Costas y el método copero: la historia del Racing "recampeón" de Sudamérica
Antes de la noche gloriosa de la Recopa en Brasil, Matías Bauso retrató en "Distintos a todos" al Racing campeón de la Sudamericana 2024, combinando un repaso de sus años como hincha, las épocas oscuras del club, la revisión de momentos históricos y el regreso a una década feliz.
Desde que llegó a Racing, Gustavo Adolfo Costas repitió a hinchas, jugadores y medios que el club tenía que ganar títulos internacionales. Lo soñó y lo dijo, durante meses. Creyó. “Costas es Racing” es el mantra de sus dirigidos, impactados por el nivel de pasión celeste y blanca que su conductor muestra pero sobre todo, tiene en el cuerpo. Tal vez, lo que nunca imaginó Costas es que en la noche donde cumpliría 62 años, el cuadro que siguió toda la vida con amor ganaría la Recopa Sudamericana, en Río de Janeiro, ante el Botafogo ganador de la Copa Libertadores 2024.
Como toda historia feliz, hay dos comienzos que terminaron en la noche de la celebración en Brasil. El primero fue la presentación del propio Costas. “Lograr cosas internacionales. Ya no es más competir, hay que ganarlas”, dijo entonces, marcando una diferencia sustancial con su antecesor Fernando Gago. El otro fue el 23 de noviembre en el estadio La Nueva Olla de Paraguay, donde Racing derrotó 3 a 1 a Cruzeiro y levantó la Copa Sudamericana 2024. La última vez que había festejado un título de esa categoría había sido en 1988, con Costas, pero como jugador. Costas es Racing.
La crónica del campeón sudamericano es detallada pormenorizadamente por Matías Bauso (Buenos Aires, 1971), escritor, abogado e hincha de Racíng, en el libro “Distinto a todos”.
Racing le ganó 2 a 0 a Botafogo y se consagró campeón de la Recopa Sudamericana
Bauso mezcla la experiencia personal, las vivencias, las imágenes del Racing desgraciado (que no salió campeón local durante 35 años, que antes descendió y que a fines de los 90’ fue salvado de la quiebra por sus hinchas), con las alegrías del 2001 y sobre todo, del 2014 en adelante. Desde esa fecha, por gracia de Diego Milito, Víctor Blanco (presidente de la institución hasta diciembre del ‘24) y jugadores a la altura de la historia, el autor afirma que hubo un quiebre, un cambio de discurso. Un Racing positivo que dejó atrás la malaria y se acostumbró a ganar, a competir afuera del país, a salir campeón.
“Durante años me pasó lo mismo. Es una tontería disimular, no voy a empezar con una mentira: desde que tengo uso de razón me pasa lo mismo. Los días que juega Racing, en lo primero que pienso apenas me despierto es, precisamente, en que ese día juega Racing. Un día diferente al resto (...) Todo lo que haga en el día estará dominado por la Academia”, resume Bauso en un pasaje del libro, tratando de poner en letras que La Academia es una pasión que quema, que enoja, que hace feliz hasta las lágrimas.
“No somos millonarios, no somos la mitad más uno, no tenemos 200 copas, pero la gente…somos distintos a todos”, dijo Costas en la conferencia de prensa posterior a la victoria contra Cruzeiro. Fue una reflexión atinada. Con la experiencia de haber vivido las malas (tema de cancha de la hinchada en los años negros “siempre estuvimos en las malas, las buenas ya van a venir”), ahora el técnico de Racing ponía en valor que el club siempre mantuvo su grandeza, más allá de los golpes. ¿A pesar de Julio Grondona? “Desde que murió empezó nuestro repunte”, afirma Bauso, refiriendo que el dato no puede soslayarse en el capítulo “Una década feliz: los factores del cambio”, ubicado temporalmente en el 2014, cuando el equipo volvió a ganar un torneo local luego de 13 años de la mano de Blanco, Milito y el técnico Diego Martín Cocca. A continuación, un adelanto de “Distintos a todos”, la obra del Racing campeón internacional 2024.
49 minutos 48 segundos
Y Roger va
Y Racing va
En casa, Valen se sienta en la punta del sillón y dice, bajito como para no molestar, para no desconcentrar a nuestros jugador: Vamos, Roger, vamos. Tal vez solo sea un ruego. Vicky se tapa la cara con las manos, ve la pantalla a través de una hendija en sus dedos. Raúl en una silla, atrás de todo, se para, ansioso. Juli se queda quieta, no quiere que nadie la acuse de modificar el vestido, nos mira con picardía, algunos de nuestros movimientos la divierten. Joaco hace el último esfuerzo y da un mordisco más al budín de vainilla: cuando dejó de comer nos hicieron el gol del descuento. Vero pellizca el sillón, lo aprieta fuerte como para desgajarlo y se agita como si tuviera un conejo dentro de la panza. Roxi le toca la rodilla a Diego, trata de darle sosiego; él también se para, hay ilusión en sus ojos. La otra Vicky abraza a Benja, sonríen los dos. Nico estira el torso y retuerce las manos y suspira. Yo me quedo quieto, trato de quedarme quieto, las manos me tiemblan, muevo la pierna derecha como si fuera un baterista y los dientes me castañean. Por menos de un segundo desenfoco mis ojos de la corrida y me fijo en el tiempo de juego.
94’ 49’’
Y Roger va.
Y Racing va.
