PANORAMA internacional

El “apaciguamiento” de Trump a Rusia

La estrategia de Trump hacia Putin recuerda a la de Francia y Gran Bretaña con la Alemania nazi y aleja la paz. Pero hoy Londres y París tienen alternativas.

Chamberlain. El premier británico no vio el riesgo que significaba Adolf Hitler. Foto: cedoc

El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, dice que quiere traer la paz a Ucrania. Pero su enfoque no puede funcionar porque no aborda el problema de las garantías de seguridad. No habrá paz mientras Ucrania deba enfrentarse a Rusia por sí sola.

Sin embargo, quizás este defecto pueda superarse. En teoría, la innovación técnica en la miniaturización de la guerra podría ofrecer nuevas formas de garantizar la paz, y Francia y el Reino Unido –ambos potencias nucleares– podrían intervenir a medida que Estados Unidos se retira.

Ahora es el momento de considerar esas posibilidades. Al hablar esta semana en el Grupo de Contacto para la Defensa de Ucrania en Bruselas, el secretario de Defensa de EE.UU., Pete Hegseth, parece haber renunciado a muchos de los elementos clave que habrían sido objeto de negociaciones. Antes de que comiencen las conversaciones, EE.UU. dice que impondrá pérdidas territoriales a Ucrania y le prohibirá unirse a la OTAN. Peor aún, estos comentarios fueron seguidos inmediatamente por una publicación eufórica en redes sociales de Trump sobre una conversación que tuvo con el presidente ruso, Vladímir Putin.

Con ambas partes de la guerra cerca del agotamiento, no es descabellado explorar opciones para lograr una paz duradera sin una rendición total de un bando. Pero el camino que ha elegido Trump conduce directamente a un callejón sin salida. Una solución duradera y creíble requiere eliminar la causa de la guerra. ¿Pero cuál es esa causa?

Para los ucranianos, es la decisión de Putin de lanzar una invasión a gran escala el 24 de febrero de 2022. Eliminar la causa, por lo tanto, requeriría un cambio en el gobierno ruso, algo poco probable.

Para Putin, la causa es lo que él considera un gobierno ilegítimo en Ucrania. De hecho, como dejó claro en un extenso ensayo publicado en julio de 2021, niega la legitimidad misma de la independencia ucraniana. Eliminar la causa, por lo tanto, requeriría la eliminación de Ucrania como nación soberana. La historia está llena de ironías, y la última oleada de iniciativas de paz llega justo antes de la Conferencia de Seguridad de Múnich, una reunión que se celebra a pocos cientos de metros del lugar del intento de pacificación más notorio y fallido de la historia moderna. Fue allí, en 1938, donde Adolf Hitler logró convencer a Gran Bretaña y Francia de que Checoslovaquia, y no la Alemania nazi, era la causa del conflicto en el continente.

Después de un mes de diplomacia de crisis, los líderes británicos, franceses e italianos se reunieron con Hitler en el Führerbau (“el edificio del Führer”) en Múnich e impusieron un acuerdo político a Checoslovaquia, despojándola de los Sudetes, una región occidental con una importante minoría de habla alemana que había sido radicalizada por la propaganda nazi.

Aunque los acuerdos de paz a menudo son impulsados por el rechazo a los horrores de la guerra, también suelen preparar el escenario para nuevos conflictos. En un discurso radiofónico a los británicos el 27 de septiembre de 1938, el primer ministro Neville Chamberlain reflexionó: “Qué horrible, fantástico, increíble es que estemos cavando trincheras y probándonos máscaras de gas aquí debido a una disputa en un país lejano entre personas de las que no sabemos nada”. Un año después, los británicos se ponían máscaras de gas y construían defensas.

Mientras tanto, en Francia, el argumento a favor de la paz (apaciguamiento) en 1938 y 1939 se resumía en la pregunta: “¿Morir por Danzig?” (“¿Morir por Gdansk?”). Pero aquellos que creían haberse mantenido a salvo mediante una diplomacia astuta pronto estaban muriendo por Francia.

El lenguaje del pacifismo fallido sigue un patrón familiar. Primero, nos dicen que los grandes líderes manejarán la situación, dejando de lado a los pequeños países con sus historias complicadas. Como dijo Trump sobre su conversación con Putin: “Ambos reflexionamos sobre la Gran Historia de nuestras Naciones”. Las grandes potencias europeas exhibieron la misma arrogancia en 1938.

En segundo lugar, nos dicen que la lógica simple es suficiente. O, como dijo Trump, “El presidente Putin incluso usó mi poderoso lema de campaña: ‘sentido común’”. También era sentido común en 1938 que el problema de los Sudetes, y no el deseo de Hitler de unir Europa bajo el dominio nazi, era el núcleo de la crisis.

En tercer lugar, los pacificadores invocan la amenaza del colapso civilizacional. Rusia ha amenazado constantemente con una guerra nuclear, y temores similares de escalada influyeron en la toma de decisiones británica a finales de los años treinta. “El verdadero triunfo”, dijo Chamberlain a la Cámara de los Comunes el 3 de octubre de 1938, “es que… representantes de cuatro grandes potencias hayan encontrado posible ponerse de acuerdo sobre la manera de llevar a cabo una operación difícil y delicada mediante el diálogo en lugar del uso de las armas, y con ello han evitado una catástrofe que habría acabado con la civilización tal como la conocemos”.

Con el beneficio de la retrospectiva, el verdadero triunfo habría sido congelar el conflicto hasta que se pudiera encontrar una solución real. Eso podría tomar décadas, como en la Alemania de la posguerra, o incluso más tiempo, como en la península de Corea desde el armisticio de 1953. Puede haber un deshielo gradual, como ocurrió en las relaciones entre Alemania Oriental y Occidental, o puede que no. De cualquier manera, Alemania Occidental y Corea del Sur se mantuvieron seguras después de que cesaron los combates porque estaban protegidas por el marco de disuasión de la Guerra Fría.

Del mismo modo, una disuasión efectiva es clave para garantizar que el conflicto en Ucrania permanezca verdaderamente congelado y que Rusia no utilice la pausa para reconstruir su capacidad militar hasta poder aplicar una fuerza irresistible. Durante la Guerra Fría, dicha disuasión se logró con la amenaza de destrucción mutua asegurada. Ese mismo mecanismo podría ofrecer una salida ahora.

Podría aplicarse a través de Francia y el Reino Unido, que, junto con EE.UU. y Rusia, son partes del Memorándum de Budapest de 1994, en el cual Ucrania acordó renunciar a más de 1.700 armas nucleares de la era soviética a cambio de la promesa de los otros signatarios de garantizar la integridad territorial de Ucrania. Francia o el Reino Unido –o preferiblemente ambos– podrían suministrar armas nucleares a Ucrania y a cualquier otro objetivo vulnerable a la agresión rusa.

Si Gran Bretaña y Francia hubieran sido capaces de armar eficazmente a Checoslovaquia en 1938, no habría habido invasión alemana, y tal vez no habría habido Segunda Guerra Mundial. Pero esto simplemente no era posible en ese momento. Hoy es diferente. Francia y el Reino Unido sí poseen los medios de disuasión, y las transferencias tecnológicas son mucho más sencillas.

Durante mucho tiempo se ha hablado de encontrar una nueva forma de multilateralismo en un mundo cada vez más fragmentado y multipolar. Francia y el Reino Unido tienen la oportunidad de demostrar cómo podría funcionar esto y cómo podría restaurar algo de paz y seguridad en un mundo que se tambalea al borde del abismo.

* Profesor de Historia y Relaciones Internacionales de la Universidad de Princeton. Copyright Project-Syndicate.