¿Y si el 'loco' Trump tiene razón? De cómo el presidente de EEUU puso a Medio Oriente 'patas para arriba'
La propuesta del mandatario republicano para desplazar a los habitantes de Gaza fue calificada, con bastante razón, como "aberrante" y "racista". ¿Pero y si se trata de la última oportunidad para que los palestinos puedan disfrutar de algo de paz y una vida normal?
Un antiguo refrán español dice que "los niños y los locos dicen las verdades". Como hay que ser mayor de edad para poder convertirse en presidente de Estados Unidos, la única opción que le queda a este adagio para llegar a la Casa Blanca es que un loco gane las elecciones y pase a ser el mandatario más poderoso del mundo. Estados Unidos ya tuvo un presidente patológicamente mentiroso (Richard Nixon), un presunto adicto al sexo (Bill Clinton) y un anciano gagá (Joe Biden). Ahora, dicen muchos, le llegó el turno (otra vez) al loco, Donald Trump.
El "loco", sin embargo, está demostrando que sus tremendas exageraciones pueden dar resultado, en especial cuando se pone a negociar como el buen tiburón de las bienes raíces que es. Y ahí está para demostrarlo el achique del presidente de Colombia, Gustavo Petro, cuando Trump le mandó de regreso a sus emigrantes indocumentados. El colombiano se hizo el gallito, pero le duró poco. Lo mismo la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, y el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, quienes mágicamente hicieron aparecer miles de soldados para controlar las fronteras con Estados Unidos después de que Trump firmó la imposición de aranceles sobre sus exportaciones al poderoso vecino.
Estos resultados concretos seguramente están haciendo temblar a los gobiernos de Dinamarca y de Panamá, ya asustados por las declaraciones del presidente norteamericano sobre sus intenciones de adquirir Groenlandia y tomar control del estratégico Canal de Panamá.
Frente a todo esto, el "loco" seguramente se ríe. Volvió recargado a la Casa Blanca, con intenciones de venganza pero también, al parecer de quedar en la historia, de ganarse el respeto que casi nadie le tiene. El hombre puede gustar o no y sus políticas regresivas en terrenos como las libertades civiles y los derechos de los inmigrantes realmente inquietan, y mucho. Pero cuando se trata de hacer negocios, quizás sea conveniente, al menos esta vez, tomarlo en serio.
Casi nadie se esperaba que Trump lanzara esta semana, en el marco de la visita del primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, la escalofriante idea de desplazar a los palestinos de la Franja de Gaza y convertir el territorio en una "Riviera del Medio Oriente". Según fuentes cercanas a la comitiva del líder israelí, incluso Netanyahu se enteró de la bomba pocas horas antes de la reunión con Trump en la Casa Blanca.
En todo caso, la bomba explotó y el mundo quedó boquiabierto. Pero más allá del estallido está la voz del "loco" que puso negro sobre blanco gran parte del escenario real del Medio Oriente y, de paso, derribó algunos mitos.
No está para nada mal detestar a Trump, pero quizás ya sea hora para muchos, en especial en los sectores que se presentan como progresistas o al menos centristas, de prestarle atención seriamente a sus movimientos, en especial cuando se trata de estos terremotos que desnudan políticas y protagonistas.
En primer lugar, asombra que la idea supuestamente descabellada del "loco" Trump fue recibida en un primer momento con una lógica andanada de críticas pero que, con el paso de las horas, se convirtió rápidamente en tema de conversación admisible y estrategia que comenzó a ser analizada con caras de preocupación en los pasillos de poder desde El Cairo a Amman, pasando por Ankara y las capitales europeas.
Los gobiernos de Egipto y Jordania juraron que no aceptarán desplazados en sus territorios. Públicamente se mostraron como defensores de los derechos de los palestinos, pero todos saben que temen una descomposición de sus delicados equilibrios demográficos y políticos internos. El régimen de los reyes hashemitas en Jordania apenas tolera a sus propios palestinos, no quieren saber nada con que lleguen más y recuerdan con inquietud los choques armados internos, como la guerra civil recordada como Septiembre Negro, entre la Organización de la Liberación de Palestina (OLP) de Arafat y las tropas del rey Hussein.
