Los 76 días que pueden cambiar al mundo
Estados Unidos se prepara para una transición democrática crucial de 76 días, mientras el mundo observa la capacidad del país para garantizar un traspaso pacífico del poder entre Trump y Harris, y cómo esto puede influir en el orden internacional ante la atención de China, Rusia e Irán.
Las miradas del mundo no están sólo en los resultados de la elección de hoy en los Estados Unidos, sino también en los 76 días de transición que se abren hasta la asunción del nuevo gobierno – sea de Donald Trump o de Kamala Harris – el 20 de enero.
Como no se recuerda en la historia reciente del país, está en duda la capacidad de la democracia más poderosa del mundo de garantizar una transición pacífica del poder. Lo primero que tiene que demostrar Estados Unidos es que su democracia todavía funciona y que la violencia verbal y simbólica de los últimos años no se traducirá en violencia física. Si lo logra, el 6 de enero de 2021 será una anomalía; sino lo logra, el inicio de una tendencia.
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Esa realidad hará más fuerte o más débil al país, en un momento en el que se está reconfigurando el orden internacional y donde Washington ya no goza de una posición de dominancia absoluta. Los rivales estratégicos de los Estados Unidos – China, Rusia e Irán – están mirando el proceso más que el resultado, y están agazapados a la espera de ver si se abre una ventana que les permita sacar ventaja.
Aunque parezca contraintuitivo, una transición con Harris como presidente electa podría ser más riesgosa que con Trump. Los equipos del presidente Joe Biden y Harris no se llevaron bien durante la campaña, en parte porque los primeros nunca terminaron de digerir la salida forzada de la candidatura por la reelección. No hay motivos para pensar que esa relación mejoraría mucho en una eventual transición entre fellow demócratas.
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Harris no hizo durante su campaña muchas referencias a su política exterior, más allá de acentuar el multilateralismo y la cooperación que intentó reconstruir Biden durante su gestión, con resultados modestos. Pero en los tres conflictos calientes que exigen una posición directa y clara de los EE.UU., Harris podría enfrentar movimientos tácticos de sus rivales aún antes de sentarse formalmente como la primera presidente mujer en el Salón Oval.
Tanto Rusia y China como Irán e Israel podrían aprovechar los 76 días de transición para poner a prueba el carácter de la administración entrante. ¿Podría Putin aumentar los ataques a Ucrania y hasta mostrar de manera explícita el apoyo chino para condicionar de inicio la política del nuevo gobierno? ¿Aumentará China su hostigamiento militar a Taiwán y su presencia desafiante en el Mar de la China Meridional para dejar en claro que esa es su área de influencia? ¿Buscará Israel escalar el conflicto con Irán – bombardeando por ejemplo sus instalaciones nucleares – para disuadir el previsible intento de Harris de limitarlo a partir de enero?
Todas estas preguntas cobrarán aún más sentido si una victoria eventual de Harris es cuestionada por Trump y/o sus seguidores durante la transición, como ocurriera en enero de 2021.
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Una victoria de Trump genera menos incentivos para que Moscú o China hagan movimientos disruptivos durante la transición, a sabiendas que el estilo de negociación transaccional del presidente electo se los haría pagar más adelante. Pero esa lógica no aplica para Israel, donde un Trump victorioso sería un impulso para el primer ministro Benjamín Netanyahu y su guerra multi-frente y de fondo con Teherán.
Todos estos cálculos ocurrirán en las principales capitales en paralelo al recuento de los votos en cada pequeño condado de los Estados Unidos. A mayor incertidumbre sobre el resultado – y sobre su validación y aceptación – mayor será el incentivo para movimientos rápidos que busquen cambiar los equilibrios de fuerza inestables que dominan estas zonas de conflicto geoestratégico. Más allá de quién gane, el principal logro para Washington y su lugar en el mundo sería que la continuidad se imponga sobre la disrupción.
* Marcelo J. García es Director para las Américas de Horizon Engage, consultora de riesgo geopolítico con sede en Nueva York.
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