y tomé nota. Acá está 'Antología'”, anunció Shakira. 

“Y fue por ti que escribí más de cien canciones y hasta perdoné tus equivocaciones. Y conocí más de mil formas de besar. Y fue por ti que descubrí lo que es amar”, coreó el público, mientras la artista le acercaba el micrófono. Se había ubicado en el final de la pasarela, con una puesta minimalista: un tecladista y un percusionista, ella cantó sentada. Al terminar fue aplaudida con gran devoción y ella devolvió el cariño: “Ay, cómo los quiero, cómo los quiero, cómo los quiero. Los quiero abrazar a todos”, confesó. De fondo, se coreaba “olé, olé, olé, olé, Shaki, Shaki”. 

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“Esta canción que voy a cantar ahora la última vez que la hice fue en el tour anterior. La hemos redescubierto y nos gusta tocarla”. Así adelantó “Poem to a horse”, lanzada en ‘Servicio de lavandería’ (2004), en la que se revolcó en el suelo, gritó, bailó y recorrió todo el escenario. Luego llegó el turno de uno de los sencillos más memorables de aquel disco: “Te aviso, te anuncio (tango)”. Shakira se calzó una Jackson Rhoads dorada y tocó furiosamente sobre la plataforma que se elevó al final de la pasarela. Llamativamente, a la estrofa “rapeada” de “es tan patético, neurótico, satírico y psicótico…” eligió cantarla en inglés. 

Con dagas en las manos, como si fuese un Elhessja, la colombiana bailó “Suerte”, un despliegue apasionado que cuesta creer que alguna vez fue dedicado a un De la Rúa. “Lero lolelolé”, repetía el campo, mientras más fuego brotaba del escenario. A su finalización, fue el momento del tema oficial del Mundial de Fútbol del 2010: "Waka Waka (Esto es África)". Un coro de voces masculinas le dio el pie y el tema inauguró el segmento más colorido y alegre del repertorio. “África”, coreaba Shakira y era imposible no notar que este tema ofrecía más baile que canto. Estallaron los aplausos, mientras la imagen de Maradona trajeado aparecía en la mente de más de uno. 

El gran final: sí, ya entendimos Shakira, sos una loba 

La artista se preparaba para la última salida al escenario y, en tanto, la pantalla proyectaba un no tan sutil mensaje para la nueva pareja de su ex (como si no hubiera publicado suficientes ya). Se trató de los “10 mandamientos de las lobas”.

 “1-Protegerás y cuidarás a tu manada por encima de todo. 2-No pedirás permiso para ser tú misma. 3-Bailarás y cantarás cuando necesites curarte. 4- Aullarás, porque nadie puede silenciarte. 5-Una loba no ataca, se defiende. 6- Una loba no compite con otras lobas, se ayudan entre ellas. 7-No reprimirás tu naturaleza salvaje. 8- Elegirás tu camino sin que nadie te lo imponga. 9- Las lobas no codiciarán las posesiones de sus vecinos. ¡Claramente! 10- Una loba es una loba para siempre”, dictó. 

Mientras se enumeraban los axiomas, una loba gigante se inflaba sobre el escenario, mirando hacia el frente. Nada que envidiarle a Roger Waters. Cuando Shakira regresó, con un último cambio de look (un entero violeta con transparencias muy sugerentes), naturalmente, cantó “Loba”. La versión fue clubera y el público hizo un último esfuerzo por empezar a saltar, a pesar de la humedad. Shakira aulló y consultó: “¿Dónde están mis lobas esta noche?”. 

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“BZRP Music Sessions #53” es la colaboración que eligió Shakira para terminar su set en esta gira. El baile arrancó caliente, apretada contra dos bailarines. “Y una loba como yo no está pa' tipos como tú-uh-uh-uh-uh. Pa' tipos como tú, uh-uh-uh-uh. A ti te quedé grande y por eso estás con una igualita que tú-uh-uh-uh-uh”, cantaba la ídola que no aguantó más la distancia y se bajó del escenario, para volver a recorrer el camino que había tomado en el comienzo. 

En su paseo por el campo recibió abrazos y un beso acometedor en el cachete, mientras una bandera de Colombia flameaba contra el pasillo en el que la acompañaba una cámara. Todo eso, sin dejar de cantar y bailar. El gran final fue sobre el escenario nuevamente. Tuvo un beat rápido, a Shakira revoleando el pelo, tres sonidos de “¡ka ching!” (a lo caja registradora) tras el último “las mujeres ya no lloran” y una gran explosión de humo y papelitos que, en verdad, eran billetes. “Gracias, los quiero mucho”, atinó a decir Shakira, antes de desaparecer bajo una plataforma. 

A las 23.20 cerró la primera de dos fechas que pautó Shakira en Buenos Aires con su gira ‘Las mujeres ya no lloran’, y la llevará próximamente a México. Madres, hijas y parejas se fueron satisfechas. La ídola de siempre sigue invicta, enérgica, impecable. Y la lluvia dio un changüí para la vuelta a casa.