7 octubre: un año del ataque de Hamas a Israel

7 de octubre: primer aniversario de la muerte del Estado palestino

Con Israel enfurecido, Irán acorralado, Hamas de rodillas, Hezbollah humillado y con Occidente y los países árabes poco interesados en desactivar la crisis es difícil ver un escenario donde sea posible la creación de un Estado palestino.

El momento del secuestro de uno de los participantes del festival musical Nova, el 7 de octubre de 2023 Foto: captura pantalla

Desde que se mudó a Israel a fines de la década del '80 del siglo pasado, mi amigo Tato Salimson fue mi referente y excusa para visitar seguido el país. Habíamos compartido la adolescencia porteña en el Hashomer Hatzair, un movimiento sionista de izquierda habitualmente pacifista (aunque en la época de la creación del Estado de Israel fue de armas tomar). Cuando participábamos de los grandes actos de la comunidad judía argentina en Buenos Aires solíamos cantar "escucha, escucha, hermano palestino / la paz en Medio Oriente en es el único camino". De enfrente, los chicos y las chicas de las organizaciones ligadas al sector político de lo que hoy es por ejemplo el Likud, la derecha bastante dura, nos respondían a los gritos: "ellos son / aquí están / los amigos de Arafat". Para nosotros era un orgullo que nos "acusaran" de apostar por la paz. 

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Tato se instaló con su esposa primero en Kerem Shalom, un kibutz muy idealista en la frontera con Gaza, a pocos kilómetros de la ahora famosa Rafah, y a pocos kilómetros del borde con Egipto. El kibutz no terminó de levantar vuelo y se pasaron a otro, Nir Oz, también frente a Gaza pero más al norte, a la altura de Khan Younis. No recuerdo si fue durante una visita en Kerem Shalom o en Nir Oz que nos sacamos unas fotos en el campo, sonrientes, jóvenes y con el pelo todavía muy largo, junto a dos trabajadores palestinos que llegaban todos los días desde Gaza. En esas fotos, de las que todavía se imprimían en papel y se sacaban con cámaras con rollos de película, aparecemos los cuatro alegres bajo el sol del desierto del Negev. 

En aquellos años, las simpatías políticas que teníamos en Israel se habían volcado hacia Shalom Ajshav (Paz Ahora), un movimiento muy expandido que luchaba por la apertura de negociaciones serias con los palestinos y la concreción, finalmente, de la "solución de dos estados". 

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La fuerza de Shalom Ajshav y las sonrisas de las fotos con los amigos que llegaban a trabajar desde Gaza se fueron disolviendo con el paso del tiempo, al igual que los pelos largos de nuestra juventud. En Nir Oz, Tato dejó de lado su trabajo más típico de un kibutz (estaba a cargo del Lul, el gallinero donde se criaban pavos) y se reconvirtió en técnico de computadoras. Durante los años que siguieron, en el living de su casa, en la piscina o las fiestas en el kibutz conocí a muchos nuevos amigos que ahora están muertos o siguen cautivos en la Franja de Gaza. 

Tato tuvo suerte, sobrevivió al ataque del 7/10, igual que su esposa, Roxana. Pero muchos amigos y amigas en común terminaron baleados (o peor) o los seguimos esperando par que vuelvan a casa desde vaya a saberse qué túnel sucio de Hamas. En Nir Oz, una de las comunidades más golpeadas por los terroristas que entraron al sur de Israel hace un año, cerca de 180 de sus 400 residentes fueron asesinados o secuestrados por el grupo islamista. 

Toda esta historia viene a cuento porque el coro de las infinitas voces que se vienen superponiendo a la guerra en Gaza, a favor y en contra de Israel, me hicieron acordar al sonido un poco surrealista (para quien no estaba acostumbrado) de los pavos del gallinero que supervisaba Tato. Cuando entrábamos al lugar donde se hacinaban los miles de aves con futuro de shnitzel, las típicas milanesas de pavo o pollo de la cocina israelí, el volumen y la cacofonía de sus voces (se llama gluglutear) eran a la vez ensordecedores y estúpidos, una acumulación de quejidos primitivos sin la sofisticación de animales superiores. Los pobres no entendían nada sobre su presente y, mucho menos, sospechaban su futuro gastronómico. 

