Trump, Ucrania y Venezuela
Ahora que la Casa Blanca le “soltó la mano” al presidente Volodímir Zelenski y lo presiona sin piedad, qué se puede esperar del vínculo con el chavismo.
Durante años, Donald Trump fue visto como una de las figuras más hostiles hacia el gobierno de Nicolás Maduro. En su primer mandato, la Casa Blanca aplicó sanciones económicas, desconoció al chavismo y en 2019 apoyó abiertamente a la oposición liderada por Juan Guaidó. Sin embargo, con su retorno a la presidencia en 2025, la postura de Washington parece haber dado un giro inesperado, no solo hacia Venezuela sino con otros aliados de los últimos años.
De hecho, el cambio en la política exterior de Trump se evidenció a nivel global en un comunicado de la semana pasada en el que acusó al presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, de llevar a su país a una guerra “imposible de ganar” y de ser una carga financiera para Estados Unidos, hecho que se acrecentó en los últimos días con una insólita discusión a los gritos entre los dos presidentes en el Salón Oval de la Casa Blanca. Estos pronunciamientos marcaron un quiebre con la histórica posición estadounidense de respaldo a Ucrania y, de paso, sembró dudas sobre su compromiso con otros gobiernos aliados. Si Trump está dispuesto a cortar el apoyo a Kiev, ¿qué significa esto para Venezuela? ¿Debe la oposición venezolana temer que Washington deje de presionar a Maduro? ¿Estará Trump realmente comprometido con una transición pacífica hacia la democracia en Venezuela?
Las primeras señales de su gobierno indican que Venezuela no es una prioridad. El nuevo secretario de Estado, Marco Rubio, ha sido uno de los políticos más férreos contra Maduro. Sin embargo, su influencia dependerá de cuánto espacio le conceda Trump, quien ya ha demostrado que no siempre sigue las recomendaciones de sus asesores. En lugar de una política de confrontación abierta, el presidente norteamericano parece inclinado a una estrategia más pragmática.
Y prueba de ello es la reciente visita a Caracas de Richard Grenell, un enviado especial de Trump para misiones especiales. En un encuentro discreto con el régimen, se negociaron dos temas clave: la liberación de seis ciudadanos estadounidenses detenidos en Venezuela y la deportación de inmigrantes venezolanos en EE.UU. Este tipo de acuerdos, más que un endurecimiento, parecen apuntar a una relación de conveniencia. La Casa Blanca está priorizando la reducción de la migración y el pragmatismo económico antes que la restauración de la democracia en Caracas.
Para muchos, este nuevo acercamiento al régimen chavista se debe a la dependencia norteamericana del petróleo bolivariano. Pero si bien durante el año 2024 las importaciones de petróleo venezolano por parte de Estados Unidos aumentaron un 40% con respecto a años anteriores, esta cifra está lejos del año 2001, cuando Estados Unidos importaba 1,3 millones de barriles de crudo al día desde Venezuela. Incluso, el día de su asunción, Trump anunció que su administración probablemente dejaría de comprar petróleo venezolano argumentando que Estados Unidos no necesita depender de las exportaciones del país sudamericano ya que ha diversificado sus fuentes de abastecimiento. Incluso, esta semana Trump canceló un contrato de 2022 para permitir que Chevron reanudara sus operaciones en el país bolivariano.
Por lo tanto, si Estados Unidos bajó su dependencia del crudo venezolano en un 80% con respecto a los últimos años, ¿cuáles son los intereses norteamericanos en Venezuela?
Uno de los principales objetivos de Trump es reducir la inmigración, especialmente la de países latinoamericanos. Venezuela es hoy uno de los mayores emisores de migrantes hacia Estados Unidos, con miles de personas llegando a la frontera sur cada mes. Según datos de Statista, en 2023 aproximadamente 545.200 migrantes venezolanos residían en el país norteamericano, lo que muestra un aumento de más de 150% con respecto a la última década. Durante su campaña electoral, y aunque no haya ninguna prueba que ratifique sus dichos, el presidente ha manifestado que los migrantes venezolanos generan un aumento de la delincuencia en suelo norteamericano. Incluso, la presencia de miembros del Tren de Aragua en Estados Unidos provocó que la migración venezolana fuera un tema prioritario para Trump. Así, la nueva administración ya ha demostrado que está dispuesta a negociar con gobiernos, incluso autoritarios, si eso le permite frenar el flujo migratorio. Esto es lo que ha hecho con México y con El Salvador en el pasado, y ahora podría estar aplicando la misma lógica con Maduro.
Incluso, después del encuentro entre Richard Grenell y Nicolás Maduro en el Palacio de Miraflores, el enviado especial de Trump volvió a Estados Unidos junto con los seis ciudadanos estadounidenses que estaban detenidos en Venezuela acusados de conspiración. Una semana después, y en un nuevo gesto inédito por parte del gobierno bolivariano hacia la administración de Trump, aterrizó en Caracas un avión con migrantes venezolanos deportados por Estados Unidos, todo costeado y tutelado por el gobierno bolivariano.
Además, que un alto funcionario del gobierno norteamericano se haya acercado personalmente a Miraflores, hecho que hacía años que no ocurría, es un logro político y mediático para Maduro, quien puede utilizar esta negociación para romper el aislamiento internacional y además instalar la idea de que tiene una legitimidad que ni Edmundo González Urrutia ni María Corina Machado pudieron lograr. Incluso, el líder del régimen podría utilizar esta nueva instancia de diálogo en el futuro como una plataforma para lograr que levanten todas las sanciones económicas que pesan sobre el gobierno bolivariano.
¿Esto significa que la administración de Trump buscará un mayor acercamiento con Venezuela? No necesariamente. Aunque reconoce que el país sigue bajo un régimen autoritario, también lo considera un actor clave para sus intereses estratégicos, a diferencia de otros gobiernos autocráticos como Cuba o Nicaragua. Sin embargo, esto tampoco implica que Trump vaya a retomar la estrategia de presión económica que caracterizó a la administración de Biden.
Pero en esta nueva política transaccional, queda preguntarnos qué puede pasar con la oposición venezolana, que veían hace algunos meses en Donald Trump y en Marco Rubio a dos aliados para lograr una transición democrática. Con la nueva estrategia de acuerdos puntuales con Maduro, esto deja a González Urrutia y a María Corina Machado en una posición muy incómoda. Así, el pragmatismo del nuevo gobierno de Trump podría significar el fin del respaldo incondicional a la oposición y el inicio de una nueva etapa en la relación entre Washington y Caracas.
*Licenciada en Ciencias Políticas (UCA) - Investigadora del Centro de Estudios Internacionales (CEI-UCA) - Co-host del podcast “El Cafecito Latinoamericano” en Spotify y en YouTube.
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