Presente continuo

Una creación colectiva como (auto) cuidado comunitario

En Argentina podemos repensar, discutir y crear nuevos modelos de pensamiento crítico en el arte junto a la ciencia y la tecnología.

Foto: cedoc

Durante 2024 se realizó la segunda cohorte de Presente Continuo, el programa de arte, ciencia y tecnología en el que tuve la suerte de ser seleccionada, junto a otros 24 artistas de todo el país.

Es una formación de dos años, en un contexto en el que la digitalización del mundo y el avance de las nuevas tecnologías están en pleno auge; esta beca fue una gran oportunidad para generar nuevos paradigmas de pensamiento interdisciplinario con artistas, científicos, curadores, tecnólogos e investigadores de las ciencias exactas, sociales y humanidades de Argentina. Algo que, por el momento, no sucede en otros espacios de arte.

Como artista que trabaja desde hace más de diez años investigando sobre los vínculos y las emociones, este espacio significó un aporte a la política de los afectos, desde la cual crear comunidad entre pares de distintas disciplinas. Un modo de (auto)cuidado comunitario. 

También fue una práctica artística desde la que pensar los dispositivos tecnológicos como aliados afectivos para problematizar los conflictos de alienación y aceleración constante en el mundo contemporáneo.

Y sobre todo se trató de un espacio para repensar, discutir y crear nuevos modelos de pensamiento crítico, así como también de creación colectiva a través de nuevos sistemas tecnológicos. Como dice la antropóloga Anna Lowenhaupt Tsing: “Estamos contaminados por nuestros encuentros: estos cambian lo que somos en tanto que damos paso a otros. En la medida en que la contaminación transforma los proyectos de creación de mundos, pueden surgir mundos mutuos, y también nuevas direcciones”. 

¿Cómo fue que se dio esta “contaminación”? Conformamos grupos de trabajo para diseñar y realizar una obra colectiva a lo largo de siete meses. Esto fue todo un desafío, ya que muchos de los artistas no nos conocíamos ni habíamos trabajado juntos, lo cual enriqueció enormemente las búsquedas personales y comunes. Además, venimos de lugares muy diferentes: Misiones, Tucumán, Córdoba, Santa Fe, Neuquén, Río Negro, Santa Cruz, distintos puntos de la provincia de Buenos Aires y CABA. 

Durante el año tuvimos tres encuentros intensivos de formación y producción con referentes de la vanguardia global, con quienes analizamos y discutimos el futuro del arte y la humanidad, en un mundo atravesado por la tecnología y sus diferentes impactos. No es habitual realizar talleres con personalidades tan destacadas, y con quehaceres tan particulares como los artistas Marcela Armas (México) y Oscar Santillán (Ecuador, Países Bajos), y la curadora en arte y ciencia Mónica Bello (España, Suiza). Ellos trabajan permanentemente el vínculo entre arte, ciencia y tecnología.

El encuentro con Marcela Armas, a quien conocía y seguía su trabajo desde hacía más de una década, fue para atesorar. Nos propuso realizar un recorrido por la contaminada cuenca Matanza-Riachuelo. Esta navegación marcó la mayoría de los proyectos finales. Su mirada crítica, sensible y atenta de cada proceso fue fundamental para dar el primer paso.

Con Oscar Santillán realizamos un recorrido por el barrio de La Boca, utilizamos nuevas tecnologías (Chat GPT4, Mid-Journey, etc.) y luego las aplicamos a los trabajos grupales. Y en el último encuentro, hicimos una presentación de nuestros proyectos finales a la curadora Mónica Bello, y conocimos su trabajo en las residencias y exposiciones que realiza como directora del departamento Arts at CERN (Centro Europeo para la Investigación Nuclear).

Para avanzar en nuestra propia obra grupal, comenzamos con la conceptualización y el prototipado. Luego, con el correr de los meses fuimos avanzando con el acompañamiento de quienes coordinan el programa, y un total de 20 millones de pesos en incentivos a la producción de todas las obras. Considero que es un dato relevante también sobre lo que implica el esfuerzo de pensar y llevar a cabo obras de arte, ciencia y tecnología. 

Así fue que llegamos a exponer nuestras obras a finales de noviembre en Planta Inclán (Parque Patricios, CABA), como parte de un circuito con otros espacios culturales del barrio como Hito Cultural, CheLA y Casa Belgrado. 

