EDITORIAL DE JORGE FONTEVECCHIA

Día 241: Tsunami K

Las denuncias de Fabiola Yáñez contra Alberto Fernández agudizan la crisis para el progresismo latinoamericano, debilitado por escándalos internos y desengaños. En ese sentido, los fracasos como el de Fernández y la represión en Venezuela revelan contradicciones en la narrativa progresista.

Día 241: Tsunami K Foto: Cedoc

“Las denuncias de la exprimera dama Fabiola Yáñez contra el expresidente Alberto Fernández por violencia de género llegan en un momento muy complicado para el espacio político, podríamos decir, internacional que hegemonizó la política latinoamericana en los últimos 20 años. Los gobiernos autotitulados progresistas, de centroizquierda o latinoamericanistas que representaron las esperanzas de sectores importantes de las poblaciones de los distintos países, se encuentran bajo un sentimiento de desengaño creciente”, explicó Jorge Fontevecchia en Modo Fontevecchia, por Net TV, Radio Perfil (AM 1190) y Radio Amadeus (FM 91.1) del miércoles 7 de agosto. 

Las denuncias contra el expresidente argentino que supo tener un importante protagonismo en la región por ser quien, en palabras del propio Evo Morales, “le salvó la vida” luego del Golpe a su gobierno en el 2019, se suman al fraude electoral en Venezuela y la sangrienta represión del régimen de Nicolás Maduro. Son dos escenarios disímiles, pero que tienen resonancias comunes. Muchas de las consignas y banderas que se levantaron durante la oleada de gobiernos progresistas parecen entrar en contradicción

Uno de los momentos fundantes de la oleada de gobiernos progresistas en general y del kirchnerismo en particular en nuestro país fue el discurso de asunción de Néstor Kirchner quien sostuvo que se sumó a las luchas políticas “creyendo en valores” y que “tengo convicciones a las que no pienso dejar en la puerta de entrada de la Casa Rosada”. 

La violencia de Alberto Fernández

Las diferentes políticas-sociales del gobierno kirchnerista dieron una idea a sus partidarios de estar viviendo una suerte de revolución pacífica, por vías institucionales. En ese sentido, en 2014, Cristina Kirchner, se pronunció al respecto: “A mí no me vengan a correr por izquierda, les notifico que a la izquierda, solo la pared”. 

Las imágenes de las estatuas tumbadas del expresidente venezolano y líder del llamado proceso bolivariano, Hugo Chávez, por cientos de venezolanos que visiblemente provienen de los sectores que el chavismo representa dan una reminiscencia a la caída del muro de Berlín, tirado a mazazos por los propios alemanes. La escenificación de la caída de una utopía, el fin del porvenir de una ilusión, como decía Freud. 

El gobernador Axel Kicillof, una de las figuras principales del peronismo en la actualidad, habló sobre Venezuela y dijo que “esperamos que esto lo resuelva el pueblo venezolano dentro de la ley y en paz”. 

El auge del progresismo y la caída de su discurso

Karl Marx explicó que todo proceso histórico, cultural e ideológico era la superestructura de una infraestructura económica. Es decir, que los diferentes momentos de la historia, los grandes cambios en las mentalidades de los pueblos tienen en su origen un sustrato económico. 

El progresismo latinoaméricano pudo construir su relato, su narrativa de inclusión, a partir de un momento muy particular de la economía mundial: el boom de los precios de las materias primas, gracias a lo cual se pudieron dar ciertas concesiones a las poblaciones que habían protagonizados importantes acciones de resistencia y protestas en las calles como el octubre boliviano, el “caracazo”, la revolución ciudadana ecuatoriana o las jornadas 19 y 20 de diciembre del 2001 en Argentina. 

El peronismo repudia a Alberto Fernández

Haciendo una simplificación tal vez un tanto extrema, el sustrato de este aumento de precios de las materias primas tuvo que ver con el ingreso de China al mercado capitalista mundial. Cuando el gigante asiático empezó con una desaceleración en su crecimiento, los precios de las commodities cayeron y los gobiernos progresistas se quedaron sin dólares y por lo tanto, su discurso empezó a sonar vacío.  

