ANÁLISIS

Jorge Fernández Díaz: “Hay dos máquinas de mentir, el kirchnerismo y el mileismo”

El periodista consideró que el gobierno de Javier Milei busca disputarle al peronismo en sus propios términos y crear un nuevo relato en base a mentiras y medias verdades 

Jorge Fernández Díaz recibe el 81 Premio Nadal de novela en el Hotel Palace de Barcelona. Foto: Europa Press

El escritor Jorge Fernández Díaz analizó la actualidad política y consideró que la idea de “batalla cultural” que plantea el gobierno impone nuevos desafíos a la hora de hacer periodismo. “Por momentos, se genera la sensación de que estamos entre dos fuegos”, dijo en Modo Fontevecchia, por Net TV, Radio Perfil (AM 1190) y Radio JAI (FM 96.3).

Jorge Fernández Díaz es escritor y periodista. Es autor de diez novelas y una gran cantidad de cuentos, ensayos y crónicas. Como periodista, comenzó trabajando en las redacciones de los diarios La Razón y El Cronista, y en varias revistas de Editorial Atlántida. Fue parte del núcleo fundador del primer diario Perfil. En 1998 dirigió la revista Noticias de Editorial Perfil entre 2000 y 2003. Actualmente es columnista del diario La Nación y del diario ABC de España. Conduce en Radio Mitre el programa Pensándolo bien, con el que ganó dos premios Martín Fierro, y la consultora Poliarquía lo incluyó seis veces entre los diez periodistas más influyentes de la Argentina. También es miembro de la Academia Argentina de Letras y fue nombrado Personalidad Destacada por la Ciudad de Buenos Aires.

Jorge Fernández Díaz ganó en enero el Premio Nadal de novela, el más prestigioso de España, con su novela autobiográfica "El secreto de Marcial", inspirada en el enigma que representa para él su padre, un inmigrante asturiano. Más allá del reconocimiento, en términos literarios, cuando estabas ahí, supongo que en algún momento tu mente recorrió toda tu carrera. ¿Pensabas: "esto que me está pasando nunca me lo imaginé"? 

Muchas gracias, muchas gracias por esa presentación tan cariñosa. Mirá, yo sabía que el Nadal era el más prestigioso de España, pero no sabía que era una breaking news en España. Todas las programaciones de la televisión abierta y de cable se detienen para dar la noticia del ganador y te mandan encima los movileros. Te hacen hacer una rueda de prensa y, al día siguiente, hasta el taxista te reconoce. En España es tal la magnitud mediática que tiene que te hace temblar todo. Te confieso que, yo que estoy más o menos curtido con la exposición, sentí una especie de ataque de pánico, porque era un nivel que no conocía. Por supuesto, fue muy emocionante.

Vos sabés que mi padre cuando yo tenía 15 años descubrió que quería ser escritor y que después me quería meter en la bohemia del periodismo. Entonces, pensó que yo quería ser vago. Era un inmigrante, un mozo de café, y bueno, confundía la literatura con la vagancia y el periodismo con la mala vida. Me dio por perdido mucho tiempo. 

Entonces, volver a España y que él vuelva en forma de libro y de novela es una vuelta del destino muy conmovedora y muy irónica. "El secreto de Marcial" es una novela sobre mi padre. Yo había escrito sobre mi madre hace 22 años, pero mi padre ahí era un mero capítulo, un personaje secundario. Durante muchos años me persiguió la idea de que el padre nunca puede ser un personaje secundario. Solo que yo no terminaba de comprenderlo. 

Así que fue una gran satisfacción y una gran apuesta después de más de 45 años de periodista. Hice una apuesta más literaria, que es lo que vengo haciendo últimamente, y esto para mí ha sido muy conmovedor y muy importante. 

Por supuesto, siempre es difícil ser escritor y, a la vez, escritor de ficciones, y estar conectado con la más pura realidad. Uno entra y sale, y el periodismo ha sido la tumba de muchos escritores. La actualidad te toma y te come. Pero bueno, yo he aprendido, como vos sabés, durante muchísimo tiempo a entrar y salir de eso. He tenido una especie de doble vida. 

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Últimamente, esa vida está más inclinada hacia la literatura que hacia el periodismo informativo del día a día. Porque el periodismo es muchas cosas, no es solamente un canal de cable, una radio, una información, un diario, un minuto a minuto. También puede ser una forma de arte, una forma de ensayo, una forma de pensamiento. Esas partes me interesan más que el día a día. Se ve que me estoy volviendo mayor también.

Vos me acompañaste en el segundo día más triste de mi vida. El primero, obviamente, fue la muerte de mi padre y el segundo fue cuando tuvimos que cerrar el diario Perfil, el 31 de julio de 1998. Y vos estuviste estoico conmigo ahí, estuviste hasta cuando cambié la tapa. Hasta el último minuto hicimos lo que creíamos que era el mejor diario que se podía hacer en aquel momento. Así que el recuerdo me viene a la memoria también por lo de tu padre. Mi madre y sus padres son asturianos, así que también tengo una parte de contacto con eso. Estuve con vos y con tu vieja el día en que en la embajada de España te dieron un reconocimiento por aquel libro de tu mamá. 