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Algo parecido suenan las opiniones que se emiten sobre el conflicto, en especial desde fuera del Medio Oriente. Voces de personajes y grupos con intereses propios, a los que poco interesa la creación de un Estado palestino, una causa que Hamas se encargó de terminar de enterrar el 7 de octubre del 2023 con una acción salvaje con nulo sentido político.  

La culpa israelí

En junio de 1967, las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) se toparon con una rotunda victoria en la Guerra de los Seis Días, un inesperado triunfo sobre una coalición militar árabe encabezada por Siria, Egipto y Jordania. Hay varios libros y documentales que cuentan muy bien esa historia. Lo que aquí interesa es que la victoria militar puso a Israel en el mapa del poder mundial y le permitió al pequeño país conquistar importantes franjas de territorio que se convirtieron en zonas colchones para prevenir nuevas invasiones. Cisjordania (Judea y Samaria) al oriente para echarle un ojo a Jordania, el Sinaí y Gaza para frenar a Egipto y las Alturas del Golán para vigilar a Siria. Pero había un problema: en esas zonas vivían cientos de miles de árabes palestinos. 

Soldados israelíes en Gaza en la víspera del primer aniversario del ataque del 7/10 | Foto: FDI

Por algunas décadas, en medio de la conmoción de los palestinos por verse abandonados por Jordania y Egipto, Israel intentó llevar a cabo una tarea de "colonizadores buenos". Funcionó durante un tiempo (incluyendo esos años de los trabajadores palestinos que llegaban cada día a trabajar en Kerem Shalom, o en Nir Oz, ya confesé que no me acuerdo muy bien). Pero el ser humano no está hecho para ser dominado de esta manera y el resentimiento fue creciendo, de a poco, fogoneado -por ejemplo- por las prácticas terroristas de Yasser Arafat y la Organización para la Liberación Palestina (OLP) en una época, y luego por los grupos islamistas, que se venían cocinando ya desde fines de la Segunda Guerra Mundial. 

Los atentados y las intifadas convencieron a las FDI y al gobierno israelí que el sistema no estaba marchando bien y cambiaron de estrategia: reforzar la ocupación de Cisjordania (Judea y Samaria) con más asentamientos, muchos de ellos cuna de extremistas judíos, y, cuando crecía la violencia en Gaza, controlarla periódicamente con mini-guerras.

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Ese plan también falló, como quedó demostrado el 7 de octubre del 2023. No se puede controlar "pacíficamente" a otro pueblo. Y mucho menos cuando ese pueblo enseña a sus hijos e hijas en la escuela que los judíos son "perros" o "cerdos" culpables de todos sus males que deben ser exterminados. 

Alguna vez se entenderá mejor qué tenían en la cabeza los líderes de Hamas que lanzaron la invasión del año pasado. ¿Era solamente una acción limitada y les resultó más fácil de lo que pensaban? ¿Querían descarrilar la chance de que Arabia Saudita se sumara a los Acuerdos de Abraham? ¿Pensaron que la crisis por la reforma judicial en Israel había debilitado seriamente al gobierno de Netanyahu y su control de las FDI? 

Quién sabe. 

Lo único que está claro es que cualquier mínima chance de convencer a los israelíes de siquiera pensar en renovar negociaciones para la creación de un Estado palestino se esfumó prácticamente por completo. 

La de Israel es ahora una sociedad distinta, lo mismo que las FDI. Como demuestran la sangrienta campaña sobre Gaza y el avance sobre Hezbollah (incluida la ingeniosa operación de los pagers explosivos y la eliminación de su también sangriento líder, Hassan Nasrallah), esta vez el ejército israelí no va a patear para adelante el asunto de las organizaciones fundamentalistas al otro lado de las fronteras. Ahora parece ser que va a por todo, a descabezar y desarticular a Hamas y a Hezbollah. 

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Es una necesidad militar y, además, la manera en la que los jefes de las FDI y el propio Netanyahu pueden salvar la cara después del desastre del 7/10. 

Pero lo más importante es que la sociedad israelí está cambiando de manera dramática. No es gratis ver en tiempo real cómo torturan y violan a tus vecinas, cómo queman a tus amigos, cómo se llevan a tus hermanas o hijas a Gaza con las ropas ensangrentadas. Y peor todavía cuando los encargados de mostrar esas escenas en internet son los propios agresores. 

Un preocupante artículo publicado por el diario Globes en la víspera del primer aniversario del ataque repasaba hechos impensables hasta el 6 de octubre del 2023: hinchas de clubes modelos de tolerancia como Hapoel Tel Aviv y Maccabi Haifa abucheando a sus jugadores israelíes árabes porque en algún momento expresaron simpatía por los muertos civiles en Gaza. 

