Entre deudas internas y reconfiguraciones externas
El año 2021 plantea para el mundo un escenario incierto y altamente volátil. Para Argentina, la política exterior será clave a la hora de contribuir a un crecimiento con desarrollo integral del país luego de una caída como las de 2018, 2019 y, especialmente, la de 2020. La dimensión económica continuará siendo el eje estratégico de la política externa y de las necesidades a las que la misma deberá responder. Las preocupaciones vinculadas a la deuda –con el arreglo aún pendiente con el Fondo Monetario Internacional- y el estímulo al comercio exterior continuarán entre los principales puntos de la agenda del Ejecutivo. Sin embargo, no sólo las urgencias internas condicionarán el accionar hacia afuera. Las redefiniciones a nivel regional, hemisférico y global jugarán un rol crucial, así como los matices que Alberto Fernández le imprima a la lectura del mundo.
Joe Biden comparte con Fernández la necesidad de fortalecer los organismos multilaterales y de cooperación internacional. Antes de asumir había afirmado: “America is back” (América ha vuelto). En clara referencia al retraimiento internacional que se produjo durante los cuatro años de Donald Trump en la Casa Blanca. La Administración entrante plantea que EEUU necesita retomar su rol de “líder del hemisferio occidental”. El principal interrogante para este “regreso” de Estados Unidos al escenario internacional es, si efectivamente, el mundo está dispuesto a permitir una vuelta de Washington como líder global. Es decir, cuánto se asemeja la situación mundial a los tiempos en que los demócratas eran los inquilinos de la Casa Blanca, previo a la llegada de Trump.
Biden, en este sentido, puede llegar a tener un vínculo importante con el presidente argentino. Mientras tanto, Jair Bolsonaro sigue sin felicitarlo y asegura que “sus fuentes” le dicen que “hubo fraude” en las elecciones estadounidenses del pasado 3 de noviembre. Esto ya comenzó a ser aprovechado por Fernández para constituirse en uno de los principales aliados en la región del nuevo jefe de la Casa Blanca. Más allá de los posteriores “errores no forzados” del canciller Felipe Solá, la del pasado 2 de diciembre fue la primera charla que el estadounidense mantuvo con un mandatario regional. Si su par brasileño se apoyó en Trump, el argentino podría hacerlo en el demócrata. Para ello, por supuesto, el país no está en condiciones de permitirse más fallidos. En la diplomacia, los errores suelen pagarse caro.
En cuanto al escenario asiático, a primera vista las sorpresas son escasas. China se mantiene como el pivot de la inserción comercial de Argentina en la región. El pasaje de la pandemia y las consecuencias en las economías occidentales, contribuyeron a fortalecer el rol de Beijing como motor de la economía global, y de la recuperación. Las medidas económicas internas continuarán impactando cada rincón del globo, y Argentina no será la excepción. Es probable que, ante el solapamiento de las necesidades financieras locales, la concentración comercial sobre el gigante asiático, y habiendo accedido al Banco Asiático de Inversión e Infraestructura, el gobierno argentino concrete el acceso a la Nueva Ruta de la Seda. Pero China, a pesar de su dimensión, es sólo una parte de Asia. Pensar la inserción comercial, es apuntalar las relaciones con países como Vietnam, Indonesia e India que se posicionan como principales destinos en Asia y generadores de superávit sostenidos. Una estrategia para China debe contemplar una visión holística de Asia Pacífico.
El Mercosur, al igual que en el 2020, asoma como el espacio de mayor sensibilidad en la política externa. La dificultad de concertar posiciones y mecanismos de toma de decisión frente a la crisis sanitaria, a diferencia de bloques regionales en otras latitudes, muestra la debilidad de la coordinación regional. Las diferencias políticas e ideológicas marcaron estancamientos y contramarchas en el último año, y este escenario no parece próximo a superarse. El cambio en la presidencia norteamericana seguramente reste contundencia a la postura de Brasil en la región, y obligue a Bolsonaro a redefinir algunos ejes de política externa, generando una ventana de oportunidad para un acercamiento a Fernández, ante la ausencia de otros socios de envergadura. De ser así, el pragmatismo debería primar en la política externa local, ampliando canales de diálogo con el gigante sudamericano de cara a un período de recuperación económica que no puede prescindir de Brasil como epicentro de la estrategia de inserción pospandemia.
En este contexto, los desafíos para el país de cara al 2021 son complejos y de gran envergadura. El eje en la inserción comercial para generar divisas será fundamental a la hora de enfrentar problemas internos y comenzar a dar respuesta a cuestiones estructurales de la economía argentina. Si algo nos enseñó este 2020 es que los acontecimientos impredecibles están a la orden del día. Todo lo que se haga en materia de política exterior, bien o mal, repercutirá en un ambiente interno de fragilidad económica y social. El cambio de vientos externos puede traer nuevos aires de oportunidad al gobierno. La creatividad y la capacidad de adaptación, así como la equidistancia pragmática, serán elementos claves para aprovechar estas reconfiguraciones.
*Investigadora CONICET y Directora del Doctorado en Relaciones Internacionales (UCC).
**Magíster en Relaciones Internacionales–Abogado.
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