Por otro lado, los innegables progresos en los derechos en materia de género como el matrimonio igualitarios, la ley de identidad para las personas trans, el derecho al aborto y la visibilización de los problemas de la violencia hacia las mujeres fueron escenificados como logro de gestión y parte identitaria del espacio. De esta manera, cuando se escenifica una contradicción de estas se tiene la idea de que se sostuvo una bandera con la que no se cumplió en el fuero interno. 

Algunos ejemplos de esto. Luego de la sanción de la ley del aborto, Alberto Fernández se mostró “feliz por haberle puesto fin al patriarcado”: “Es una gran injusticia que se ha vivido durante siglos en la humanidad, es un gran paso que estamos dando, igualando sus derechos a las mujeres con los hombres y dándoles la posibilidad de decidir”, afirmó el exjefe de Estado. 

Fabiola Yañez, ex primera dama, denunció a su ex marido Alberto Fernández por violencia de género.

Probablemente el reverso de esta declaración sea la llamada periodísticamente “Fiesta de Olivos". Luego de que se difundiera una imagen del expresidente Alberto Fernández junto a su expareja Fabiola Yáñez en una reunión por el cumpleaños de la entonces primera dama, Fernández dio a entender que la responsabilidad había sido de su "querida Fabiola”. Esta declaración fue duramente criticada por propios y opositores. 

Quién tuvo una declaración poco feliz en ese momento fue Aníbal Fernández, quien era ministro de Seguridad del anterior gobierno, y sostuvo que si la primera dama hizo una fiesta en contravención de las normas sanitarias, es un problema que “no atañe a la función pública”. “¿Qué tiene que hacer el marido? ¿Cagar a palos a la mujer, como en la Edad Media?”, se preguntó. 

“Lo personal es político" fue una de las frases acuñadas por el feminismo en los años sesenta. Esta consigna refiere a que detrás de las relaciones personales, en el llamado ámbito privado también se reproducen y se construyen relaciones de poder políticamente establecidas. 

Lamentablemente la política contemporánea pareciese como si invirtiera los términos y plantea que lo político es personal y se utilizarán las acusaciones sobre las personas, para dar cuenta del fracaso de las ideas. Esta política del escándalo no es patrimonio únicamente de los sectores que hoy critican a Alberto Fernández, es parte de una práctica extendida mundialmente y de la que el progresismo también hizo una constante. 

Cómo el progresismo le abrió la puerta a la ultraderecha

Además, sectores del propio progresismo dieron cuenta de que con el feminismo, el peronismo se radicalizó demasiado en algunos puntos de las llamadas reivindicaciones simbólicas, como puede ser el lenguaje inclusivo y esto, al no estar acompañado de mejoras reales en la vida de las mujeres y las minorías sexuales en el Gobierno del Frente de Todos, terminaron por ayudar al avance de los libertarios. 

En esa línea, en agosto de 2021, previo a las elecciones de medio término en donde Milei sacó sólo el 15% la Ciudad de Buenos Aires y el 3% a nivel nacional, la humorista Noelia Custodio sintetizó el fenómeno del progresismo exacerbado de manera muy divertida. "Si seguimos inventando colectivos, si le seguimos diciendo 'elle' a un gato, va a ganar Milei". 

Fin de una era progresista: ¿Cristina Kirchner perdió el control?

El consultor político Juan Courel, presidente de la consultora Alaska, hizo un interesante tuit al respecto de la desgastada imagen de Alberto Fernández: “Y así como tenerlo de confortable chivo expiatorio no sirvió para desentenderse de la economía de su gobierno, las disculpas y condenas en bloque -incluso sinceras- son necesarias pero no suficientes. Hará falta un esfuerzo largo y meticuloso para atar palabras y percepciones”.

La responsabilidad del peronismo y la conveniencia política

Juan Grabois, tras veinte días de silencio, se expresó en un significativo tuit y criticó la necesidad actual de posicionarse constantemente y el cinismo en la política. Aseguró que “sobreactuar indignaciones tardías es directamente proporcional a las complicidades oportunas” y acusó a algunos exfuncionarios de utilizar la crítica como un medio para lavar sus culpas mientras ignoran sus propios errores. 