"En la mayoría de las personas", señaló una psicóloga israelí entrevistada por el diario, la reacción frente a situaciones extremas como la que se vive en el país desde el 7/10 es, "aunque sea desagradable decirlo, el racismo". Para la analista, se trata de "una tendencia natural", el refugiarse en la propia tribu para resistir invasiones, algo que "nos protegió durante la evolución" aunque "ahora entendamos que es incorrecto e ineficaz". 

Según Globes, incluso cuando termine la guerra "las heridas existentes van a empeorar", en especial aquellas que separan a distintos sectores de la sociedad israelí, como la derecha y la izquierda, los ultra-religiosos y los laicos y, lamentablemente, los judíos y los árabes. "Desde el 7 de octubre -agregó la nota-, el espacio para el debate y la tolerancia hacia las manifestaciones anti-israelíes está desapareciendo, y cualquier crítica hacia Israel, o incluso una declaración de simpatía por los residentes de Gaza, puede rápidamente interpretarse como una incitación" contra el país.

Entrevistado por el portal anticapitalista ZNetwork en ocasión del primer aniversario del 7/10, un profesor israelí de izquierda, Idan Landau, le erró al análisis en muchos aspectos pero describió muy bien algunas tendencias. "La triste verdad", dijo este profesor de lingüística de la Universidad de Tel Aviv, es que la mayoría de los israelíes vive desde hace años "en un clima político desesperanzador donde la paz no es una opción". Y "es muy difícil imaginar un futuro que nunca se les presentó como una opción".

Landau es de los que opinan que Israel fue "plantado" en Medio Oriente por las potencias occidentales. No por nada lo entrevistan medios como ZNetwork. Pero es sagaz en otros terrenos. Las generaciones israelíes más jóvenes "son aún más militaristas, más desesperanzadas, más fanáticas" que las anteriores, opinó ya acertando un poco más la mira. "Israel no necesariamente se destruirá a sí mismo, pero bien puede destruir todo lo que muchas personas consideraban querido y hermoso en él, persistirá como una Esparta moderna paranoica, con un régimen interno ultra-ortodoxo, intolerante y persecutorio". Un país un poco parecido a Irán que, obviamente, no aceptará un Estado palestino al lado. 

La culpa palestina

¿Por dónde empezar? ¿Por el rechazo árabe a la partición de Palestina en dos estados? ¿Por la guerra lanzada contra el flamante Estado de Israel apenas declaró la independencia? ¿Por la negativa a aceptar las ofertas de tierra, paz y un país palestino propio un poco más adelante en el camino de gobiernos progresistas como los de Itzjak Rabin, Ehud Olmert o Ehud Barak? 

El problema más grande de los palestinos no es Israel sino el desprecio de los otros pueblos árabes. Uno de los resultados más irónicos de la Guerra de los Seis Días es que Jordania y Egipto no podían haber quedado más contentos, en la derrota, por haberse desprendido de los palestinos que controlaban en Cisjordania y en Gaza, respectivamente. Los gobiernos de El Cairo siempre reclamaron la devolución del Sinaí (que consiguieron en 1979 y concretaron en 1982) pero jamás pidieron de regreso la Franja de Gaza. La monarquía de Amman no exigió Cisjordania de vuelta y la OLP se tuvo que mudar al Líbano después de ser corrida a sangre y fuego por el rey Hussein en los '70. 

Incluso ahora el gobierno de Egipto prefiere mirar desde lejos a los palestinos, en especial desde la frontera que comparte con Gaza. Ningún país árabe salió a "defender" a los habitantes de la Franja o a los del sur del Líbano porque no quieren saber nada con los persas de Irán, con quienes comparten religión pero no la mirada más o menos moderna del mundo.

En un enclave sin futuro, Hamas se hizo fuerte. Allí el grupo islamista llevó su declaración de principios, que incluye la destrucción de Israel, y en un largo proceso que culminó en el 7 de octubre, se terminó de inmolar en medio de los civiles palestinos, a los que usa como escudos humanos y fuente inagotable de reclutas. 

Para Hamas y Hezbollah y sus patrones en Teherán, la dinámica del conflicto responde a una lógica distinta: sus líderes no creen en las recetas de Occidente, y combatirán (¿hasta el final?) contra ellas de la mano del fundamentalismo islamista. 

