El Editorial de Jorge Fontevecchia

Día 371: Conmigo no, Javier y Cristina, conmigo no

Beatriz Sarlo marcó la historia cultural y política de Argentina con su intelecto afilado y su capacidad de pensar sin dogmas. Fue una crítica inquebrantable, desde la dictadura militar hasta los relatos del kirchnerismo, Macri y Milei. Su legado, tan provocador como esencial, seguirá iluminando los debates necesarios para fortalecer una cultura democrática.

Beatriz Sarlo en 678 Foto: Captura de TV

Encaramos la columna de hoy de Modo Fontevecchia, por Net TV, Radio Perfil (AM 1190) y Radio Amadeus (FM 91.1) no sin tristeza. Vamos a dedicarla a homenajear a una gran intelectual argentina, polemista, analista política, escritora y crítica cultural. Estamos hablando de Beatriz Sarlo que, como sabemos, murió ayer en Buenos Aires a los 82 años

Beatriz fue militante de izquierda en tiempo de represión militar, fundó una revista cultural clandestina en la última dictadura militar que con el regreso de la democracia se transformó en la creadora de un canon literario y cultural en nuestro país, estamos hablando de Punto de Vista. Criticó a todos los gobiernos, fue una polemista temible que puso en jaque todos los relatos políticos y nunca se dejó llevar por opiniones de mayorías circunstanciales. Por eso, elegimos abrir la columna de hoy con “Siempre digo lo que pienso”, una canción de Calle 13, porque probablemente, esa sea una de las claves para analizar la potencia de Sarlo para pensar sin dogmas y opinar sin callarse, aunque gobierne una dictadura militar. 

El dirigente y pensador comunista italiano Antonio Gramsci habló de los intelectuales orgánicos. Aquellos pensadores que desde la burguesía o la clase obrera, disputan ideológicamente a través de la batalla de ideas de proyectos políticos antagónicos. Para pensar a Beatriz Sarlo habría que poner este concepto patas para arriba. Tal vez, porque como dice Cristina Kirchner, alguien a quien Sarlo criticó durante años, Argentina es el país donde mueren las teorías. 

Sarlo, sería en ese caso, una intelectual inorgánica. No porque no estuviese preocupada por los derechos de los sectores populares. Si no porque se permitía pensar sin dogmas, sin supuestos. No desde un proyecto político, sino sobre un método crítico. Tal vez esa sea la razón por la que criticó a todos los gobiernos, liberales y progresistas, democracias o dictaduras.   

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Una cita de Juan José Saer, un escritor que fue canonizado por Sarlo y su revista Punto de Vista, dice: “es más fácil mantener una idea vaga sobre los acontecimientos, y obrar de acuerdo con ella, como generalmente sucede, que tratar de encontrar un sentido sólido de la realidad”.  

Esta cita, en tiempos de fake news y redes sociales, en los que las audiencias muchas veces confirman lo que ya creen, se mantiene totalmente vigente. Bueno, Beatriz Sarlo no hizo lo más fácil. Se atrevió a pensar, a escribir y a polemizar contra todas estas ideas vagas que se hacían discursos hegemónicos en Argentina. 

A fines de los sesenta y durante todos los 70, no sólo militó contra las dictaduras militares. Además, polemizó contra los métodos de la guerrilla. Ella creía que la izquierda debía convencer políticamente a la sociedad para generar los cambios necesarios. Luego evolucionó hacia posiciones socialdemócratas y fue una gran crítica de la deriva que tuvo el peronismo tanto en su fase menemista, como con el kirchnerismo. 

Durante una entrevista con Tomás Rebord, contó sobre la importancia de su club, Ferro, que “la salvó” durante la dictadura. “Ferro me salvó durante la dictadura militar. Me salvó en el sentido de que yo no tenía donde estar, prácticamente, y descubrí que en Ferro no me iban a marcar, y jugué al tenis ahí”, cuenta.

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Años después del juicio a las juntas, cuando el menemismo había impulsado los indultos a las cúpulas militares, esto opinaba Sarlo, en 1996, sobre la memoria de la sociedad argentina con respecto a los crímenes de lesa humanidad. 

“Los militares se podrán salvar desde lo judicial, pero las sociedades tienen dos tipos de juicios, un juicio judicial y otro moral. El juicio moral queda abierto. Hay algo del orden de lo moral que se inició con el juicio a las juntas militares que no hay ‘punto final’ ni ‘obediencia de vida’ que pueda cerrarlo”.

Sarlo  fue una polemista temible que puso en jaque todos los relatos políticos, independientemente de la ideología del gobierno de turno.

Cuando el kirchnerismo fue hegemónico, discutió el relato que se estaba creando y apuntó sobre los puntos oscuros del llamado “modelo nacional y popular”. Criticó la megaminería a cielo abierto, la represión a los pueblos originarios, el ataque al periodismo, la falta de acuerdos con la oposición y muchos otros puntos. 

