Día 425: No se puede ser liberal en cuotas
El liberalismo ha sido históricamente promovió la libertad individual y la defensa de las libertades civiles. ¿Es posible apoyar las políticas económicas de Milei y al mismo tiempo rechazar su agenda de odio y discriminación?
Luego del discurso de Milei en Davos y de la enorme marcha del pasado sábado impulsada por la comunidad LGBT, se desató una polémica dentro de quienes se perciben como liberales y apoyan al Gobierno. ¿Se puede estar a favor de la política económica del Gobierno y estar en contra de su agenda de odio, tan lejana al liberalismo? Para adentrarnos en este debate, elegimos empezar la columna de hoy de Modo Fontevecchia, por Net TV, Radio Perfil (AM 1190) y Radio JAI (FM 96.3) con este clásico del rock nacional, La Libertad, de Andrés Calamaro.
El liberalismo como tal nace como un movimiento revolucionario. Tal vez el más revolucionario de la historia de la humanidad. Es decir, fue el movimiento político que terminó con el régimen monárquico y absolutista dando paso a las democracias representativas. Pocos cambios políticos tuvieron tanto impacto en la historia como este proceso.
Antes de las revoluciones impulsadas por el liberalismo, la monarquía representaba un Estado fuertemente intervencionista en cada esfera de la vida de las personas. El Estado aplastaba a los campesinos con sus impuestos, les quitaba sus tierras, enviaba a sus hijos a la guerra y luego se endeudaban con la burguesía a la que no le pagaba luego esas deudas.
La población padecía muchas veces reinados de herederos ineptos y poco preparados. El liberalismo como movimiento político significó una ruptura con ese mundo. No solamente se buscaba libertad para comerciar, se buscaba libertad para opinar, discutir, elegir representantes. Es decir, se buscaba libertad para construir el proyecto de vida de cada quien, se logró establecer la idea de que cada cual es arquitecto de su propio destino.
El liberalismo parte del principio de que las personas deben estar lo más libres de restricciones que sea posible. Desde el punto de vista económico, la economía solo debe ser regulada por la ley de la oferta y la demanda, y el gobierno no debe restringir la libertad económica de los ciudadanos, limitándose a defender el país, proteger a los ciudadanos y construir obras públicas demasiado costosas para la iniciativa privada.
Por otra parte, desde el punto de vista político, abogan por la protección de las libertades civiles de todas las personas. Estas libertades incluyen la igualdad ante la ley y el derecho de reunirse y expresarse libremente. Así lo establecieron tanto la Carta de Derechos de los Estados Unidos, así como la declaración francesa de los Derechos del Hombre y el Ciudadano. Además, abogan por la división de poderes, buscando limitar el poder del Gobierno, impidiendo que los jefes de Estado se conviertan en mandatarios autoritarios.
Como podrán apreciar, esto está bastante lejos de las políticas impulsadas por el Gobierno de Javier Milei, lo que se hizo particularmente evidente luego del discurso de Davos, aunque también en otros momentos, como con sus declaraciones que evidencian un desdén por el respeto a la libertad de prensa y expresión. Hay periodistas que no solamente fueron insultados por sus opiniones, si no que hay periodistas como Marcelo Longobardi que perdieron sus trabajos por presiones del Gobierno.
“En el sistema formal de medios hay una presión o un miedo que hace que a las personas mas críticas del Gobierno se las vaya corriendo”, afirmaba Ernesto Tenembaum hablando del despido de Longobardi.
En relación al discurso de Davos, el Presidente estuvo ayer en una entrevista con Esteban Trebuq y reafirmó sus declaraciones contra la llamada ideología de género.
"La ideología de género llevada al extremo conduce al abuso, por ende, son pedófilos", aseguró el Presidente.
Exactamente lo que dijo en Davos y que luego planteó que fue editado. Ahora, en un medio que le es bastante condescendiente, con un periodista que no le hace repreguntas, planteó exactamente lo mismo.
En otro fragmento señaló algunos ejemplos de la supuesta aberraciones de la también supuesta ideología de género. "Separar al género de la biología no es gratis", sostuvo. “Tenés un hombre que se autopercibe mujer y se sube a un ring de boxeo y revienta a trompadas a las mujeres”. “Tenés otro caso, un hombre que lo meten preso, se autopercibe mujer, va con las mujeres, se viola a un montón, embaraza a una, ¡un disparate!”.
El supuesto hombre que se autopercibe mujer del cual habla Milei es Imane Khelif, boxeadora argelina de 25 años. Imane nació mujer. No es trans, nada de lo que dijo el Presidente es cierto. Es una mujer que nació mujer, que tiene vagina, útero y ovarios. Según algunos expertos, la boxeadora tiene altos niveles de testosterona en sangre. Pero es, como ya lo dijimos, una mujer.