Y aquel Jorge Fernández Díaz de hace casi un cuarto de siglo dedicaba muchísimo más tiempo al periodismo y muchísimo menos a la literatura. Aunque siempre tuvo esa doble vida, me imagino que ahora invierte el orden y dedica mucho más tiempo a la literatura que al periodismo. De cualquier forma, continúa siendo periodista. Me gustaría que, con esa cercanía y distancia de entrar y salir, le contaras a la audiencia qué cambió en el periodismo en estos últimos 25 años.

Cambió muchísimo con los sesgos de confirmación y las polarizaciones, sin duda. No voy a decir nada original con respecto a eso. El secreto de Marcial cuenta cómo nosotros nos formamos en el melodrama, no somos solo lo que comemos sino también lo que vimos. Y lo que vimos de chicos fueron formas del melodrama: las viejas películas que veíamos los sábados a la tarde, Hollywood en castellano, películas que después fueron obras maestras, pero que en ese momento no lo sabíamos.

Creo que una de las grandes novedades de los últimos 25 años, o quizás 20 años, es que el melodrama fue tomado muy intensamente por los gobiernos como una forma de generar relato y de construir permanentemente épica. Dividir a la gente en buenos y malos, lanzarse a una épica diaria y crear una novela desde el poder. Y después, desde otros partidos de la oposición, construir una contranovela. 

Por ejemplo, el kirchnerismo, fue una máquina de ficción, como ya lo había sido el peronismo en la década del 50. Era una máquina literaria de mitología y de contabilidad creativa. Creo que la gran función del periodismo durante mucho tiempo fue refutar los datos falsos y las falacias argumentales. El periodismo puro y duro se dedicó a refutar datos y luego a contraargumentar, explicando por qué algo era una falacia. En ese sentido, el periodismo fue encontrando un modo de supervivencia en esa función. 

El problema en Argentina es que, a un populismo de izquierda, no le sucedió un sistema republicano, sino un populismo de derecha que tiene su propia generación de información, novelas y ficciones. También este populismo de derecha, que encarna por Javier Milei, quiere dividir en buenos y malos, también quiere disputarle al peronismo en sus propios términos, crear su propia mitología y está todo el día operando con contabilidad creativa, con medias verdades, imponiendo criterios de la misma manera.

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Yo creo que Milei admira dos cosas: las dos experiencias más exitosas de construcción de poder en Argentina, que fueron el menemismo y el kirchnerismo. Al menemismo le copia las relaciones carnales, le copia el rumbo económico, le copia la idea de tener una mayoría automática en la Corte, tener cerca y de amigos a los de Comodoro Py. 

Y al kirchnerismo le copia la idea de Gramsci y Laclau, la idea de dividir en dos, de dar una batalla cultural, de plantear una lucha entre buenos y malos. Esa combinación explica en parte a Milei. Para el periodismo, esto es un problema enorme, porque antes había una sola máquina de mentir y ahora hay dos máquinas de mentir. Es muy complejo y por momentos, se genera la sensación de que estamos entre dos fuegos. Hay que tener mucho cuidado.

En la marcha del otro día, las dos máquinas de generar ficción estaban a pleno. Unos tratando de instalar la idea de la victimización, de que eran buenos jubilados que habían sido apaleados por las fuerzas del mal. Y los otros creando la sensación de que eran barrabravas del fútbol pagados y personajes siniestros que le habían pegado a los pobres policías. La verdad estaba en el medio y era confusa, sigue siendo confusa. Y entonces, el periodismo está complicado, y cuando hablo de periodismo, me refiero al periodismo profesional, no al militante.

Mientras vos hablabas, yo sonreía porque debés recordar cuál era nuestro lema en 1998. En realidad, no era nuestro, lo habíamos tomado del diario La República de Italia, en el Risorgimento italiano en la década del 60, cuando Italia se convierte en un país democrático, que era "un país normal". En 1998, pedíamos un país normal, en el que en lugar de tener una figura estrafalaria como Menem, tuviéramos gobernantes normales. 

Y en tu relato actual, hablás de que pasamos de una máquina de construir ficciones a otra igual, pero en el sentido opuesto. En el fondo, lo que planteamos es que el grado de péndulo entre derecha e izquierda se mantenga en 15 grados, no en 90. 

También me hizo pensar en la metáfora de El secreto de Marcial y la idea de que todos vivimos en una película, que la teatralización ha pasado a la política. El libro "Síndrome 1933" relata el ascenso de Hitler y tiene un capítulo interesantísimo, dedicado exclusivamente a los medios. Plantea que la primera gran máquina de mentira eficiente fue la de Goebbels en los años 30, luego Perón copia ese modelo en los 40 en Argentina, usando la radio como herramienta de propaganda. 

