El editorial de Jorge Fontevecchia

Día 325: Presidentes de un solo problema

Esta semana se cumplieron 41 años del triunfo de Raúl Alfonsín y 14 años de la muerte de Néstor Kirchner. Los dos encontraron un problema para solucionar del cual se desprendían todos los demás. En un momento en el que el consenso democrático parece estar en crisis, recordamos a estos dos líderes.

Néstor Kirchner y Raúl Alfonsín: los presidentes de un solo problema Foto: cedoc

Raúl Alfonsín y Néstor Kirchner fueron presidentes que lograron resolver un gran problema, un problema que los antecedía y era fundamental. En el caso de Alfonsín las dictaduras, y en el caso de Néstor Kirchner el desempleo. Al revés, ni Mauricio Macri ni Alberto Fernández tenían un único problema, tal vez eso hace que sea más difícil pensar en su legado y haya sido más difícil lograr contar con adherentes. Un problema para solucionar del cual se desprenden todos los demás, en el 83 la dictadura y en el 2003 la necesidad de generar un aumento del empleo y una reducción de la pobreza”, analizó Jorge Fontevecchia en el editorial de Modo Fontevecchia, por Net TV y Radio Perfil (AM 1190) del miércoles 30 de octubre de 2024.

Hace 41 años, un día como hoy, se fundaba en la Argentina lo que más allá de los errores y aciertos fue algo muy diferente a lo anterior. Después de casi 53 años de dictaduras, en las que hubo breves períodos de democracia, el triunfo de Raúl Alfonsín llegaba con un mensaje: la necesidad de justicia, de reparación, de nuevas formas de diálogo, inaugurando hasta hoy el proceso de 41 años de democracia.

Esta semana hubo otro aniversario significativo. El 27 de octubre de 2010 murió el otro líder político de la democracia actual, Néstor Kirchner. Esta columna busca comparar ambas figuras, en un momento en el que el consenso democrático parece estar en crisis. 

Pablo Gerchunoff, que es el principal historiador de la economía argentina, suele decir que nuestro país se sostiene en dos nostalgias: la de la Argentina exportadora, representada por la generación del 80, a comienzos del siglo XX, con la impronta de Julio Argentino Roca, y la de la distribución, cuyo eje estaría signado por la figura de Juan Perón y todo lo que se suscitó a partir de 1945.  

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Superar dialécticamente ese péndulo parece ser uno de los desafíos para el desarrollo. En tiempos del experimento que encara Javier Milei, podemos decir que hay dos nostalgias más que se suman: la de la restauración democrática, encarnada en la figura de Raúl Alfonsín, y la de cierto piso básico de necesidades satisfechas y estado de bienestar, que tuvo Néstor Kirchner.

Podría decirse que ambos, tanto Néstor Kirchner como Raúl Alfonsín, encarnaron procesos históricos más grandes que ellos mismos. En el caso del dirigente radical, las ansias de democracia y de convivencia pacífica que existían en la sociedad argentina se volvieron con todo contra el peronismo con la famosa quema del cajón de Herminio Iglesias. Alfonsín tuvo la inteligencia política de evocarlas con elementos de su campaña. “Somos la vida, somos la paz” se coreaba para terminar con somos el juicio a la Junta Militar”. Porque, a diferencia del peronismo, Alfonsín fue a fondo con esa promesa que no era nada sencilla y que representaba un riesgo hasta físico: juzgar a los máximos responsables de la desaparición, tortura y muerte de 30 mil personas, que más allá de la cantidad exacta representan un significante que tiene como epicentro todo lo malo que pasó durante la última dictadura.

El peronismo, en ese momento, encarnado en figuras como Ítalo Luder, representaba el “pacto sindical militar”, como había denunciado inteligentemente Alfonsín. 

Por otro lado, Néstor Kirchner asumió en un contexto en el que una mayoría social no toleraba más ajustes y miseria. Hubo una irrupción popular, una rebelión de sectores medios y empobrecidos que puso en la agenda pública las necesidades sociales. Además, la salida de la convertibilidad, que le costó su carrera política a Eduardo Duhalde, luego del asesinato de Kosteki y Santillán, sumado al boom de precios de las materias primas, le dejó una macroeconomía ordenada, fundamentalmente por Roberto Lavagna, y encontró la posibilidad de que el Estado pudiera hacer una ayuda social. Fue ese momento el que interpretó Néstor Kirchner, también con absoluta inteligencia y desde el cual construyó poder. Cada uno de los dos encontró un elemento que la sociedad pedía como principal.

