Iair Said y Juliana Gattas

“Queríamos hablar del duelo en la clase media”

El actor, director y guionista de Los domingos mueren más personas y una de sus actrices conversan sobre el cine, la cultura, la vida y la muerte.

Unidos. La música es una perfecta cómplice para las formas de la comedia que maneja Said. Foto: Marcelo Dubini

Prefiere definirse como “un hombre de Villa Crespo” que escribe y filma cine, porque quiere actuar en películas y como no lo llamaban se las inventa. Es Iair Said quien estrenó su segunda ficción Los domingos mueren más personas, donde actúa junto a Rita Cortese, Juliana Gattas y la participación especial de la actriz chilena Antonia Zegers.

—¿Cómo nació este nuevo guión? 

IAIR SAID.: Quería hablar del duelo en la clase media, sobre todo qué pasa cuando el que se muere o el difunto no es nadie muy extraordinario, ningún científico importante, como alguien que haya hecho algo por la humanidad, sino sólo una persona muy querida por su familia. Busqué reflejar qué pasa cuando llega este tipo de noticias y qué trámites hay que hacer. Para mí era importante hablar de lo económico en la etapa del duelo. Hay que seguir pagando, mientras que se debe seguir viviendo y tratar de pasarla bien, pero con un sueldo menos siempre en las casas.

—¿Te sentís heredero del cine de Daniel Burman y su mirada sobre la comunidad judía?

I.S.: Fui extra en una película de Burman, cuando tenía ocho años. Me crié con su cine porque es un referente de la temática judía porteña en la Argentina. Me halaga, pero siento que hay otro tipo de humor como el de Martín Rejtman y Ana Katz, también judíos, que retratan los vínculos familiares. 

—Se te conoce como integrante del grupo Miranda!: ¿cuál fue el mayor desafío?

JULIANA GATTAS: Creo que fue encontrar tiempos, el resto estaba todo dado porque a mí me encanta actuar, me gusta el cine y lo admiro a Iair, desde hace mucho tiempo. Es una persona muy graciosa. Me encantó su primera película – Flora, no es un canto a la vida– y también me había mandado un corto que hizo. Todo lo que me mostró y hace me gustaba, así que cuando me propuso le dije sí, sin leer el guión. La propuesta fue muy amorosa, porque me propuso ser su hermana en esta ficción. El resto fueron regalos, como cuando me enteré que iba a estar Rita Cortese. Desde un inicio tuve mucha ilusión y ganas de participar de este mundo que es nuevo para mí. 

—¿En qué te ayudó llegar desde el mundo de la música?

J.G.: Fue correrme un rato de mis veinticinco años de ese mundo, hace más de veinte que integro el grupo Miranda!, aunque antes tuve otra banda. Tenía algún contacto con la cámara por los videoclips. Me di cuenta que me gusta mucho, a comparación de otros músicos que lo sufren. Siempre disfruté y cada vez me fui metiendo más en cuestiones de vestuario y maquillaje, porque me interesa ver cómo montan, ponen las luces y no me aburre nada. Disfruté del rodaje, incluso iba al set aunque no tuviera escenas. 

—¿Por qué las actrices aparecen sin maquillaje?

I.S.: Trabajamos mucho ese detalle con la maquilladora. A mí no me gusta el maquillaje, en general, es muy importante que se vean las texturas, que sean muy reales. Busco no embellecer las pieles, ni perfeccionar nada. No me convence cuando veo películas en el cine donde se intenta corregir lo que comúnmente se conoce como imperfecciones. No estoy de acuerdo, a mí me gusta buscar la realidad.

—“Los domingos mueren más personas” tiene subsidio de Italia y España: ¿cómo los conseguiste?

I.S.: Italia fue el primer país que apareció, casi antes que todo el resto, fue un convenio de coproducción entre Campos Cine y Disparte. España surgió cuando ganamos en el Festival de San Sebastián en la sección de working progress, el año pasado. El premio era que nos daban la postproducción allá y la distribución en España, donde ya se estrenó. Fuimos a los mismos lugares donde trabaja Pedro Almodóvar. También Suiza ayudó y el Incaa, obviamente. Con todos esos fondos pudimos concretarla. 