Varios miles de palestinos murieron en esos enfrentamientos de 1970, que desembocaron en la expulsión definitiva de la OLP y su reubicación en el Líbano. Sí, "reubicación" o "desplazamiento", como quiera llamarlo el lector o la lectora, sin miedo a hacer comparaciones con los palestinos de la actual Gaza.
Pero ni Jordania ni Egipto podrán resistir seriamente a Trump si el presidente estadounidense se decide a avanzar con su idea de la "Riviera de Medio Oriente". El rey Abdullah, hijo de Hussein, depende del apoyo clave de Estados Unidos para mantenerse en el poder y ni hablar de Egipto, el segundo principal receptor de ayudas económicas de Washington en el mundo, solamente detrás de Israel.
Si Trump le pone la firma al proyecto, el rey Abdullah y el presidente de Egipto, Abdel Fatah El-Sisi, deberán pensar en recular como lo hicieron Sheinbaum, Trudeau y Petro.
En Gaza, la presión recae sobre Hamas, la única cosa parecida a un poder en ejercicio en el destruido enclave palestino. El grupo terrorista quedó diezmado por los quince meses de guerra que siguieron a su ataque del 7 de octubre del 2023 y no está en condiciones de resistir militarmente. Apenas pueden montar payasadas como los eventos de entrega de los rehenes israelíes, ponerse los uniformes que no usaron para combatir (porque prefieren las ropas civiles) y emitir declaraciones en las que aseguran que Gaza arrasada y decenas de miles de muertos significa "victoria".
Pero no es ese el único problema en Gaza. La cuestión para los pobres habitantes de ese territorio al que no pocos consideran "maldito" es que la posibilidad de subirse a un barco y marchar a un país amigable donde recomponer sus familias y los más jóvenes puedan estudiar y hacerse un futuro puede ser tentadora y más fuerte que cualquier nacionalismo.
De hecho, aunque los medios y comentaristas árabes insistan en señalar el sentimiento de pertenencia de los palestinos con Gaza, la verdad es que ese es uno de los mitos que derribó el huracán Trump. Esto no quiere decir que los palestinos no tengan derecho a contar con un estado propio en Gaza (o en Cisjordania, llegado el caso). Pero es oportuno hablar, a la sombra de las ideas "locas" de Trump, de la situación de los gazatíes.
El conflicto en Gaza y la movida nocturna de Tel Aviv
Una joven influencer palestina mostró, seguramente de manera involuntaria, las complicadas aristas de este asunto en una serie de tuits. Nerdeen Kiswani, residente en Nueva York y una de las impulsoras del movimiento Within Our Lifetime (algo así como "dentro de nuestras vidas", en referencia a la esperanza de muchos palestinos de ver un estado propio antes de morir), escribió que "los palestinos de Gaza deben ser reubicados", pero "en sus hogares, ciudades y pueblos originales en la Palestina histórica", es decir, incluyendo el territorio de Israel. Pero luego, en el mismo hilo, dijo que "la conversación sobre la 'inhabitabilidad' de Gaza no significa nada si no se centra en los refugiados obligados a vivir allí en primer lugar".
Según las palabras de la propia Kiswani, los palestinos "nunca estuvieron destinados a quedarse" en Gaza. Porque, según la lógica de movimientos como "Palestina libre, del río al mar", todos los habitantes del enclave sobre el Mediterráneo son "refugiados", aunque hayan nacido ayer.
¿Tienen una fuerte conexión con la tierra de Gaza o realmente pertenecen a la tierra de Palestina, es decir, el territorio de Israel de donde escaparon o fueron echados tras la partición de 1947 y durante la guerra de 1948? Nerdeen no lo explica.
Y no es que la joven diga solamente pavadas. En un estremecedor tuit, Kiswani cuenta que los palestinos que vuelven a sus barrios en Gaza después del cese del fuego alcanzado entre Hamas y las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) están "recogiendo los cráneos y los restos descompuestos de sus hijos de debajo de los escombros". Y eso ocurre "mientras algunos fantasean con construir un complejo turístico", es decir, la "Riviera de Medio Oriente.