Luego la teatralización de la política pasó a la televisión y ahora pasó a las redes sociales. Parecería que la política ha sido cooptada por la teatralización. Ayer leí una columna genial del sociólogo Luis Costa, en la que decía que, en realidad, lo que ganó es la política. Porque la política hoy copó al periodismo. 

Es decir, la política tiene un discurso agonal en donde cada parte aprovecha el error de la otra para potenciar su supuesta virtud y sus aciertos para agrandarlos y la discusión, como diría Clausewitz es la “ guerra por otros medios”. Es una lógica de guerra. 

Mientras que en el periodismo y el derecho la lógica es distinta. Nosotros nos paramos en el medio, no somos parte de uno de los dos bandos. Entonces lo que decía Luis Costa es que lo que terminó pasando es que ahora la política terminó ganando y ocupó el lugar del teatro. ¿Te parece plausible este reflexión?

Me parece plausible y creo que todavía tenemos que seguir pensando lo que está pasando. La izquierda siempre tuvo un resentimiento con la “democracia burguesa” y la abrazaba a regañadientes. Pero ahora, en nombre de Occidente, desde la derecha vienen a cuestionar la democracia occidental, lo que nosotros llamaríamos un país normal, una democracia plena y funcionando. Esta es una gran novedad en el mundo: que, en nombre del liberalismo, vienen a destruir la democracia liberal o a deteriorarla, despreciarla y desdeñarla.  Entonces, quienes creemos en la democracia occidental tenemos que defendernos de ambas formas de deteriorarla. 

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Te cuento lo que me pasó con la marcha del otro día. Yo iba a hablar de mi novela en el programa de Joaquín Morales Solá. Yo iba a hablar de El secreto de Marcial, pero se había armado un lío gigantesco en la plaza. Y yo fui al aire y dije lo que me parecía y repito que hay una parte de verdad en lo que estaba diciendo. 

Dije que la idea de llevar barrabravas a una manifestación deslegitima cualquier clase de movilización, porque las barrabravas tienen que ver con la política, principalmente del peronismo, pero no solo del peronismo. En los últimos 25 años han sido fundamentales, han sido ejércitos del narcotráfico, han sido vínculos entre narcotráfico, mafia y política

Entonces, llevar a barrabravas en cualquier manifestación degrada completamente la mejor y la más noble de todas las causas. Yo dije esto dije esto porque se había instalado la idea de que las hinchadas habían sido convocadas a participar de la manifestación. Además el gobierno decía “hay barrabravas ahí” y se veía gente del fútbol produciendo daños. 

Y yo di por hecho que era verdad que las principales barras bravas de la Argentina estaban involucradas. Bueno, al día siguiente me di cuenta que no había pruebas de eso. Sí había pruebas de que había violentos de las canchas, algunos vinculados con algunas barrabravas, quizás algunos pagados, pero que las barrabravas orgánicamente no habían estado en la plaza. Y tenían coartadas.

Bueno, ese automatismo la idea de que, cuando vimos eso, vimos las 14 toneladas de piedras. Y esto tampoco es cierto porque las 14 toneladas de piedras fueron un golpe contra el parlamento hecho desde la plaza y desde adentro del parlamento. 

Es decir, a veces la velocidad del periodismo, sobre todo en el periodismo televisivo, donde uno tiene que opinar sobre cosas a gran velocidad, te hace cometer errores o imprecisiones. Me parece a mí que el gobierno explicó de manera amañada las cosas, de manera defectuosa y que rápidamente la máquina periodística compró lo que lo que el gobierno le vendía. Creo que hay una gran redacción en la Casa Rosada que está todo el tiempo enviando mensajes a los periodistas de cosas producidas por ellos. 

Y uno tiene que tener mucho cuidado de ver qué es verdad y qué no es verdad en esta historia. Yo creo que no está probado que las principales patotas hayan estado involucradas. Sí me parece que empieza a vislumbrarse con el tiempo, pero el gobierno no ha aportado pruebas todavía de que algunos violentos de las canchas fueron pagados y por ahí vuelven a ser pagados mañana. Hay que tener mucho cuidado mañana es un día absolutamente clave. 

El Ministerio de seguridad dijo que el policía que hirió a Grillo hizo lo correcto, que estaba dentro del protocolo y se vio que claramente no era así. Se revoleó información. Si vos decís que estuvieron involucrados tal intendente y tal intendente, desde el gobierno tenes que aportar pruebas de eso. Pruebas que se pueden conseguir con inteligencia criminal, no es tan difícil vigilar a los sospechosos y filmarlos y ver de dónde salen los personajes 

Pero bueno hubo un revoleo. Y el periodismo juega a gran velocidad, yo puedo decirlo porque no no trabajo en la tele, si trabajara en la tele estaría más expuesto al error seguramente y al prejuicio. Porque entra dentro de nuestra cabeza muy rápidamente el prejuicio. Entonces, no quiero cargar contra los colegas que trabajan en la televisión, pero sí quiero advertir que esa velocidad, con dos máquinas de generar mentiras y de producir mentiras, están más expuesto al error que nunca.

MC