—¿En qué consistió el apoyo del Incaa?

I.S.: Creo que la gente tiene que entender que cuando te dicen vayan a los privados, ellos aparecen cuando ya el país te garantiza determinada cantidad de presupuesto. Una vez que el Incaa te asegura una parte del financiamiento, ahí llegan los privados. Pasa en todos los países. Cuando te presentás en Italia tenés que tener garantizado el apoyo local o un porcentaje. Se necesita un empujón del Estado, que después se devuelve. Es casi un préstamo que ellos te dan, una vez que empieza el rodaje. Por otro lado, la importancia del Instituto tiene que ver también con la igualdad de derechos para todos y para todas, no sólo para los que tenemos acceso a los privados. En mi caso tengo la suerte de haber trabajado en grandes empresas o plataformas como Disney, que está detrás de esta película, pero no todos tienen la misma suerte. Quizás un pibe o una chica que quieren empezar a dirigir cine y que viven en Catamarca, no tienen acceso a esos. Necesitan del Instituto y de un Estado presentes para poder llevar a cabo sus primeros pasos y luego convertirse en grandes personajes de la industria. El Incaa tiene que estar para ayudarnos a todos por igual.

—¿Cómo es actuar junto con quien además de ser compañero de elenco, escribió el guión y dirige?

J.G.: Ese era un gran misterio para mí, porque lo conocía más en su rol de actor y como amigo mío, pero no lo había visto en acción como director y me impresionó. Me lo imaginaba más tenso, nervioso y me impactó por su tranquilidad y claridad. Después volvió a ser un neurótico en su vida diaria (risas) pero a la hora de dirigir tuvo mucha calma. Se ponían nerviosos todos a su alrededor, menos él, entonces eso me hizo ver no sólo que es un talentoso director, sino el amor que le tenía al proyecto. 

Pensaba en aprovechar el tiempo por la cámara y la luz. Conservó la calma durante todo el rodaje, a pesar de los factores de estrés que surgían. Estuvo en todas las decisiones estéticas y de historia. No se ató mucho a nada y tampoco se obsesionó.

—Actor, guionista, director: ¿cuál fue la escena que más te costó hacer?

I.S.: Me parece que la primera, porque es la primera de la película. Además estoy más expuesto que en otras escenas y es un tono más distinto del que suelo hacer, por eso el desafío fue más grande. Arranqué un lunes una película con el equipo que no conocía, porque obviamente en el día del rodaje aparece gente nueva. Sentí que tenía que demostrar que podía dirigir esta película. También la escena del hospital, porque fue mi primer día con Rita (Cortese) y todo fluyó con mucha armonía. Como dirijo casting entiendo cómo dirigir a actores, sé lo que les voy a pedir y quiero reforzar. 

—¿Creen en Dios?

I.S.: No soy religioso, ni creo en el más allá. Me interesaría más creer en la reencarnación, como en algo que no nos morimos nunca o reaparecer en otros cuerpos. Me da claustrofobia la idea de que se acabe algo para siempre, entonces prefiero pensar que se va a volver.

J.G.: Tampoco profeso en nada, ni en la encarnación, sólo en las energías de los lugares a los que vas. Por lo general creo en lo que veo.

—Con respecto a tu anterior película vuelve el tema de la muerte: ¿te obsesiona?

I.S.: Me preocupa y molesta que no se hable más de este asunto, porque me gustaría que esté más presente en la vida de las personas. La negamos demasiado y cuando aparece es como que nos sorprende a todos. Creo que la muerte es lo más común del mundo. La tenemos que acercar un poquito a nuestra idiosincrasia, a nuestra cultura, a nosotros para no padecerla tanto. La muerte está y disfrutemos de lo que se vivió. 

Si le quitamos los fantasmas, nos va a ayudar un poco a transitarla de una manera más liviana cuando aparezca.