Día 452: Clarín, Milei y la Ley de Bienes Culturales
De manera bastante paradójica, Javier Milei enfrenta a Clarín al igual que lo enfrentó el kirchnerismo, pero con la recurrencia de la palabra "quiebra" y el goce con el que parece pronunciarla.
Según sostuvo Javier Milei en la “conversación”, más que reportaje, que tuvo el domingo con el periodista Luis Majul, Clarín en 2002 estaba yéndose a la quiebra, o concurso de acreedores y después quiebra, según el Presidente. Para salvarse de ella, se reunieron en una casa de Banfield, en el sur de Buenos Aires, Magnetto, Duhalde, el entonces ministro de economía Remes Lenicov y “algunas personas más”, según dijo el Presidente. Allí acordaron la pesificación asimétrica, la modificación a la Ley de Concursos y Quiebras, sumando la Ley de Bienes Culturales.
De manera bastante paradójica, Milei enfrenta a Clarín, al igual que lo enfrentó el kirchnerismo. Por eso iniciamos esta columna de Modo Fontevecchia, por Net TV, Radio Perfil (AM 1190) y Radio JAI (FM 96.3) con un cántico de La Cámpora contra Clarín en las épocas de gloria del kirchnerismo.
Primero, vamos a refrescar las propias palabras de Milei en esta conversación el pasado domingo en LN+, donde mencionó la “Ley Clarín”. “A mediados de 2003, sale una ley que es de preservación de los bienes y patrimonios culturales, a la que en algún momento se la llamó ‘Ley Clarín’”, mencionó el mandatario.
A su vez, mencionó que dentro de esa ley había una modificación a la Ley de Concursos y quiebras, que decía que no podían avanzar los acreedores sobre esos bienes. “Usted entró a un concurso de acreedores, y como los acreedores no podían avanzar sobre esos bienes, se derrumbaron esos títulos de deuda”, dijo, y agregó: “Si tenés una deuda conmigo, y no podés ejecutar tu activo, tu deuda vale lo que yo quiera pagarte”.
Durante la entrevista –o conversación– con Majul, el Presidente también mencionó que esa reunión en Banfield, a Clarín, a la Ley de Concursos y Quiebras y a la posibilidad de que Clarín terminara en esa situación.
Pero varias son las distorsiones con lo que realmente sucedió en 2002. Comenzando porque en la reunión que cuenta Milei no estaba Magnetto sino Jorge Rendo, originalmente director de Legales y Relaciones Institucionales del Grupo Clarín y luego presidente del grupo. Fue el propio Rendo quien en el libro escrito por Martín Sivak titulado “Clarín, una historia" contó que también PERFIL apoyó la Ley de Bienes Culturales.
Vamos a ir esa historia. Pero previamente, para ponernos en clima de época 2002, vamos a analizar el discurso de la asunción del presidente Eduardo Duhalde, el 1 enero de ese año, cuando anunció una especie de dolarización rara y dijo: “El que depositó dólares recibirá dólares, el que depositó pesos, recibirá pesos”.
Luego, su ministro de Economía, Remes Lenicov, quien anunció lo contrario la pesificación asimétrica el 4 de febrero del mismo año. Durante un mes y cuatro días, la gente pensó que iba a recibir dólares por los depósitos que tenían en los bancos, hasta que Lenicov declaró: “Vamos a pesificar toda la economía Argentina. Todos los países tienen su propia moneda, y nosotros queremos nuestra autonomía y nuestra moneda”.
El expresidente Eduardo Duhalde
Por entonces, en el año 2002, había otro conglomerado multimedios que pretendía disputarle la hegemonía mediática a Clarín: el Citicorp Equity Investments, más conocido por el acrónimo CEI, grupo integrado entonces por Telefónica, fondos de inversión norteamericanos y entre otros por el banquero Raúl Moneta. Este conglomerado concentraba Cablevisión, Telefe, Canal 9, Editorial Atlántida y Radio Continental, entre varias otras radios y otros medios.
Una de las caras más visibles del CEI, el citado y controversial banquero Raúl Moneta, había lanzado un periódico escandaloso llamado El Guardián para difamar competidores y adversarios desde donde se machacaba llamando peyorativamente “Ley Clarín” a la Ley de Bienes Culturales.
Hay varias historias pero, como contó Jorge Rendo en el libro de Martín Sivak, yo le envié una carta al entonces presidente Duhalde, cosa que es cierto, diciendo que si tenía que elegir entre salvar a los bancos o a las empresas eligiera las empresas, porque si quedaban empresas podrían haber bancos, pero sin quedaban solo bancos no habría empresas ni más tarde tampoco bancos, y que a la peyorativamente bautizada por sus críticos “Ley Clarín” se le podría también agregar el nombre de PERFIL y el de cada uno de los medios de comunicación, porque abogábamos todos por ella con idéntico apoyo de todas las empresas tradicionales de medios de comunicación.
Milei confunde la salida de la Convertibilidad –la pesificación–, que devaluó el peso 75%, de un peso un dólar a un peso 0,25 dólar (dicho sea de paso, no como dijo Milei que se devaluó 400%, que es el aumento del dólar de 1 a 4 pesos, y no la devaluación del peso), con las consecuencias que ese terremoto que obligó a adaptaciones del orden jurídico para que siguiera existiendo mercado, como las modificaciones en los contratos y entre ellos la relación de acreedores y deudores, propias de una situación de crisis extrema ya que había sido el Estado quien rompió el primer contrato.
La Ley de Bienes Culturales, que le permitió a los medios de comunicación renegociar sus deudas en dólares beneficiando a los accionistas nacionales frente a los acreedores financieros para que los medios no pasaran a ser propiedad de fondos de inversión e instituciones financieras extranjeras, no solamente fue utilizada por Clarín.
