Una cumbre bajo la sombra de la represión

Del 11 al 22 de noviembre Azerbaiján será sede de la COP29, la cumbre climática más relevante de la ONU, un escenario global que el país busca aprovechar para proyectar una imagen favorable como actor comprometido con la sostenibilidad. Sin embargo, su dependencia económica de los combustibles fósiles y un historial de violaciones a derechos humanos, conflictos regionales y abusos ambientales contrastan con los principios de la cumbre y cuestionan la autenticidad de su participación.

Mientras Azerbaiján se prepara para recibir a líderes mundiales, su realidad interna contradice sus declaraciones de compromiso ambiental. La represión de manifestantes en la aldea de Soyudlu, quienes protestaban contra una presa de residuos de una mina de oro, expone una política de intolerancia a las voces críticas. Los habitantes, preocupados por la contaminación y sus efectos en la salud, fueron brutalmente reprimidos y varios activistas y periodistas resultaron detenidos. Poco después, el gobierno minimizó los riesgos ambientales, una afirmación cuestionable considerando que el ministro de Medio Ambiente, Mukhtar Babayev, antes de asumir su cargo, fue un alto ejecutivo de Socar, la poderosa empresa estatal de petróleo y gas.

La represión y la censura en Azerbaiján son constantes. Según Freedom House, el país ocupa uno de los últimos lugares en derechos políticos y libertades civiles, con solo 7 puntos sobre 100, por debajo de países como Rusia y Bielorrusia y apenas por encima de Corea del Norte. La persecución a activistas y periodistas es frecuente: en abril Anar Mammadli, un destacado activista de derechos humanos, fue arrestado tras criticar las políticas ambientales del régimen. Periodistas de medios independientes son  blanco de allanamientos y detenciones, lo que restringe la difusión de información crítica e intenta proteger la imagen internacional del gobierno autocrático de Ilham Aliyev, quien sucedió a su padre y es presidente desde 2003.

La censura se extendió también a la cobertura de la cumbre: escandalosamente, el gobierno limitó el acceso a periodistas, negando la entrada a algunos críticos y a miembros de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa, quienes habían cuestionado su historial en derechos humanos.

La mayor contradicción se encuentra en la relación de Azerbaiján con los combustibles fósiles. Aunque la COP29 busca soluciones para reducir las emisiones, el presidente Aliyev defendió públicamente la expansión de la producción de petróleo y gas señalando que estos recursos son “un regalo de Dios” esencial para Europa. Con más del 90% de sus ingresos provenientes de los combustibles fósiles, esta postura es incompatible con el espíritu de la COP, que pretende reducir la dependencia de estos recursos para combatir el cambio climático.

Ante el inicio de la COP29, organizaciones y figuras políticas instaron a los delegados que participarán de la cumbre a que exijan la liberación de prisioneros de guerra armenios y civiles detenidos, que investiguen las violaciones de derechos humanos y la destrucción del patrimonio cultural en Nagorno-Karabaj, así como también que rechacen las visitas a territorios capturados tras la operación militar de septiembre de 2023, que expulsó a 120 mil armenios de sus territorios ancestrales, lo que se calificó como una limpieza étnica.

A medida que líderes de todo el mundo se congregan en Bakú, queda el interrogante de si la COP29 logrará cumplir sus objetivos de manera efectiva en un país que intenta fortalecer su imagen con la estrategia del “lavado verde” y que, lejos de reducir su huella ambiental, sigue intensificando la explotación de sus recursos naturales y reprimiendo los derechos humanos de quienes denuncian esta situación.

*Periodista.