De hecho ella es argelina. En ese país está prohibido el cambio de identidad de género. Si en realidad fuese hombre, tampoco estaría representando a su país en los juegos olímpicos, donde sucedió la pelea con la boxeadora italiana que el Presidente citó.
Milei también denunció que se “le está amputando el pene a criaturas”, lo que también es falso. En primer lugar hay que entender algo de base. Nadie decide ser trans, como nadie decide ser cis o nadie decide ser heterosexual. La identidad de género o la orientación sexual no es algo que se puede elegir. Es algo que sucede en la constitución psíquica de un sujeto. Algo que efectivamente comienza a suceder en la infancia.
La niñez trans es algo perfectamente posible, así como la niñez cis o las identidades de género que sean. Son comunes las historias de las personas trans que cuentan que de niños se vestían con la ropa de su madre a escondidas.
En segundo lugar, no hay operación de cambio de sexos en niños. Los cambios de sexo son a partir de los 16 años, luego de un proceso de atención psicológica presente. No va un niño de 6 años con su madre woke a un hospital a que le amputen el pene, eso no existe, no sucede así, es simplemente falso. Les recomiendo el libro “Yo nena, yo princesa”, de Gabriela Mansilla, para conocer todos estos procesos.
En su batalla cultural, el Presidente miente directamente. Sin ningún tipo de pudor. Hoy todo el mundo puede cotejar lo que dice con un celular y sin embargo, no le importa. Es como si la frustración de la sociedad producto de los proyectos que no pudo realizar o de las privaciones de la vida cotidiana sean canalizadas hacia las minorías con tanta facilidad que no hace falta siquiera basarse en datos correctos.
¿Ese es el país que queremos construir? ¿Cuántos puntos por debajo de la inflación valen el desprecio al otro? Son preguntas válidas a la hora de pensar en si apoyar al Gobierno o no.
No es la primera vez que para los liberales se presenta esta dicotomía. Durante la dictadura militar, se decía que se podía apoyar al autodenominado Proceso de Reorganización Nacional porque liberal en lo económico, aunque era una dictadura en lo político.
Finalmente, fue un desastre en lo político y también fue un desastre en lo económico. Si nos ponemos técnicos, la tablita de Martínez de Hoz no era estrictamente liberal.
Otro ejemplo fue el de De La Rúa, que intentó sostener el modelo económico menemista tratando de desterrar el problema de la corrupción. Finalmente, ese esfuerzo también estalló, porque la corrupción menemista estaba profundamente anclada en las transformaciones económicas que llevaba adelante el modelo. Es decir, se compraban voluntades en el Congreso para votar las privatizaciones, los cambios en la legislación laboral y luego se operaba sobre la Justicia para que falle a favor del Gobierno. Todo lo contrario a un gobierno liberal.
Con todo esto, lo que queremos decir es que no se puede apoyar un aspecto de un Gobierno y rechazar lo otro, cuando eso “otro” es tan opuesto. Porque un Gobierno lo que construye es un modelo que tiene sus diferentes políticas interconectadas.
El periodista Alejandro Bercovich opinó sobre esta discusión. El 28 de enero afirmó que “no podés pensar que está mal que digan que los homosexuales son pedófilos y ponerte contento cuando cierran los hospitales que atienden a las trans y los gays pobres”.
Entre las manifestaciones de que sí se puede apoyar la política económica del Gobierno y estar en contra de su batalla cultural, por así decirlo, se encuentran dos notas de la Revista Seúl. Una de ellas, titulada La Bosta y la Seda, los senderos de Milei, de Luis Alberto Romero, y la otra titulada “No es obligatorio comprar el combo completo”, de Iván Carrino.
La última nota plantea la siguiente conclusión: “El combo no se compra completo, existe un importante grupo de personas que quiere libertad económica para progresar y tolerancia e inclusión para convivir en forma pacífica. Esperemos que Milei vaya acercándose cada vez más a este grupo y abandone a los que creen que para arreglar una economía hace falta restaurar valores que marginaron históricamente a las minorías, condenandolos a vivir sin libertad y sin respeto por su proyecto de vida”.
Luego de todo lo que vimos, de la entrevista que le concedió a Esteban Trebuq volvió a subir la apuesta, ¿estaríamos en condiciones de decir que Milei se acerca a este grupo o se aleja? Preguntando de manera más directa, ¿hasta cuánto se puede soportar un gobierno con el que se está de acuerdo con algunas medidas económicas cuando tiene una agenda de exclusión que se vuelve cada vez más presente?