Telefónica traspasó Canal 9 a Daniel Hadad quien inmediatamente presentó el canal en concurso de acreedores (la “pre-quiebra” según Milei), y lo mismo hizo América TV, o sea los todos los canales de televisión de entonces: El Trece, Canal 9 (sacado de la fusión con Telefe) y América TV. Lo mismo pasó con los principales medios gráficos, no solo Clarín, La Nación y Perfil también tuvieron que renegociar judicialmente con sus acreedores (lo que Milei llama “quebrar”).
Tampoco es cierto, como dice Milei, que los acreedores no tuvieran defensa. Cada proceso tuvo que ser aprobado en dos instancias judiciales y el Presidente debe recordar el resonado caso de la fiscal de la Cámara Comercial que impugnó los acuerdos de varias empresas entre ellas Clarín obligando a mejorar la situación de los acreedores. Esa fiscal se llamaba Gils Carbó, a quien luego Cristina Kirchner ascendió a procuradora general.
Y por último, no significó ningún perjuicio para el Estado ni para los contribuyentes ni un traspaso de recursos de un sector privilegiado frente a uno menos privilegiado, sino un laudo entre dos privados, uno nacional y otro mayoritariamente extranjero.
Pero lo interesante de este episodio de la historia económica argentina no es la crítica de Milei a Ley de Bienes Culturales –que como todo instrumento sujeto a opinión, merece opiniones críticas–, sino la recurrencia a la palabra quiebra y el goce con el que parece pronunciarla, lo que para una persona jurídica –una empresa– es lo mismo que la desaparición para una persona física.
Si Milei hubiese sido presidente de los Estados Unidos en el momento de la crisis financiera de las hipotecas entre 2007 y 2008, hubiera buscado despedir a Ben Bernanke –equivalente al presidente de nuestro Banco Central– para que no salvara del default a la mayoría de los bancos comprometidos y hubiera repetido la dolorosa experiencia de la crisis de 1929, propiciando una mayor cantidad de quiebras, o “purgas”, generando el efecto cadena que profundizó la crisis. Fue justamente el economista más odiado por Milei, Keynes, quien desarrolló el modelo económico contracíclico del estado interviniendo en recesiones después de la costosa experiencia de las quiebras de 1929, que es el canon de la economía moderna hace 100 años.
Argentina se recuperó rápido de la mayor crisis de su historia, que no fue la que asumió Milei, sino que fue la del fin de la Convertibilidad en el año 2002, gracias a las adaptaciones jurídicas que se realizaron a los contratos y a la obra del mejor ministro de economía de la democracia, el keynesiano Roberto Lavagna, de la misma forma que Estados Unidos superó la crisis de las hipotecas gracias al keynesiano Ben Bernake, quien luego fue Premio Nobel por sus estudios sobre las enseñanzas que dejó la crisis de 1929 y los remedios para no repetirla nunca más.
En síntesis, Clarín no hizo que se pesificara la economía y el Banco Central perdiera decenas de miles millones de dólares con la pesificación asimétrica como dice Milei. La salida de la Convertibilidad la produjo el mercado, porque había llegado a un punto donde la mayoría de los actores económicos determinantes creían que los costos de continuarla eran aún mayores que los altos costos de finalizarla.
Ningún economista niega la función creativa que tiene la destrucción de empresas que fabrican productos obsoletos, como sostenía Chumpeter con la conocida “destrucción creativa”, y hasta la función purgante que tienen las recesiones, como sostenía Adam Smith con su metáfora del árbol, que sacudido por el viento de la recesión, hace caer los frutos pasados y deja espacio para los nuevos. Pero confundir el devenir normal, ascendente y descendente de los flujos económicos, habituales en cualquier momento de la historia de un pais, con la mayor crisis estructural de la historia argentina, solo explica el interés de torturar la evidencia para utilizarla como arma de agresión contra adversarios.
Todos los días nacen y mueren viejos emprendimientos. Pero cuando se trata de organizaciones grandes con más de medio siglo en una actividad que han atravesados malos y buenos momentos de la economía, que han tenido éxito y fracasos con sus diferentes productos, la extinción de esas organizaciones representa una pérdida para el conjunto de la sociedad y no solo para los miles de trabajadores que la integran. Una empresa no es un producto que, como producto, tiene un ciclo vital y también fenece. Una empresa es un “saber hacer”, es conocimiento, conocimiento acumulado, como las capas geológicas, a través de generaciones, por lo que lleva no pocas décadas construir. Parte de su capital que no figura en el balance es esa experiencia.
La recurrencia de Milei con las quiebras imaginarias presentes o pasadas de las empresas que no se le someten a su voluntad por la causa que fuera, como PERFIL, Clarín o Techint y la UIA por el tema del dólar, tiene la misma raíz escatológica del goce que le produce el uso de insultos y metáforas de orden sexual. “Quiebra” tiene el mismo sentido tanático que sus insultos.
Ya en el terreno epistémico, Milei repite el error de confundir consecuencias con causas. Cada vez que el Banco Central tuvo enormes pérdidas, como con la nacionalización de la deuda privadas en los años 80, después de que la tablita de Martínez de Hoz no funcionase, o la pesificación asimétrica en 2002 –ambos ejemplos citados por Milei–, las respuestas fueron traumáticas, las desembocaduras de un previo fracaso. Ese fracaso previo es la causa irreductible de los planes económicos que casualmente tienen algunos puntos de similitud con el que hoy instrumenta el Gobierno y probablemente esté abriendo el paraguas.
Producción de texto e imágenes: Daniel Capalbo, Pablo Helman y Matías Rodríguez Ghrimoldi.
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