“No tuvimos acceso a alimentos durante varios días”
Salvador Marinaro es profesor universitario y vive en Shanghai junto con su mujer. Narra la desesperación que vive hace semanas por el confinamiento implacable que aplican las autoridades chinas ante la aparición de ómicron.
Desde hace unas semanas se suceden en las redes sociales imágenes impactantes de policías con trajes de protección manteniendo a raya a personas desesperadas en Shanghai. Son imágenes que remiten a los primeros meses de las cuarentenas que atravesaron el planeta. Pero ya han pasado más de dos años y ya ningún país aplica esos confinamientos estrictos. Pero China sí.
Salvador Marinaro es un profesor universitario argentino que vive con su mujer en la megalópolis china. Desde el otro lado del mundo, su voz denota la desesperación de quien en un momento llegó a no tener manera de conseguir alimentos. Lamenta que las autoridades chinas se hayan esforzado en todos estos meses en ajustar su sistema capilar de control de la población, en el marco de la política de “tolerancia cero” frente al covid, en lugar de ampliar su capacidad sanitaria para hacer frente a eventuales nuevos contagios, como se hizo en el resto del mundo.
—Salvador, ¿qué está pasando en Shanghai?
—China no tuvo una circulación comunitaria del virus realmente destacada por fuera de la región de Wuhan, donde empezó la pandemia. La cuestión es que las medidas de China, medidas de control poblacional muy extremas, cumplieron su primer cometido en el sentido de bloquear la circulación del virus. China mantuvo esas políticas muy extremas por dos años, principalmente bloqueando la llegada de extranjeros. Se cancelaron visas. Se redujo al mínimo la posibilidad de volar y de entrar a China. Se exigía a veces, dependiendo de la región, cuarentena de tres semanas en hoteles centralizados y una serie de políticas que no las ha tomado otro lugar del mundo. Eso significó que China no tuvo realmente una circulación del virus como tuvo cualquier país de Occidente, ni siquiera otros países que mantuvieron políticas de tolerancia cero como Singapur, Japón y Corea del Sur, que aplicaron las mismas medidas que China. Lo que sucede es que ahora ómicron no es lo mismo. Su potencialidad de contagio, la velocidad con que lo hace, es muy fuerte. Parte de la población está vacunada, pero la política china siempre ha sido seguir invirtiendo en el control poblacional, en el sentido de que nunca se volvió obligatoria la vacunación, y nunca, tampoco, hubo una decisión de permitir la importación de vacunas de otras procedencias que no sean chinas.
—Es raro que en un país donde haya tanto control no se haya hecho obligatoria la vacunación.
—Totalmente, porque en realidad no era la política. La política, efectivamente, fue seguir invirtiendo en estrategias de control, armar campos de cuarentena, rastreos automáticos de la población o utilizar todo el big data para rastrear contactos, primeros, segundos y terceros contactos. Esa fue la estrategia en realidad, y se dejó de lado la principal estrategia para la salud de las personas, que era la vacunación.
—¿Las consecuencias sobre la economía podrían llevar al régimen a aflojar el confinamiento?
—Las consecuencias económicas son tremendas. China está perdiendo por año, por la aplicación de estas políticas, el equivalente a la deuda externa con el FMI que tiene la Argentina. O sea, unos 50 mil millones de dólares aproximadamente por año, por su política de tolerancia cero. Es una ciudad de 27 millones de habitantes que, financieramente, había superado a Londres. Estamos hablando de la tercera ciudad más importante del planeta. Creo que la ciudad tiene el PBI de España, es dos o tres Argentinas. Hay 70 mil firmas extranjeras detenidas. Está detenida la fábrica de Tesla, la segunda del mundo. La ensambladora de Apple estuvo detenida. Es un delirio.
—¿Ha empezado a flexibilizarse?
—No se han flexibilizado para la población, sí para lo que les importa realmente, que son las empresas, como Tesla, Apple. De alguna manera, están viendo cómo reasumir la producción. En cuanto a la población, no tuvimos acceso a alimentos por días porque bloquearon las compras, el delivery. Se restringieron a llamar a un número de teléfono que volvió prácticamente imposible comprar. Había que levantarse a las cinco de la mañana para estar apretando compulsivamente el botón. Y así te decían algunos que se puede comprar a través de los sistemas electrónicos, algo con lo que yo no tuve suerte.
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