En Asunción, en la cancha, Fede, como siempre esperanzado, empuja con sus gritos a Roger, como si fuera un burrero en medio de un Carlos Pellegrini. Nacho, en cueros, salta en el lugar. Diego, parado entre ellos dos, quiere que el tiempo corra. Ale abraza a uno de sus hijos, desea transmitir una tranquilidad imposible, no quiere que se angustie. Nico, ya parado de nuevo en su escalón, pega un alarido lleno de fe y siente la tensión concentrada en los gemelos. Diego T fue solo, pero piensa en su hijo Nacho y en su papá, siente que necesita, como nunca, que la pelota entre. Pedro, con sus siete años, no está preocupado, para él ya somos campeones. Martín trata de atrapar cada detalle para poder transmitirlo en su programa de radio, aunque en el transcurso del partido haya arruinado su voz. Rocco y su papá acarician el sticker de Marcelo que mandaron a hacer, para sentirlo más cerca. Teté Quiroz, rodeado de sus hijos, abre los brazos como en una plegaria, y repite, y ordena: “Hacelo vos, hacelo vos”. Decenas, centenares, tienen los teléfonos levantados. Muchos apuntan al césped, algunos filman las caras de otros hinchas en la tribuna. Saben que están registrando un momento histórico.
Y Roger va
Y Racing va
En la línea de costado, Carbonero acompaña la jugada corriendo en paralelo al campo de juego, Barrios se saca la pechera violeta, Vietto lo esquiva por detrás y corre junto a Roger:parece que pica mostrándole el pase, Mura se agazapa como para impulsar a su compañero; Costas tiene las manos en la cintura y de pronto las pone al costado del cuerpo y comienza a caminar hacia el lado del arco rival, va adquiriendo velocidad, los demás lo siguen, una coreografía improvisada pero obligatoria: uno de sus hijos a unos metros de él, parece empujar al delantero; Maravilla cimbrea y parece querer alejar con el pensamiento al defensor que va al cruce; Cambeses, con su camiseta verde, se mete cinco metros en la cancha; Almendra tiene una remera en la mano, está más pegado al banco, más atrás que el resto, como para no tentarse y entrar de nuevo a jugar: no puede frenar el impulso de seguir la jugada.
Y Roger va.
Y Racing va.
Y Roger encara recto hacia el área. En algún momento parece dudar entre apuntar hacia el primer palo o dirigirse al banderín del córner para consumir tiempo, para que se difumine el partido. Sigue adelante. Roger va. Levanta la cabeza y ve al defensor que trata de llegar al cruce, también Maxi Salas que acompaña casi sin fuerzas por adentro: comprende que el pase no es una opción. No se da cuenta de que Solari arrancó de atrás y está por llegar a su lado. Y va. Le cuesta correr, tiene el tobillo casi enyesado y está infiltrado. Toca la pelota con la derecha una vez. Y va. Dos veces. Se olvida del tobillo. Y va. Un tercer toque con la derecha. Y va. Ya está dentro del área. Cássio, gigante, le achica el arco. A Roger no le importa, sabe lo que va a hacer, lo que tiene que hacer. Esperó siempre este momento. Le pega de lleno, con el empeine. La pelota no se levanta, se desliza por el pasto corto agran velocidad, debe ir a 100 kilómetros por hora. Pero para todos nosotros tarda una eternidad en hacer el recorrido, es como si alguien hubiera puesto la vida en cámara lenta.
Y es gol. El tercero.
En casa, en Asunción, en la cancha gritamos, corremos, saltamos, nos abrazamos. Lloramos. Maravilla empuja a Costas y corre dentro del campo de juego, lo mismo hace el resto de los jugadores, titulares y suplentes. Como si alguien hubiera pateado un hormiguero. Costas corre también mientras trata de asumir que su sueño se cumplió, cambia el ángulo de carrera, y grita y levanta los brazos hacia la tribuna, festeja con la gente. Son pocos lo que lo ven, están hundidos en los brazos de sus familiares, de sus amigos, del desconocido con la camisera de Racing que estuvo parado al lado suyo durante esa tarde infernal. Costas gira y se abraza con su cuerpo técnico que regresó a él, con Pepi, con sus hijos.
Corro desesperado de la alegría por el living. Valen se tira encima mío y me abraza más fuerte que nunca y tiene los ojos acuosos, Juli se ríe a carcajadas y se cuelga de mi cuello, Vero llora y cuando me suelta va hasta la biblioteca y agarra una foto de ella, en el 2001, abrazando a su papá en la cancha de Vélez apenas el referí tocó el silbato, y la besa con ternura. Uno, dos, le da muchos besos. Deigo, Roxy, Vicky y Nico forman una montaña. A un metro de ellos, otra montaña: Raúl, Vicky, Benja y Joaco. Todos gritamos. El resto sigue gritando el gol. Yo, por primera vez en mi vida, no grito gol. Grito algo distinto. Repito sin parar, como si me quisiera convencer de que está ocurriendo, de que se concentró después de esperar mucho: “Somos campeones, campeones, somos campeones”. Y los vuelvo a abrazar. Y lloramos y reímos.
Somos felices. Racing nos hizo felices. Vendrán derrotas, dolores, tristezas profundas y muertes, pero mientras vivamos llevaremos tatuada la alegria de esta tarde. Ya está. No se borra más.
¡Vamos Academia carajo!
Gi
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