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Vamos a hacer un racconto de las presidencias de ambos y vamos a tratar de explicar por qué es más fácil tener éxito siendo presidente de un solo problema, en el caso de Alfonsín terminar con las dictaduras y en el caso de Néstor Kirchner disminuir la pobreza y el desempleo, y cómo esto puede ser la misma oportunidad que puede tener Javier Milei de enfrentar un solo problema, como la inflación. 

Un ejemplo es la ventaja que tiene el presidente de El Salvador, Bukele, donde también había “un solo problema”: la inseguridad, que él solucionó. Cuando hay un solo problema del que se desprenden los demás, la sociedad acepta que todo lo demás pueda estar mal o más o menos en la medida que se solucione ese problema.

Raúl Alfonsín y las ansias de democracia

En este sentido, vamos a empezar con el primer solucionador de un problema: Raúl Alfonsín y las dictaduras militares que tenían cansada a la Argentina después de 53 años de ellas. 

En el discurso de cierre de campaña, el 26 de octubre de 1983, Raúl Alfonsín anunció el fin de la dictadura, la corrupción de la época y la Argentina del desamparo: “Vuelve la democracia a nuestro país”. Escuchar los discursos de Alfonsín refleja la diferencia de nivel de orador que tenía el dirigente radical con la enorme mayoría de los políticos en la actualidad. 

Otro famoso fragmento de Alfonsín es cuando el radical defendió la lucha social: “Si nos preguntan por qué luchan, tenemos que contestarles con las palabras del Preámbulo”.

Ahora, vamos al Alfonsín presidente, cuando asumió el 10 de diciembre de 1983 y defendió la idea de vivir en libertad para vivir mejor: “Con la democracia no sólo se vota, sino que también se come, se educa y se cura”.

Algunos podrían decir que después de 41 años de democracia la Argentina empeoró sus condiciones de vida y de educación, y entonces no podría ser cierto, pero yo disiento de esa idea, comparto las palabras de Alfonsín y sostengo que estar en dictadura es tener más problemas que los que estamos atravesando. Al mismo tiempo, la existencia de la democracia es la que nos va a hacer solucionar en la elección de otros caminos, líderes y aquellos que sean necesarios para lograr también que se coma, se cure y se eduque.  

Raúl Alfonsín en las elecciones de 1983.

Una de las políticas más audaces y probablemente más fundantes de la democracia argentina fue el juicio a las Juntas Militares. 

En 1985, Julio César Strassera llevó a cabo el juicio a las Juntas, donde declaró la importancia de fundar una paz basada “no en el olvido, sino en la memoria. No en la violencia, sino en la justicia”: “Señores Jueces, quiero utilizar una frase que no me pertenece, porque pertenece ya a todo el pueblo argentino: Nunca Más”.

Las imágenes del juicio muestran a los miembros de la Junta de la última dictadura, que en esa época metían mucho miedo, pero allí se encontraban los jueces de la cámara federal y los dos fiscales, Strassera y Moreno Ocampo, impertérritos declarando prisión perpetua, con el accesorio de que nunca más puedan ser funcionarios públicos. Quizás ahora no se pueda tener cabal dimensión de lo que eso significaba. 

Eso repercutió, posteriormente hubo un alzamiento de una parte del ejército, los llamados carapintadas. En Semana Santa, el entonces presidente convocó a toda la sociedad a que se movilice en defensa de la democracia, para mostrarle a los militares que ya no tenían el apoyo popular. La movilización fue totalmente contundente. Luego Alfonsín fue a Campo de Mayo, donde estaban acuartelados los militares y negoció con ellos una rendición. 

En este contexto, Alfonsín brindó un discurso, tras la rendición de carapintada, el 19 de abril de 1987. “La casa está en orden”, declaró ante el pueblo argentino.

