Miles de migrantes se agolpan en la frontera sur de EE.UU. pese a las nuevas restricciones
En el primer minuto de ayer caducó el llamado Título 42, que permitía la deportación exprés de quienes habían ingresado ilegalmente alegando razones sanitarias por la pandemia, que había instituido Donald Trump. Lo reemplaza el Título 8, que no solo expulsa sino que también prohíbe volver a intentar ingresar por cinco años. “Las fronteras no están abiertas”, advirtió el gobierno ante la ansiedad de la multitud que se agolpa en las ciudades fronterizas. El presidente Joe Biden, en campaña para la reelección, busca mostrar firmeza en un tema en el que la oposición republicana lo castiga por la “avalancha”.
Estados Unidos abrió ayer una nueva página de su historia migratoria aplicando mano dura a los migrantes que llegan eludiendo las “vías legales” y haciendo frente a un revés judicial que complica sus planes. Y lo hizo con un claro mensaje: “Las fronteras no están abiertas”.
Hasta el jueves a medianoche las autoridades compaginaban una norma sanitaria que les permitía bloquear a casi todos los migrantes en la frontera, el Título 42, con una regla migratoria conocida como Título 8, que además de expulsar a aquellos que entren sin visa o sin autorización les prohíbe entrar de nuevo durante cinco años y los expone a procesamientos judiciales.
A las 23.59 del jueves, Estados Unidos levantó el Título 42, una medida activada durante la crisis sanitaria para frenar supuestamente el covid-19 pero que en la práctica se utilizó casi 2,8 millones de veces para expulsar a migrantes al impedirles pedir asilo.
El presidente estadounidense, Joe Biden, había anticipado una situación “caótica” en la frontera por el fin de esa norma, al tiempo que su gobierno desplegaba unos 24 mil agentes en la zona.
A partir de ahora se usa exclusivamente el Título 8, pero además ha entrado en vigor una norma que endurece el acceso al asilo, obligando a los migrantes a pedir cita a través de una aplicación móvil (CBP One) o a acogerse a programas de reunificación familiar o a permisos humanitarios para cupos de venezolanos, haitianos, nicaragüenses y cubanos.
En cualquiera de estos casos deben tramitarlo antes de llegar a los puertos de entrada. Las excepciones son contadas, como por ejemplo si el asilo les fue denegado en un país por el que transitaron de camino a Estados Unidos, si no han podido usar CBP One, en circunstancias excepcionales o en el supuesto de niños no acompañados.
El calendario de política interior ha tenido mucho que ver para el endurecimiento de las condiciones de asilo. Y es que el demócrata Biden se encamina a las presidenciales de 2024 con la migración como uno de sus puntos débiles, que los republicanos tienen la intención de aprovechar.
Si los migrantes “no tienen una base para quedarse, los expulsaremos muy rápidamente. Hemos sido muy, muy claros en cuanto a que existen vías legales, seguras y ordenadas para buscar ayuda en Estados Unidos y si alguien llega a nuestra frontera sur, enfrentará consecuencias más duras”, declaró el secretario de Seguridad Interior, Alejandro Mayorkas, a la televisión CNN.
Mayorkas reconoce que la situación es “desafiante” pero es optimista y cree que su “plan” tendrá éxito.
Por de pronto ha recibido un revés judicial.
Un juez de Florida le impidió dejar en libertad provisional en territorio estadounidense a algunos migrantes a la espera de que se diriman sus casos migratorios, como planeaba hacer el gobierno ante la limitada capacidad de los centros de detención. El magistrado, que se pronunció ante un recurso interpuesto por el gobierno de Florida, discrepa porque considera que equivale a liberarlos de forma descontrolada, sin quedar sujetos a “procedimientos de deportación y con poca o ninguna investigación y sin monitoreo”.
Consecuencias. Las consecuencias de este fin oficial de la política migratoria de Trump se han dejado ver incluso antes de que expirase. En los últimos días, decenas de miles de personas se acercaron a la frontera norte de México, e incluso 11 mil personas cruzaron a Estados Unidos en un solo día, el miércoles.
Dentro del país, los centros de recepción de migrantes están dejando que aquellas personas que hayan solicitado asilo se vayan sin tener todavía una fecha programada para la vista en la que tratarán de demostrar que tienen base legal para permanecer en el país, en una medida que pretende liberar espacio antes de la presumible entrada de más personas.
Normalmente, las personas permanecen en estos centros hasta dicha vista, para evitar que no se presenten y se queden en el país de manera irregular, pero los centros de acogida están desbordados y no pueden acoger a nadie más, por lo que hay cientos de personas en las calles de ciudades fronterizas como El Paso (Texas), uno de los puntos por los que más migrantes cruzan.
Al otro lado de la frontera, en Ciudad Juárez, México, cientos de personas esperan frente a la Puerta 42 –la única abierta en la zona en este momento– a entrar a Estados Unidos para comenzar el proceso de asilo, aunque las autoridades estadounidenses llevan semanas advirtiendo de que muchas de estas solicitudes serán denegadas con los nuevos requisitos que se imponen a partir de ahora.
En Florida, sin embargo, un juez federal bloqueó este plan en el estado, después de que la fiscal general de la región, Ashley Moody, solicitase en una moción de emergencia el permiso para dejar libres a los migrantes que aún no tienen fecha para su vista, sin hacerles un seguimiento.
Asimismo, otros cientos de personas temen ser deportadas y todavía esperan en la frontera, sin atreverse a solicitar el inicio del proceso legal. Para evitar que estas personas crucen de forma irregular, el gobierno cuenta con 24 mil agentes fronterizos.
Además, el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas dejó de realizar test de coronavirus a las personas retenidas, en una serie de cambios anunciados horas antes de la medianoche que pretenden aumentar el número de camas disponibles en sus centros y acelerar el proceso.
Advertencias. Por el momento las advertencias que Estados Unidos viene haciendo en las últimas semanas parecen surtir efecto. Horas antes de que expirara la norma sanitaria el gobierno mexicano registró una baja en el flujo de personas que intentaban llegar a Estados Unidos.
“El flujo va bajando al día de hoy. No hemos tenido confrontaciones ni situaciones de violencia en la frontera”, dijo el canciller mexicano, Marcelo Ebrard, en rueda de prensa.
Según datos que exhibió Ebrard, el gobierno mexicano contabilizaba a 26.560 migrantes en las principales ciudades fronterizas del país. 10.000 de ellos en Ciudad Juárez, 7 mil en Reynosa y 5.500 en Matamoros. El resto están repartidos entre Tijuana, Nogales, Piedras Negras y Ciudad Acuña.
Agustión Sortomi, un hondureño, intentó entregarse a las autoridades fronterizas con su esposa y sus dos hijos. “Ya me entregué dos veces y no me reciben. No sé qué hacer y es lejos aún”, contó el jueves a los periodistas.
En los últimos días los agentes estadounidenses han interceptado a unos 10 mil migrantes por día, según medios de comunicación estadounidenses que citan fuentes oficiales. En la madrugada del viernes, algunos migrantes probaban suerte, aunque no muy convencidos.
En el cruce fronterizo de Tijuana, en México, una mujer guatemalteca que dice llamarse Paola llegó justo cuando expiraba el Título 42. Se acercó con su hija en brazos al cruce, pero un agente le explicó en español que no podía pasar y le recomendó que descargara la aplicación CBP One para tramitar la solicitud de asilo. “Voy a intentar, dije, a ver qué pasa”, comentó la joven. Lo intentó en el pasado varias veces. En vano.
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