Hay una explicación a esto que, inclusive, está tácita por considerarse políticamente incorrecto. Muchas personas de buena fe creen que hace falta un poco de “autoritarismo” en el Gobierno, porque si no, los peronistas “se lo llevarían puesto”.
Podemos también hacernos la pregunta contraria: ¿cómo los libertarios hacen para sostener que se puede ser liberal y conservaor al mismo tiempo?
Uno de los ideólogos del Gobierno, Agustín Laje, lo respondió en 2023, cuand afirmó: “Mi filosofía política es de un libertarianismo conservador”.
Cuando el entrevistador le preguntó cómo podía ser esto, dado que “liberal” y “conservador” parecen ser términos contradictorios, Laje responde: “parece ser, pero hay puntos de contacto importantes”.
Y procede a explicar: ”Un libertario quiere menos poder al Estado y a la clase política, menos impuestos y gastos públicos, y más poder en la sociedad civil. Un conservador quiere conservar muchas cosas importantes de la sociedad civil que están siendo atacadas por el poder político, por ejemplo la familia, las costumbres, las tradiciones, la moral. Al final del día, un conservador con costumbres morales buenas puede ser más libre que una persona que no tenga moral”.
Si Laje hubiera venido a la Argentina en la década del 30, la Década Infame, con los primeros golpes militares que tuvo la Argentina, ese era el planteo: ser conservador y liberal, lo que resulta un oxímoron.
La justificación filosófica que tiene Agustín Laje para que un gobierno libertario tenga un Estado muy intervencionista en la vida de las personas es la moral.
Este fragmento es interesante porque, según Milei, la sociedad actual es una sociedad decadente, con problemas de lazos sociales y divisiones entre género y clase que son peligrosas. ¿Estará eso en el fondo del populismo del Gobierno? ¿Tendrá Milei en la cabeza lo mismo que Laje? ¿Pensará que para ordenar la economía y la sociedad hace falta primero un Estado intervencionista para luego dar lugar al verdadero libertarianismo?
Son preguntas inquietantes, cuando empieza a atacar a minorías y opositores con fake news, cuando hace intento de castigar al periodismo y busca cercenar el derecho a la protesta con el protocolo antipiquetes, algo que sin embargo fue puesto en crisis con la marcha del sábado.
En síntesis, el problema de un verdadero liberal es cuando piensa que hace falta un presidente “un poquito facho” para llevar adelante un liberalismo económico, una piedra con la que hemos chocado prácticamente desde que somos una repúblic.
Según el politólogo Andrés Malamud, en realidad Milei empieza a ser una deriva hacia un populismo de derecha a lo Trump o Bolsonaro, cada vez más obviando los aspectos económicos y centrándose en la batalla cultural, escuchemos el fragmento.
El 2 de febrero, Malamud afirmó que "antes de Davos era un Milei económico, después de Davos es un Milei cultural, parece que el acento cambió". El politólogo afirma que “se va convirtiendo en algo parecido a los otros (referentes de la nueva ultraderecha)” que son particularistas y no universalistas.
Técnicamente, Milei tiene muchas políticas económicas que son opuestas al liberalismo. Tiene totalmente intervenido el precio del dólar y los salarios con el techo a las paritarias. También un atraso cambiario, que muchos analistas sostienen que derivará en una devaluación que, probablemente, ponga todo en su lugar; y lo que parecía un Gobierno liberal con algunos rasgos autoritarios se muestre como lo que verdaderamente es: otro proyecto populista que quiso quedarse en el poder echando mano a la vieja receta de un dólar barato.
Mao planteaba una distinción entre las contradicciones primarias, fundamentales, y las contradicciones secundarias, más superficiales y que se pueden “dejar pasar”. Uno debe compartir la vida con personas que no son idénticas a uno, como dijo Lula cuando argumentó que no se dedicó a la política para estar con todas personas que piensen igual a él, sino para convencer, o al menos armonizar con los que piensan distinto, porque la política es la construcción de esa diversidad.
¿Cuáles son las contradicciones secundarias, que uno puede disculpar, y cuáles las primarias, fundamentales, en la Argentina actual?
Si uno considera que para que una economía funcione es fundamental que haya instituciones coherentes que ordenen lo político y lo cultural. Por más que la economía esté de acuerdo con las ideas de uno, si todo lo demás no lo está, más tarde o más temprano va a fracasar. Y al revés, si uno cree que lo más importante son los valores, la cultura, la democracia, más tarde o más temprano la economía encontrará su camino. Son dos perspectivas respecto a qué es lo importante y qué es lo accesorio.
Espero que el liberalismo se dé cuenta a quién está apoyando antes de que suceda un cataclismo.
Producción de texto e imágenes: Daniel Capalbo, Pablo Helman y Matías Rodríguez Ghrimoldi.
FM
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