Alfonsín logró cruzar los seis años metiendo presos a los comandantes de los 10 años anteriores con regimientos que se le levantaban, logró que se le disciplinen las fuerzas militares. 

Alfonsín dio paso en un fracaso económico a la presidencia de Carlos Menem. Como Menem quería una reelección y la Constitución anterior no lo permitía, se generó el famoso acuerdo que derivó en una modificación de la Constitución con sus cosas buenas y malas, que concluyó en la reforma constituyente de 1994

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Néstor Kirchner y las necesidades sociales

Ahora, vamos al otro gran protagonista de esta historia: Néstor Kirchner, que luego del estallido social del año 2001 logró volver a enamorar a una parte de la sociedad, en particular a los jóvenes con la política.

Tras los escándalos de corrupción en el Congreso, una acusación a Fernando de La Rúa, y las continuas políticas de ajuste, que eran el resultado de la convertibilidad que terminó estallando por el aire, vino Néstor Kirchner a conectar con la necesidad del momento. 

Esto no debido a la firmeza de su trayectoria. Kirchner era un dirigente profundamente pragmático. Había sido menemista en los 90 y luego, fue antineoliberal en el 2003, una suerte de Sergio Massa de esa época, un político profesional hábil y práctico. 

Néstor Kirchner se acomodaba al humor de la época. Por ejemplo, el 27 de diciembre de 1994, cuando era gobernador de Santa Cruz, sostuvo en El Calafate, junto a Carlos Menem, el apoyo a la privatización de YPF: “Acá está el pueblo de Santa Cruz acompañando el proceso de transformación y cambio”.

Las imágenes de aquella época mostraban a Néstor Kirchner junto a Carlos Saul Menem y una joven Cristina Fernández de Kirchner. 

En otro discurso, Kirchner había calificado a Menem como el mejor presidente de la historia. 

Por otro lado, en el año 2001, cuando los aires estaban cambiando, habló en contra de la privatización de Aerolíneas Argentinas: “Esperemos que este gobierno nacional despierte, tenemos que tener nuestra línea de bandera”.

Néstor Kirchner, el presidente que atendió las necesidades sociales.

Raúl Alfonsín y Néstor Kirchner fueron presidentes que lograron resolver un gran problema, un problema que los antecedía y era fundamental. En el caso de Alfonsín las dictaduras, y en el caso de Néstor Kirchner el desempleo. Al revés, ni Macri ni Alberto Fernández tenían un único problema, tal vez eso hace que sea más difícil pensar en su legado y haya sido más difícil lograr contar con adherentes. Un problema para solucionar del cual se desprenden todos los demás, en el 83 la dictadura y en el 2003 la necesidad de generar un aumento del empleo y una reducción de la pobreza. 

Se le asigna a Pascal la frase de que la presión es inversamente proporcional al espacio. Por ejemplo, el clavo tiene la punta fina y logra ejercer mucha más presión que si la punta fuera gruesa. Es decir, cuanto más pequeño es el espacio sobre el que se ejerce presión, más fuerza se tiene

Otro que pensaba así era Napoleón, que decía que cuando iba a luchar contra un ejército más grande que el suyo, concentraba toda su fuerza en una sola ala del otro. Uno podría decir que esta oportunidad la tuvo Raúl Alfonsín al diagnosticar que la dictadura era la madre de todos los problemas, o Néstor Kirchner al diagnosticar que la ortodoxia económica del neoliberalismo era la madre de todos los problemas. 

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A partir de allí, uno puede encontrarse con que hay otros presidentes que han logrado resolver un problema.

Ayer, observamos con el ensayista e intelectual, José Natanson, que esta es la ventaja que también tuvo Bukele en El Salvador, donde había un problema absoluto que era la inseguridad. Bukele lo resolvió y todo lo demás pasó a un segundo plano, por lo menos por bastante tiempo, hasta que la sociedad se acostumbre a que ese problema esté resuelto y a partir de allí comience a haber demandas de segunda generación. 

Por eso encontramos esta relación entre estos dos presidentes a 41 años del comienzo de la democracia y a 14 años de la muerte de Néstor Kirchner. 

Producción de texto e imágenes: Daniel Capalbo, Pablo Helman y Matías Rodríguez Ghrimoldi.

VFT