En mi caso, participé de una obra a la que llamamos La llorona. Un ecosistema zombi de barro, arcilla, plástico, motores y lágrimas que se autoerosiona; un protocyborg que exuda fluidos, mediante un microcontrolador que permite programar sistemas de goteo. De esta manera, la obra lentamente va perdiendo su forma.

La estructura la realizamos con mangueras y alambres para crear un sistema de órganos, venas y arterias por donde el agua barrosa circula y perfora la superficie, creando poros y corroyendo los materiales.

La Llorona surge de la investigación realizada en la cuenca Matanza-Riachuelo, una de las más contaminadas de Argentina, y teniendo en cuenta que existen cuerpos de agua contaminados en diferentes partes del mundo, nos resultó atinado pensar en una figura mitológica como “la llorona” y “las plañideras” (mujeres encargadas de llorar en los entierros), cuyas historias se replican del mismo modo en diferentes culturas hispanoamericanas. 

Nuestros cuerpos son aparatos sensoriales que, al igual que los cuerpos de agua que conforman este planeta, a veces deben estirarse o contraerse. Asimismo, somos también cuerpos de agua, húmedos y goteantes, y a través del agua estamos agarrados al mundo (Neimanis, 2016). ¿Podremos revaluar nuestros vínculos con nuestro entorno partiendo desde estas semejanzas? 

Es una obra creada grupalmente desde lo conceptual, visual y objetual, aunque en una primera instancia cada artista realizó una investigación propia. Paula Gersenvaig se dedicó a la programación e investigación del sistema de goteo. Eva Moro Cafiero y Mercedes Lozano investigaron los materiales orgánicos escultóricos. Indira Montoya ahondó en las leyendas hispanoamericanas. En mi caso (Natalia Forcada), desarrollé el diseño preliminar de la propuesta performática que luego realizamos en la exposición. A partir de estas investigaciones y saberes específicos, avanzamos en el entramado final. 

Lo mismo sucedió con el resto de las obras creadas y expuestas.  

Los otros grupos hicieron Argentoratum, una escultura en madera (180 x 60 x 120 cm), modelada a partir de la fotogrametría de las imágenes tomadas durante la navegación de la cuenca Matanza-Riachuelo, con modelos 3D de la geografía costera, con un universo sonoro compuesto de ruidos digitales entrelazados con elementos grabados en el recorrido. 

Chuelo fue una instalación multipantalla a partir de aparatos celulares recuperados que permiten ver videos generados con inteligencia artificial a partir de imágenes de archivo sobre la historia del río Matanza, otras realizadas en el recorrido del grupo por la cuenca y también imágenes futuras creadas con IA, al igual que los audios.

RCN_5 se trató de una cápsula en la que anida un sistema bioquímico donde las materialidades del Riachuelo continúan sus evoluciones vitales. Cuenta con un sistema de control y censado que chequea los desarrollos en la convivencia del barro, el agua, el fruto del ricino (planta de la ribera del río) y las bacterias. Los datos detectados generan visualizaciones de las mutaciones potenciales del ricino.

BotU es una instalación que combina elementos visuales, escultóricos y performativos, que invita al espectador a sumergirse en el universo de un bot creado con inteligencia artificial de código abierto y entrenado a partir de 101 sueños recopilados por el grupo. La tarea aparentemente inútil de soñar genera una tensión frente a la funcionalidad de los bots en la sociedad actual, donde se espera que todas las máquinas estén orientadas a la productividad. 

El año próximo el trabajo será bien distinto para esta cohorte. Cada participante podrá aplicar a becas en instituciones internacionales que tienen convenio con Presente Continuo, para viajar a desarrollar un proyecto individual.

Este camino en el que confluyen arte, ciencia y tecnología recién comienza para sus 25 participantes.

Presente Continuo está organizado por Fundación Bunge y Born y Fundación Williams, y cuenta además con la colaboración de Fundación Andreani y el Centro Cultural de España en Buenos Aires (Cceba). Y en 2025 se abrirá una nueva convocatoria. Mi deseo es que cada año seamos más quienes trabajemos de forma conjunta en estas disciplinas.

*Artista contemporánea, asesora de artistas y curadora. Licenciada y profesora de Dirección de Cine.