“Sentir respirar al público es esencial y eso te lo da el teatro”
Los actores se reúnen por primera vez en teatro en la obra ¿Quién es quién?, y reflexionan sobre la actualidad de los escenarios y la cultura argentina.
Ambos tienen una gran trayectoria en cine, televisión y teatro, pero nunca antes habían compartido escenario. Desde el 8 de enero se los podrá ver juntos a Luis Brandoni y Soledad Silveyra en la comedia La perruche, aquí traducida, primero como Pajaritos de colores y luego definitivamente como ¿Quién es quién? de la dramaturga y guionista francesa Audrey Schebat, con traducción de Pablo Rey. La dirección es de Héctor Díaz y harán funciones de miércoles a domingo en el Liceo.
Brandoni llega a este estreno luego de hacer desde el 2013 varias temporadas de Parque Lezama de Juan José Campanella y repondrá como director Made in Lanús, en el Multitabarís. Mientras que Soledad Silveyra hizo Dos locas de remate, Pasta de estrellas de Gonzalo Demaría y luego la versión teatral de la película La fuerza del cariño.
—¿Cómo se llevan sobre el escenario?
BRANDONI: Nos llevamos bien en el sentido de que nos respetamos, nos cuidamos, porque hay que cuidarse, prestarse al afecto y al reconocimiento del otro, esto es importante.
SILVEYRA: Sobre todo al cuidado, entre nosotros no hay competencia. Vamos a ver cuando venga el espectador con las risas o no, o los codazos, que es lo que esperamos. Ya que la obra muestra a un matrimonio de treinta años de convivencia. Estoy muy feliz de compartir con Beto (Brandoni).
—¿Cómo es la mirada de un director –Héctor Díaz– que primero es actor?
B: Es una mirada diferente, porque sabe de qué se trata de los dos lados. La participación en el hecho de dirigir y la responsabilidad. Creo que en ese sentido es muy capaz y muy dichoso trabajar con él, porque nos entiende, incluso cuando las cosas no salen del todo bien, él sabe lo que le puede pasar.
S: Ha sido muy cómodo para nosotros ensayar con él. Viene de estudiar con Ricardo Bartís y es uno de los intérpretes favoritos de Javier Daulte. Es culto, inteligente y sabe cómo manejar al actor, por lo que te decía Beto recién es sutil. Jamás en estos meses de ensayos hubo un roce, todo lo que nos propuso fue muy coherente.
—Los personajes protagónicos de ustedes se llaman Ella y El…
S: Sí y me gusta mucho que no tengan ellos nombres, porque pueden ser cualquiera.
B: Los que tienen sí nombres son los que no aparecen en el escenario.
S: Pero se los escuchará y serán voces muy reconocibles para el público, porque trabajaron con nosotros mucho tiempo.
—¿Se nota que está escrita por una mujer? ¿Hay una mirada femenina?
B: No me pasó. No te olvides que estrené en 1986 una obra extraordinaria que fue Made in Lanús de una gran autora Nelly Fernández Tiscornia, que en el 2024 dirigí. No sabría, ni podría a adivinar alguna diferencia entre la pluma de una escritora y de un escritor: No sabría cómo distinguirlo.
S: Sí, sentí que era una mujer la que escribía, más allá de haberla googleado y de haber estudiado todo lo que hizo, incluso busqué videos. Tiene manifestaciones el personaje que interpreto que son absolutamente femeninas. Hay frases inolvidables: “El amor no es un microbio que dura toda la vida”...
B: Reconozco que hay pensamientos absolutamente femeninos, que no son prestados. Con un final muy singular.
—Con toda la experiencia que ustedes tienen: ¿qué les enseñó más, los éxitos o los fracasos?
B: De ambos se aprende. De un fracaso uno saca algunas conclusiones. Estrené una obra que fue El regreso del Tigre con mi producción y la bajé rápidamente a los dos meses y nos dejó una gran enseñanza: “que no hay que apresurarse”. Rottemberg me dijo: “te equivocaste, la recaudación que estabas haciendo hoy la están haciendo todos las salas de Buenos Aires”. El teatro es el único lugar donde el actor sabe qué le pasa al público, por eso lo amamos tanto. No podemos entrar a las casas para ver qué ven en televisión.