¿Cómo pedirle a los judíos de Israel, un país creado de las cenizas del Holocausto, que miren con buenos ojos la creación de un Estado palestino en Gaza donde todavía existe un grupo armado que juró destruirlos? Los propios hutíes, en el lejano Yemen, llevan en su bandera la inscripción "Dios es grande, muerte a Estados Unidos, muerte a Israel, malditos los judíos, victoria para el Islam". 
Cisjordania (Judea y Samaria) es otra cosa. Allí las culpas del desastre político y demográfico están más repartidas entre la corrupción de los líderes palestinos y los impulsores de los asentamientos de colonos israelíes. 

Las culpas del mundo

Desde el 7 de octubre del año pasado, los medios de comunicación globales y las redes sociales se convirtieron en aquellos gallineros de pavos que gluglutean a lo loco. El coro fue creciendo de a poco, ya que en los primeros días después del ataque solamente los más furiosos anti-israelíes se animaron a decir barbaridades como que el asesinato y la violación de civiles era un acto de resistencia en el camino hacia la Palestina libre. 

Pero ahora las máscaras ya se cayeron hace rato. Es difícil de entender del todo qué es lo que mueve el odio de miles de jóvenes que manifiestan alrededor del mundo contra Israel, codo a codo con activistas pro-palestinos que piden, a los gritos en árabe, "muerte a los judíos". O reclamando recién ahora la "liberación" del Líbano, un país que necesita sí "liberarse", pero de fuerzas controladas desde el extranjero, como Hezbollah. 

Una posible respuesta es la muerte por inanición de movimientos antiglobalización como el que nació en Seattle en 1999, o el Occupy Wall Street contra la inequidad económica de 2011. Después de décadas de sequía ideológica, enormes porciones de la juventud global encontró finalmente los canales para expresar su insatisfacción frente al estado de las cosas: cada vez menos oportunidades, cada vez más corrupción. 

Pero esos movimientos terminaron durando muy poco, al igual que ocurrió con otros como Black Lives Matter, dejando miles y miles de huérfanos políticos... que encontraron el nuevo blanco para descargar su (genuina) frustración. ¿Pero por qué Israel? Las FDI pueden ser cruentas pero en general se mueven de acuerdo a las reglas internacionales de la guerra, por más cínicas que sean. Israel no tiene la culpa de la inequidad ni de la pobreza global ni del calentamiento del planeta ni de la contaminación de los mares ni de los problemas de género. 

A lo largo de la Historia, cuando sociedades se encontraron en momentos de crisis o encrucijadas, muchas veces descargaron su enojo agarrándoselas con los judíos. Y es posible que lo mismo esté ocurriendo ahora. La concentración galopante de la riqueza, el avance de las derechas, la posibilidad concreta de que la inteligencia artificial deje sin trabajo a millones de personas pueden provocar este tipo de caldos de cultivo que ya se vieron tantas veces. 

El antisemitismo asoma en estas ocasiones. Y siempre es funcional para gobiernos y las clases dominantes. 

 

Cohetes en la madrugada

En las primeras horas de este 7 de octubre en los relojes del Medio Oriente, desde Gaza ya se estaban lanzando cohetes contra Israel, donde las FDI están preparando un posible ataque sobre Irán. En Estados Unidos no hay capacidad de maniobra hasta que suba el nuevo gobierno en enero próximo y en Europa no hay líderes con la estatura o voluntad de ayudar a desactivar la bomba regional. 

Con su ataque del 7 de octubre de 2023, Hamas puso en movimiento todo este proceso que termina de acogotar la idea de un Estado palestino. Incluso con sus críticas al gobierno de Jerusalén, los líderes europeos y estadounidenses no le darán la espalda a la pequeña potencia que contiene el islamismo en Medio Oriente. 

China está ocupada haciendo negocios, incluyendo el petróleo iraquí, y Turquía se atreve solamente a ladrar un poco: el interés por un país para los palestinos es solamente declamatorio y una pieza del ajedrez geopolítico para molestar a Estados Unidos azuzando a su aliado israelí, donde crece la influencia de personajes extremistas como los ministros de ultraderecha Bezalel Smotrich o Itamar Ben Gvir.  

Es muy difícil ver un escenario de posguerra con alguna posibilidad seria de creación del Estado palestino, por más marchas que se realicen en universidades a miles de kilómetros de distancia y de todos los misiles que pueda disparar Irán.