Recortes y detenciones: Trump vs. universidades
Un año más tarde llegaron las consencuencias para los estudiantes que participaron de los campamentos “pro Palestina” en las universidades de Estados Unidos. Trump ordena allanamientos y deportaciones para los alumnos que “apoyan el terrorismo”, además de realizar recortes presupuestarios millonarios.
La vida estudiantil en Columbia University se ha vuelto hostil después de semanas de ser el blanco de ataques del gobierno estadounidense.
El sábado pasado, el estudiante de posgrado Mahmoud Khalil fue detenido por agentes de inmigración, quienes le informaron que su visa estudiantil había sido revocada. Khalil, sin embargo, quien está casado con una mujer estadounidense, tiene residencia permanente en el país. Los agentes le contestaron que su residencia había sido revocada también.
Khalil ahora se encuentra en un centro de detención en Louisiana y se enfrenta a la posibilidad de que el gobierno Trump le quite su estatus de residente y lo deporte a su país de origen, Siria.
La posible deportación del estudiante de 30 años es el comienzo de una posible ola de deportaciones que el gobierno Trump ha amenazado contra extranjeros a quienes considera que apoyan causas terroristas. Es que hace casi un año, Khalil fue uno de los líderes de los campamentos pro-Palestina que se realizaron en la universidad de Columbia.
Según un correo enviado de la presidenta provisional de la prestigiosa institución, Katrina Armstrong, a los estudiantes de Columbia, agentes del Departamento de Seguridad Nacional entraron al campus con dos órdenes judiciales que les permitieron inspeccionar los dormitorios de dos estudiantes. “Escribo con corazón roto que tuvimos agentes federales del Departamento de Seguridad Nacional dentro de dos residencias universitarias esta noche”, se lee en el correo que se envió el jueves. “Nadie fue arrestado, y no se tomó ninguna acción adicional”, agregó. Las identidades de los estudiantes afectados por las órdenes no han sido confirmadas.
Además, el gobierno federal canceló 400 millones de dólares en ayuda financiera a la institución tras acusar a la universidad de ser antisemita por su manejo de las protestas pro-Palestinas el año pasado. “Estos impactos afectarán casi cada rincón de la Universidad”, escribió Armstrong en un correo el 7 de marzo.
Más allá de la incertidumbre con respecto al gobierno, estudiantes de la institución dicen que tampoco se sienten defendidos por su administración universitaria. Después de la detención de Khalil, el campus, que ya ha estado cerrado al público desde las protestas pro-Palestina, experimenta un incremento de presencia de seguridad y monitoreo. “En cuanto sucedió ese arresto hubo un cambio instantáneo”, recuerda Margaret Salinas, una estudiante de cuarto año en Columbia University.
Salinas comparte que los estudiantes tienen que mostrar prueba de su estatus universitario para ingresar a la universidad y para entrar en cualquier edificio. El proceso para entrar al campus es tan lento que las filas para entrar le hacen acordar de las colas que se hacen para las montañas rusas; una espera brutal durante el invierno de Nueva York.
Además, la administración ha fallado en dar a sus estudiantes, especialmente estudiantes internacionales, recursos legales o migratorios para poder protegerse. En su lugar, algunos correos de Armstrong dirigen a los estudiantes a recursos de salud mental. Para Salinas, quien nació en El Paso, Texas, los agentes federales en el campus le traen de regreso a su ciudad natal, donde había presencia policial dentro de su escuela secundaria y donde siempre existía el miedo de ser detenido. “Cuando primero llegué a Columbia, pensé, por fin voy a tener una experiencia normal”, compartió la estudiante de ascendencia mexicana. “Por lo contrario, siento que esto me está atormentando, me está persiguiendo, ser monitoreada constantemente”.
Ya en su último año de su carrera, Salinas afirmó que no puede esperar hasta que se pueda ir de Columbia. “Mi meta es terminar la carrera y largarme de aquí. Esta era la universidad de mis sueños. Pero me siento traicionada”, admitió.
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