S: Soy una gran lectora de Marcelo Bielsa, el director técnico y tiene frases maravillosas sobre el fracaso, imagínate lo que sucede en el fútbol. Cuando digo que tuve un fracaso, mis compañeros me dicen ‘no lo digas’. ¿Por qué no se puede decir que a una no le fue bien? A mí me parece que vengo sufriendo y aprendo muchísimo. Me doy cuenta con quién sí y con quién no, En el fracaso se notan los pingos, en el éxito creo que menos, porque están todos contentos, vamos todos para adelante. En el fracaso se notan los que te acompañan. Aprendí mucho del fracaso y no me lo tomo como una tragedia. Obviamente siempre queremos que nos vaya bien, vivimos de nuestra profesión y no somos ricos. Si no se da el éxito, hay que salir exactamente con la misma dignidad, nunca perderla. El éxito es peligroso. A mucha gente se le sube a la cabeza y aparece un ego enorme, eso me parece muy jorobado.
B: A mí me parece que si a uno lo perjudica un éxito es un error muy grave de esa persona. Tendría que andar bailando por la calle. Pero no equivocarse creyendo que si uno tiene un éxito, le va a durar toda la vida o que todas las cosas que haga tienen que ser un éxito, no es así no es así. Eso es un momento de la vida de un actor y pueden tener otros momentos, en que de pronto se quede sin trabajo, algo frecuente entre los actores. Habría que aprender a tener un éxito, ser dichoso y seguir siendo uno.
—¿Cómo es la reacción del público con ustedes en la calle?
B: En mi caso es muy satisfactoria, camino tranquilo por la calle. Tengo mis simpatías, alguien que me reconoce, me saluda y me dice: “muy bien adelante”. Otros me pueden dar poca importancia. Es bueno caminar por la calle y verse con el público, con un señor que uno no imaginaría que estuvo viendo tu espectáculo. Es una muy linda sorpresa encontrar, incluso alguna vez me dijeron, no me gustó la obra, me dijo el por qué y terminé dándole la razón.
S: Vivo caminando por la calle, ahora mi problema es tener cambio, por lo menos doscientos pesos para darle a quien me pide: La verdad es que recibo un amor, una ternura que digo esta gente está loca, cómo me pueden decir que estoy linda. Tuve mucho dolor, aún lo estoy atravesando. Espero que se acabe pronto, tengo la neuralgia de Arnold, que ataca de golpe. Tuve un accidente y me rompí la apófisis odontoides en el 2017 y ahí quedé limitada. Hay que aprender a superar el dolor porque te quita la alegría, te mata y no tenés ganas de ver a nadie. Te escondés, bajás las luces, no se lo deseo a nadie, es muy muy feo el dolor continuo. Hasta ahora se viene portando bastante bien con todos los tratamientos que hice, cuatro neurólogos, o infiltraciones, acupuntura y osteópatas. He gastado una fortuna y sigo buscando la solución final. El hecho de estar trabajando me focaliza y ayuda.
—¿En estos momentos les preocupa el precio de la entradas?
B: Creo que los productores harán descuentos. Sé que en la temporada de Mar del Plata pusieron precios amigables. De todos modos la actividad teatral en la Argentina es muy importante. Por alguna razón es la tercera capital teatral del mundo porque el público lo apoya, siempre, en todo momento. Había un actor que decía que el teatro es el domingo la gente. Es un acto de buena fe, la gente va al teatro con ganas de que le guste y pone lo mejor de sí mismo para disfrutar y compartirlo. Si te queda chico, te queda chico, si no te gusta, no te gusta, con el teatro no hay devolución.
S: El teatro es el aire. Lo más bello es tenerlos cerca y sentir a la gente. Eso nos ayuda mucho a los actores cuando se ríen o cuando sentimos que se aburren, para ver cómo vamos modificando. Sentirlos respirar es esencial y sólo lo tiene el teatro.
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