“Kirchner era un político muy inteligente, pero carente de escrúpulos, como lo hizo en Santa Cruz y lo siguió ejerciendo en la presidencia”, afirmó la intelectual. “Los Kirchner eran muy parecidos a la sociedad argentina en los 70 después del golpe de Estado, que estaba en otra cosa”.

El kirchnerismo nunca va en contra de la corriente, esa sería una definición sintética, lúcida y profunda. Sería interesante preguntarle en estos tiempos, sobre los acuerdos entre el kirchnerismo y el gobierno libertario, y sobre varios puntos en la actualidad.

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En el 2010, en un debate con Horacio Gonzáles sobre el bicentenario organizado por el gobierno kirchnerista, Sarlo afirmó: “No soy de las personas que se entusiasmó con el bicentenario, creo que hay un nacionalismo por default, osea me parece que no pasó nada en esos días que pueda significar algo para adelante”.

Es interesante como con el tiempo, las opiniones de Sarlo se ven mucho más nítidas que en ese momento. Cuando fue el bicentenario realmente el kirchnerismo había copado la escena pública con su agenda. No era tan fácil ver la desconexión entre esa apuesta de la propaganda estatal y los intereses de la sociedad. 

Fue una gran polemista contra la Ley de Medios. Escuchemos otro debate que tuvo, quizás contra su antagonista intelectual clásico, Horacio González, en el año 2014 en nuestro programa Periodismo Puro

“La ley de medios tiene nombre y apellido, no tiene que llegar al parlamento. A lo mejor Clarín y Magnetto se merecen todos los males del mundo, no lo sé, pero la ley tenía una etiqueta con nombre y apellido, y así fue identificada por las grandes mayorías”, criticó Sarlo. Y agregó: “Todos los organismos que se mencionan en esta ley tenían mayoría del poder ejecutivo, y de lo que se hablaba de los medios que iban a hacer para los pueblos originarios y espacios populares, que todo el mundo iba a tener su radio y su canal de televisión, no se puso nada en la ley. (...) Lo cual indica cuál es la verdad de la ley”.

El día que Horacio González y Beatriz Sarlo debatieron sobre "relato kirchnerista" en PERFIL

Sarlo llegó al periodismo de grande. Fue columnista en La Nación, tuvo una columna dominical en Viva de Clarín y en Perfil tuvimos el honor de tenerla como columnista de política. Por algún motivo se quedó en Perfil. Quizás porque compartía esa actitud iconoclasta, o esa actitud de “clase media”, que también identificaba en Ferro, y esa actitud de no callarse nunca, y finalmente pelearse con todos. Si entran ahora en Perfil.com pueden leer todas sus columnas. Este fin de semana, en su homenaje en nuestra edición impresa, vamos a publicar un suplemento con lo mejor de sus aportes en nuestro medio.

Beatriz no tenía un buen concepto del llamado “periodismo militante”, razón por la cual, el programa 6,7,8 en tiempos de hegemonía kirchnerista no era de su agrado. Sin embargo, cada vez que la invitaban, acudía y opinaba, como siempre, sin ningún tipo de autocensura. Escuchemos un fragmento en el que critica un informe del programa y vierte algunos conceptos interesantes. 

En mayo de 2011, invitada en 678, comentó un informe del programa. "Habría que matizar la idea de que las elites que escriben nos engañan". “Esa idea de que ‘las élites nos engañan’, desde la Revolución Francesa, es una idea que permite movilizaciones plebeyas, populares, pero no siempre es una idea que se ajuste a los hechos, porque lo que está sentado alrededor de esta mesa es una elite, y ninguno de ustedes estaría dispuesto a suscribir que está engañando a la gente”, argumentó.

En esa misma entrevista, Orlando Barone reconoce que trabajar en un organismo oficial implica ciertas concesiones intelectuales, un “trazo grueso”, así como lo hace el médico que trabaja en un hospital público y tiene que atender a miles de pacientes, pero al menos “no es un lugar donde se ocultan crímenes de lesa humanidad”. Ante este comentario, Sarlo explota: “Conmigo no, Barone, yo no voy a responder por los medios en los que trabajo y soy columnista, así como vos no vas a responder por la revista Extra donde trabajaste en los 90, los análisis de ADN tienen que ser hechos”. Esa respuesta la bautizó popularmente, me parece, convirtiéndola en una celebridad masiva, y es la inspiración para el título de nuestra columna de hoy.

Con respecto a la ola feminista, se puede decir con claridad que Beatriz Salor fue una precursora a su manera. En 1997, admitió junto a otras mujeres ilustres que ella había abortado. Esto lo hizo en una célebre nota de la revista Tres Puntos. Vamos a ver la tapa. 