Las poderosas palabras de Kiswani pierden fuerza, lamentablemente, cuando desarrolla una teoría delirante sobre "la noche de Tel Aviv". Sí, la joven activista despachó en la red social X una compleja idea según la cual la famosa escena nocturna de Tel Aviv, con sus boliches, restaurantes, espacios gay, discotecas y circuitos de arte solo sirve para "blanquear" la imagen del "régimen sionista". Incluso llegó a afirmar que la noche de Tel Aviv se nutrió de un supuesto "under palestino".
La influencer se transformó así en otra voz que supuestamente ayuda a la causa palestina pero hace lo contrario, al mezclar descaradamente los tantos. ¿Que es inquietante que miles de personas se diviertan cada noche en los clubes y bares de Israel mientras a pocos kilómetros periódicamente palestinos inocentes son abatidos por las FDI? Por supuesto. Pero a esos mismos clubes concurren regularmente cantidad de árabes israelíes, muchos de los cuales tienen familiares en Gaza y en Cisjordania. It's complicated...
Llevando agua al molino israelí
Por supuesto que la "locura" de Trump no solamente despertó la propaganda online palestina. La presentación pública de la idea del desplazamiento de los palestinos de Gaza abrió las compuertas de sectores de la ultraderecha judía israelí y hasta de algunos sectores que hasta el brutal ataque del 7/10 eran moderados.
También en X (la red social antes conocida como Twitter), una conocida influencer, Lahar Harkov, acercaba agua a su molino citando a un "veterano periodista israelí" cuyo nombre no especificó. El reportero, aseguró Harkov, le contó que estuvo "hablando con gente de Gaza" después de la bomba de Trump. "La mayoría de ellos dice lo mismo: si los barcos atracaran en la costa de Gaza, los llevarían a lugares donde hay comunidades palestinas, como Suecia, Inglaterra y Canadá, si tuvieran garantizado un seguro médico y sus hijos tuvieran un lugar donde estudiar, se irían".
El escritor francés Bernard-Henri Lévy | Cedoc Perfil
El escritor francés Bernard-Henri Lévy | Cedoc Perfil
Egipto y Jordania, añadió el misterioso periodista, "no son realmente una opción". Si se fueran de Gaza, continuó, sería "a un lugar que le ofrezca a las próximas generaciones la oportunidad de vivir, de respirar, de integrarse". Siempre según Harkov, el periodista opinó que la gente en Gaza "quiere vivir mejor, permitir que sus hijos tengan un futuro. La pregunta es si tal movimiento es factible, si el mundo está listo, capaz y dispuesto a ir con Trump en esa dirección", completó.
Téngase en cuenta que la idea de desplazar a los palestinos de Gaza estaba estrictamente reservada, hasta antes del 7/10, a los sectores más recalcitrantes del nacionalismo judío israelí, gente que recién en la hora de necesidad de Netanyahu de formar gobierno en 2022 pudo acceder a una posición en el gabinete, a una porción de poder real. El discurso racista de esos ex desclasados ahora es aceptable en la boca, o el teclado de influencers y opinadores de todo el mundo.
Por supuesto que siguen existiendo las voces israelíes o judías que se oponen a una maniobra demográfica que apenas se distingue de una limpieza racial. Como por ejemplo el filósofo judío francés Bernard-Henri Lévy, quien escribió en X que "la idea lanzada por Trump de una 'Riviera' en Gaza no solo es grotesca, sino insensata, y criminal". El escritor reiteró su opinión favorable a que Israel "termine de ganar esta guerra", que "las conciencias palestinas sean desnazificadas" y que Hamas sea destruido. "Pero limpieza étnica no, nunca".
Lévy, Harkov y Kiswani podrán escribir todo lo que quieran en Twitter, y sus opiniones son muy útiles para generar un debate serio sobre la situación en Medio Oriente. Pero los miles de millones de dólares en juego para la reconstrucción de Gaza (¿o la nueva Riviera?) son los que posiblemente tendrán la última palabra.
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