víctor navarro, expreso político

“Los que intentan normalizar a Maduro son amigos de un asesino, dictador y torturador”

Tenía una organización que trabajaba con jóvenes en situación de calle, pero fue secuestrado y “desaparecido”, acusado de ser parte de una conspiración para matar a Nicolás Maduro por haber recibido una beca en Estados Unidos y quedar en contacto con la embajada. Llevado al “Helicoide”, el siniestro centro de detención, fue torturado y presenció horribles abusos a otros secuestrados. Exiliado en Buenos Aires, hoy espera que el régimen acepte su derrota, aunque sabe que será difícil.

Sobrevivir al horror. Víctor Navarro fue “desaparecido” y llevado al “Helicoide” por los servicios de inteligencia del chavismo. Foto: afp

Víctor Navarro, activista venezolano que sobrevivió al centro de detención “El Helicoide” y está exiliado en Buenos Aires, conversó con PERFIL sobre cómo las torturas sufridas lo afectan hoy, cinco años después, y expresó que los que no condenan a Maduro son “amigos del dictador”.

—¿Qué recuerda del “Helicoide”?, ¿cómo fue su tiempo allí?

—Estuve cinco meses detenido en este centro de tortura, que es el más grande de América Latina. Fui torturado, me golpearon muchísimas veces y de múltiples formas. Me hacían algo tan atroz como ponerme a ver la tortura de los otros. Casi me matan con una pistola. Me desaparecieron, me prohibieron ver el sol, ver a mis abogados. Nunca tuve una visita, nunca tuve una llamada.  Escuché cómo violaban las mujeres, cómo le ponían corrientes en el cuerpo a un hombre. Lo cuento porque es una política sistemática.

—¿Cómo fueron esos casos que mencionó?

—Estuve en una celda que se llama preventiva y arriba era donde entrevistaban a personas que eran recientemente detenidas. En la celda al lado está el “control”: donde hacían todos los registros administrativos e ilegales de las personas. Nosotros podíamos ver a través de los barrotes cuando estaban trayendo a nuevos detenidos. Se los ponían afuera y pasaban los guardias y comenzaban a pegarles, a darles la cabeza contra la pared, se burlaban. Eso lo veíamos constantemente.

Trajeron a un hombre al que asfixiaron y lo obligaron a decir mi nombre. Él no sabía quién era yo y yo tampoco sabía quién era esta persona, pero lo torturaban y, a mí, querían generarme más temor. 

En la celda de arriba, un día comenzamos a escuchar gritos de una mujer que pedía auxilio y decían que la estaban violando. “¡Me quieren violar, me quieren violar!”. Y los tipos le decían “¡callate, maldita, callate!”. Se escuchaba el forcejeo.

En otro momento escuchamos los gritos de una persona y se oía la corriente. Yo estaba lejos del resto de los presos políticos, pero cerca de donde operan los oficiales. Era una constante ver la dinámica de las detenciones.

Al final del día, esas son imágenes que muy difícilmente salen de tu mente. Hay una intencionalidad de quebrar tu voluntad, de que sepas cuándo le están haciendo estas atrocidades a otras personas. 

—¿Fue un antes y un después en su vida el “Helicoide”?

—Te cambia la vida para siempre. Creo que no existe posibilidad de que vuelvas a ser el mismo de antes; no hay forma. Yo nunca volví a ser el mismo. 

Cuando hablo con mis amigos más cercanos les digo que soy un rompecabezas que tiene piezas perdidas. No hay nada más jodido que verte a través de los ojos de los demás: salir de una cárcel con 20 kilos menos, lleno de llagas en el cuerpo, y que la gente empiece a mirarte con miedo, con lástima, que la gente se tenga que alejar de ti. Que estés caminando por la calle y una persona vestida de negro ya no signifique lo mismo, o que el sonido de las llaves no sea igual. 