“Yo Aborté”, la tapa de la revista Tres Puntos donde Sarlo, junto a otras célebres mujeres, anticipan la ola feminista hace más de 30 años.

Sin embargo, Beatriz no comulgó con las ideas de la cancelación y lo políticamente correcto. Escuchemos un fragmento al respecto. “No estoy de acuerdo con lo políticamente correcto”, dijo en 2018 durante una charla aniversario de la revista Barcelona. “No estoy de acuerdo con que hay que trazar un campo dentro del cual se va a hacer rumor políticamente correcto, o ideológicamente correcto, y otro queda afuera. Dejemos de lado los estereotipos de la mujer y veamos cuáles fueron las reacciones del mundo islámico cuando una revista francesa  publicó a un islámico con un turbante que simulaba un proyectil atómico. Ese fue un acto de gran crítica política al islam, y uno podría decir: ‘Bueno, no todo el islam es así, es un horror, no es políticamente correcto’, pero la revista defendió a fondo su libertad”.

Luego, Sarlo cuestionó “la crueldad de clase” del macrismo, la “desorientación” del albertismo y advirtió los profundos cambios en la sociedad que se estaban generando en la previa al ascenso de Javier Milei al poder. Del actual presidente dijo que “introducía un discurso bestial” en la política, y que era un “populista sin esfuerzo”, “proyecto de líder grotesco con discurso de ‘pibe de barrio’ mezclado con economía política”. 

En este mismo programa, Modo Fontevecchia, se le realizaron sus últimas dos entrevistas. En una de ellas, la intelectual afirma que "cuando Milei ataca al periodismo, disminuye su capacidad de ver la realidad".

Durante su última entrevista, el 20 de septiembre pasado, durante su última entrevista, explicó: "Milei tiene un discurso populista que mezcla con uno economicista. Eso no lo hacía Menem, para poner un ejemplo. Menem podía tener un discurso populista, y podía tomar observaciones economicistas, pero no quedan mezcladas de ese modo, ni perdía su perfil de dirigente político ‘próximo al pueblo’ por razones ideológicas". “El discurso bestial de Milei mezcla todo y sintetiza todos los problemas que él sabe que son complejos, es inadecuado para que los seguidores e incluso opositores puedan analizar las matrices ideológicas y culturales de ese discurso”, sostuvo.

Su proyecto fue siempre la construcción de una socialdemocracia en Argentina. Según el periodista Jorge Fernandez Díaz, quien fue su amigo personal, ella discutía con otros personajes como Juan José Sebrelli sobre qué hacer mientras esta socialdemocracia no existía. Sarlo no estaba de acuerdo en cualquier tipo de alianza para superar al peronismo y el kirchnerismo.

Cómo imaginaba su partida Beatriz Sarlo en 2019: "Sueño con una muerte próxima y sin aspavientos" | Perfil

Siempre dijo lo que pensaba, siempre intentó pensar en profundidad los temas de nuestro país y el mundo. Una intelectual “inorgánica”, en el mejor de los sentidos. Al contrario de Gramsci pero a la vez tan parecida a Gramsci. Esperemos que sus alumnos de la Facultad de Filosofía y Letra en Puan, y que los lectores de sus columnas en Perfil y sus libros, puedan continuar con su crítica y reflexión, para seguir discutiendo todo lo que necesitamos seguir discutiendo en nuestra democracia. 

Con Gustavo González, el otro miembro de Perfil que forma parte de la Academia Nacional de Periodismo, tuvimos el honor de haberla propuesto para ser académica en la Academia, junto con otra persona de Perfil en aquel momento, Santo Biasatti, en 2021.

Previamente, en las épocas de conflicto entre el periodismo y el gobierno misionista, aceptó, junto con otro columnista de Perfil, Tomás Abraham, dar una conferencia en la Biblioteca Nacional sobre la relación entre el periodismo y el kirchnerismo. En aquel momento, la Biblioteca Nacional era conducida por Horacio González.

Con Gustavo González tuvimos también el privilegio de compartir un almuerzo con ella hace muy poco, el 11 de noviembre. Hace un mes vino a almorzar aquí, a Perfil, e insistimos en invitarla porque sabíamos que no estaba saliendo de su casa, que se encontraba recluida. Todo esto tiene que ver con la muerte de su marido, en marzo de 2023, Rafael Filippelli, quien era un lector muy fiel del diario Perfil. Supongo que fue él quien nos acercó a Beatriz a la editorial. El cineasta y lector fanático del diario no lograba en otros medios escribir lo que deseaba, porque siempre quería pelearse con todos y criticar a todos. Eso nos unió. A la memoria de Beatriz Sarlo dedicamos la apertura del programa de hoy.

Producción de texto e imágenes: Daniel Capalbo, Pablo Helman y Matías Rodríguez Ghrimoldi.

FM