En esa misma línea, subrayó que, a pesar de reconocer las imperfecciones y fallos de los líderes políticos como Alberto Fernández, el apoyo a estas figuras se ha basado en la falta de mejores opciones. “Atrás de estos indignos estaba el movimiento nacional y enfrente estaba la oligarquía hambreadora”, se justificó. 

Grabois reflexionó sobre la realidad de elegir entre opciones políticas reducidas y, aunque critica a quienes actúan con hipocresía, también defendió que la elección de candidatos cuestionables en el pasado fue la mejor opción posible en su momento. “No más candidatos indignos de la investidura por ineptos, panqueques, ladris o tibios. A los militantes del campo popular, del peronismo, el humanismo, la izquierda nacional, incluso a los exfuncionarios que ejercieron su rol con responsabilidad... ¡que nada los desanime!”

Por otro lado, otro de los importantes ejemplos de gestión del progresismo latinoamericano fue la Bolivia del MAS. En este caso, las acusaciones del expresidente Evo Morales contra el actual mandatario Luis Arce de orquestar un autogolpe para mejorar su imágen pública, dan cuenta de la descomposición de una fuerza política que se destruye así misma desde adentro. 

Cristina Fernández reapareció en México mostró un tibio repudio a la situación electoral de Venezuela.

Probablemente la excepción a la regla sea el Brasil de Lula da Silva. El presidente brasileño logró reunir detrás de sí a sectores importantes del empresariado que anteriormente lo criticaban e incluso festejaban su prisión, dirigentes que le fueron opositores como Geraldo Alckmin y sectores de izquierda que los combatieron duramente como el PSOL. Lula parece estar sólido en su gobierno y proyectándose como líder internacional en la región. 

Las contradicciones en política siempre existen y logran resolverse por resultados económicos favorables para la mayoría de la población. Cuando estos no existen, producto de que como dijimos las circunstancias económicas cambiaron, el desengaño se hace aún más evidente y las fuerzas políticas que vinieron a terminar con la represión y con el patriarcado están reprimiendo brutalmente como hace Nicolás Maduro en Venezuela o sus líderes son denunciados por violencia de género, como sucede con Alberto Fernández. 

Reflexión histórica: ¿estamos viviendo un nuevo ocaso simbólico?

“El ave de Minerva sólo levanta el vuelo en el atardecer”. Esta máxima escribía Hegel hace dos siglos en el prólogo de su libro “Filosofía del Derecho”. Lo que quería decir con ello es que todo momento histórico sólo se comprende una vez que éste ha concluido. El búho de Minerva, diosa griega de la sabiduría, solo nos traerá su mensaje al finalizar el día, por tanto, los eventos históricos que estamos viviendo solamente se volverán claros cuando miremos hacia el pasado, como el Ángel de la Historia de Walter Benjamin. ¿Estamos ante un ocaso? ¿Cae otro muro, en este caso simbólico, como a fines de los ochenta cayó el muro de Berlín? 

¿Y el progresismo dónde está?

En estos contextos de debilidad de las fuerzas autodenominadas progresistas, el Gobierno avanza con instalar ideas que al escucharlas realmente no tienen ningún asidero. En ese sentido, Javier Milei explicó la radicación de Petronas en Río Negro, ganándole la pulseada a Bahía Blanca y apuntó directamente contra el gobernador bonaerense: “Kicillof es un expropiador serial, si quería hacer las cosas bien se hubiera adherido al RIGI nacional”.

En estos momentos se recuerdan las palabras de Axel Kicillof, quien dijo que es necesario “componer nuevas canciones”. Probablemente sea cierto y este espacio político deba reinventarse para dotar a los sistemas políticos latinoamericanos de una alternativa a la extrema derecha que no parece por ahora resolver los graves problemas económicos por los que llegaron al poder. 

Producción de texto e imágenes: Daniel Capalbo, Pablo Helman y Matías Rodríguez Ghrimoldi.

AO