Hoy, después de cinco años, cada vez que se llevan a un preso siento que me pueden volver a llevar, o tengo temor porque esa persona puede vivir lo mismo que yo o peor. Es algo que comienza a ser parte de ti. Me mueve luchar por esto, para que más gente no viva eso que yo viví, porque es muy duro. Hace que no te sientas seguro en ningún lado, que no puedas caminar libre, que no puedas dormir tranquilo. La tortura no es cualquier cosa, es una anomalía que no se puede normalizar. Estas marcas que deja el régimen cuesta que cicatricen y la herida sigue abierta. 

—¿Cómo era su vida antes?

—Tenía una organización en la que trabajaba por jóvenes en situación de calle. En Venezuela a cualquiera que piense distinto le puede pasar lo que me pasó a mí. En ese entonces me gané una beca para estudiar en Estados Unidos. Cuando regresé quedé muy vinculado con miembros de la embajada; temas de amistad personal. Ellos me dijeron que yo estaba armando una célula terrorista financiada por Estados Unidos para acabar con Maduro. En estos regímenes la paranoia tiene que ser parte de su sistema, porque como hacen tanto daño, creen que cualquier cosa puede llegar a ser una amenaza. 

—¿Qué opina de los presidentes latinoamericanos a los que les cuesta condenar a Maduro?

—Como venezolano, cada vez que un presidente dice que está esperando que Maduro muestre las actas, molesta. Porque ellos, nosotros, Maduro, todos sabemos que no tiene actas. ¿Es una negociación para que haya una transición o es que le están dando tiempo a Maduro? 

Si hay presidentes que quieren asumir un liderazgo en la región para que Maduro tenga una salida del país, entonces yo aplaudo que no haya una ruptura diplomática, siempre y cuando sea para una transición política.

Lo que está pasando con Colombia, con México y con Brasil hay que verlo con mucha cautela, pero sobre todo exigirles la responsabilidad que amerita esta situación. Creo que su postura está siendo irresponsable.

Así como nos hartamos de hablar de la voluntad de los pueblos, tenemos que saber que la gente dijo que no quiere a Maduro y que hoy él está haciendo un golpe de Estado a González Urrutia. Celebro posturas como la de Argentina. 

—¿Por qué cree entonces que estos presidentes latinoamericanos toman esta posición?

—Creo que pusieron los negocios y la ideología por encima de los derechos humanos, de la libertad y de la democracia. En Venezuela no estamos luchando entre la derecha y la izquierda; es una lucha entre una autocracia y la democracia, entre el bien y el mal. Ellos tienen que pensar si están dispuestos a recibir a otros cinco millones de migrantes más  en sus países. 

—¿Ve la salida de Venezuela a un futuro mejor?

—Maduro está asustado. Hoy se está dando la pelea y no sé cuál es el final, pero sí quiero creer que es hasta el final. Esta es una de las pocas o últimas oportunidades que nosotros tenemos. Si tú me preguntas a mí: Víctor, ¿cuál es tu mensaje final? Es que la gente salga hoy a la calle, dentro y fuera del país, y le siga diciendo al mundo que no queremos a Maduro. Al final, a los que intentan normalizar a Maduro les toca admitir que son amigos del torturador, del asesino y del dictador. 

—Hay muchas movilizaciones en Venezuela: ¿hay peligro en las calles? 

—Quienes están en el poder están buscando imponer la violencia desde una narrativa en la que cualquier persona salga, ellos lo van a meter preso. La contraposición a eso es que la gente quiere defender su voto. Ellos se esforzaron por querer inculpar a María Corina Machado y a Edmundo González Urrutia de generar violencia. Las movilizaciones después del fraude electoral fueron independientes de diversos grupos de la sociedad, de diferentes estratos sociales. Detener arbitrariamente a cientos de venezolanos y ellos propiciar la violencia, es para generar miedo y que la gente no se movilice, porque saben que las manifestaciones les aumentan el costo político. Y por eso es que ellos están haciendo terrorismo de Estado.