‘La negación de la negación. Una hermenéutica chejoviana’

Volver una y otra vez a Chéjov…

Trabajo. El director, autor y actor Marcelo Savignone trabaja desde hace más de diez años sobre la obra de Chéjov. Foto: GZA. PRENSA DANIEL FRANCO

Podría confesar a esta altura de mí trayectoria cierta fascinación por este autor.En el año 2006 realicé mi primera aproximación a dicho creador, la obra se llamaba El Vuelo, pieza que combinaba dos obras de Chejov, Tío Vania y La Gaviota. Dieciocho años después, nuevamente estoy realizando una obra chejoviana, pero que no es una obra de Chejov, ya que el trabajo que vengo realizando se basa en la noción de territorio dramático. 

En el teatro físico existe una distinción de vital importancia que diferencia el género dramático del territorio dramático. Aclaro también que el teatro físico se caracteriza por atender a las leyes de la física clásica y a las leyes de movimiento en sí. No se trata solo de mover el cuerpo. 

Pensemos en la distinción entre género dramático y territorio dramático a través de un ejemplo simple, por ejemplo la Tragedia, que de por sí es un género dramático, pero a su vez también es un territorio dramático. Aristóteles en el cap. VI de Poética sostiene: “puesto que el efecto de la tragedia se da aun sin certamen y sin actores. Además, para la realización de los espectáculos es más importante el arte del escenógrafo que el de los poetas.” Frente a esta postura del estagirita la praxis del territorio dramático asume un postura radicalmente opuesta, como así también el teatro, no hay posibilidad de un teatro sin un cuerpo presente. 

¿Cómo es esto? Pues bien, porque al hablar de territorio estamos hablando de la disputa del “sentido común” propio de cada época y de la propia, y por consiguiente, de cada teatro. Esta disputa convierte al teatro en una praxis de lo político, lo político que no es la política, lo político que no es partidario ni panfletario. Continuemos con la distinción, Aristóteles afirma: “por tanto, son necesariamente seis los elementos constitutivos de toda tragedia, en virtud de los cuales la tragedia posee cierta cualidad. Ellos son: la trama, los caracteres, la expresión lingüística, el pensamiento, el espectáculo y la música.” (Poet VI 1450a 8-10). Dicha descripción propia del género dramático le es indistinta a la noción de territorio dramático. Lo verdaderamente importante para esta perspectiva es ver como Antígona se enfrenta a Creonte, quien representa a la Polis griega, o ver la obra Hamlet y ahondar la noción de un golpe de Estado, o ver a Chejov con ojos los ojos de nuestro presente. Es decir, territorializar al autor/a para dar cuenta de las problemáticas propias de la región. 

Las características de las obras chejovianas que desarrollé a lo largo de estos años surge de la pregunta en relación con el ¿por qué este autor sigue interpelando el presente? ¿Por qué un teatro tan lejano nos resulta tan cercano?

Algunas de las respuestas que fui encontrando a lo largo de todos estos años refieren a que este autor plantea de manera magistral nociones como la del desamor, la cobardía, la imposibilidad de cambiar, el individualismo extremo. El develar una sociedad en decadencia como también lo es el personaje de Serebriakov el literato de Tío Vania. La puesta en tensión entre un artista incomprendido como Treplev y un arte masticado propio de las sociedades capitalistas, de la mano Trigorin. 

Chéjov se ha caracterizado por mostrar las desilusiones en carne viva. Personajes que hipotecan su presente. Y es ahí cuando este autor me sigue interpelando profundamente en estos tiempos tristes.

En lo que respecta a la obra propiamente dicha, La negación de la negación. Una hermenéutica chejoviana, la misma sugiere una confesión de los montajes de las obras chejovianas cuyos recuerdos están siendo interpretados por una compañía que no representó aquellas obras. Por lo tanto, existirá una tensión entre lo que fue, lo que está siendo y lo que es. Un teatro dentro del propio teatro. Una narración que sabe ser ficción y que se aleja de cualquier intento de verdad. La interpretación como un ejercicio de la historia, que desde Nietzsche hasta nuestros días ha dado cuenta de que ya no hay hecho solo interpretaciones. La perplejidad de nuestros días…

*Dramaturgo y director de La negación de la negación. Una hermenéutica chejoviana. La obra se presenta los martes y sábados a las 20 en Belisario Club de Cultura, Av. Corrientes 1624.