Presupuestos 2025

Financiación universitaria y jubilaciones: “con la tuya”

Profundizar el desfinanciamiento de las universidades y congelar el ingreso de los jubilados es más de lo mismo: que a tus padres los mantengas vos.

. Foto: Cedoc Perfil

En la Argentina, los presupuestos nacionales están hechos para no cumplirse. Se supone que son un contrato entre la sociedad y el Gobierno. La sociedad, que se expresa en el Congreso, avala un determinado nivel de gastos y un destino específico para cada partida. Así, el Gobierno se compromete a gastar lo que dijo que iba a gastar, lo que suele suceder en los países “normales”. Aquí, no. Se calcula mal a propósito, utilizando la inflación como aliada y la dinámica de la ejecución de las partidas como regulador del gasto. Es decir, se vota un esquema lo más vago y general posible, a fin de que todo vaya más o menos al mismo bolsillo y puede ser gastado con discrecionalidad. El Presupuesto que acaba de presentar el gobierno de Milei es, probablemente, el que más abusa de esta mala costumbre argentina.

En efecto, el Presupuesto 2025 es un dibujo grosero, enmarcado en una presentación repetitiva, donde lo único que el Gobierno pretende es cautivar a los mercados con el mantra de la rigidez cadavérica: rigidez cambiaria, rigidez presupuestaria, rigidez discursiva. Suponer que se puede blindar “el equilibrio fiscal sin importar cuál sea el escenario económico” (sic) es un disparate equivalente a la decisión de un conductor enloquecido que está dispuesto a seguir de largo en todas las curvas. Obsesionado con la pretensión de que el sostener el “ancla” fiscal es todo lo que la política económica debe hacer, Milei está empecinado en liquidar los ahorros de la clase media en el altar de la convergencia entre el tipo de cambio real y el oficial, a la fuerza. Sin préstamos sustantivos a la vista, lo único que el Gobierno tiene en mente es reventar el colchón de la clase media y obligarla a desahorrar. O lo que es lo mismo, una operación masiva de expropiación de “la tuya”.

¿A qué llamamos “clase media”? Básicamente a un conjunto de asalariados que, dado el disparate estadístico en que vivimos, se considera si no “rico”, no “pobre”. Ubicando la línea de la pobreza tan abajo, se consigue una pirámide tan achatada que por encima de los dos millones de ingreso para una familia tipo, una cifra muy exigua para quien alquila y tiene un par de hijos en edad escolar, ya se pertenece a la misma cofradía que Elon Musk. Es lógico que, en una sociedad en la cual más de la mitad de la población es estadísticamente pobre, quien araña dos millones de pesos (un docente con buena antigüedad y muchas horas) es un privilegiado. Así, lo que llamamos “clase media”, simplemente porque de alguna manera hay que diferenciar a un 30% de la población argentina que no es pobre, pero tampoco vacaciona dos veces al año en Europa, es en realidad, la porción restante del viejo proletariado argentino aún ligado a empleos de cierta calificación y, por lo tanto, a un ingreso mayor a la media. Esa gente todavía goza de una cierta protección jurídica contra el desempleo y los abusos patronales, un relativo seguro de salud y un cierto nivel de ahorro. En Argentina, ese “cierto nivel de ahorro” se expresa en dólares. Un “canuto” que se va amontonando en épocas de vacas flacas y se conserva, casi siempre, en la casa. Con todo, un porcentaje importante de la “fuga de divisas” no es más que la menguante capacidad de ahorro de la porción también menguante, de la clase obrera argentina que todavía resiste el embate que la viene limando desde tiempos de Alsogaray y su “hay que pasar el invierno”. Obviamente, a ella se suma una mucho más pequeña proporción de verdadera “clase media” compuesta de profesionales liberales muy empobrecidos y propietarios de Pymes tratando de lidiar con la recesión infinita.

¿Qué dice el Presupuesto 2025? Que la recesión continúa. Que, si se encontró un piso, se va a caminar sobre su superficie durante un largo trecho. Con un conjunto de previsiones disparatadamente optimistas (una inflación muy baja, un crecimiento demasiado generoso, unos ingresos fiscales abundantes, Narnia pura…), lo que no dice es de dónde van a salir los dólares para pagar importaciones, sacar el cepo y pagar deudas. No lo dice porque el Gobierno sabe que no sabe de dónde va a sacarlos. El Gobierno espera a que el viejo modelo agroexportador se transforme en agroenergético-minero exportador. Es decir, que al lado de la pampa surjan un nuevo par de gallinas de los huevos de oro: Vaca Muerta y la minería que desesperadamente intenta despertar el RIGI. Pero todo eso tiene que madurar. Si Vaca Muerta ya no es una simple promesa, lo del RIGI llevará varios años antes de que empiece a sudar divisas. La pregunta es, entonces, cómo cubrimos el bache.

La recesión, el aumento de tarifas y servicios públicos, del combustible, de la medicina prepaga, de la educación privada, de todo lo que suele resultar en un subsidio a la “clase media” y, en el fondo, lo que respalda su capacidad de ahorro, es la clave de la respuesta. Todo lo que deja de gastar el Estado y que se expresa como “superávit fiscal” es una gigantesca transferencia de ingresos de quienes están en condiciones de pagar. Para pagar esa nueva carga, deben de dejar de gastar en otras cosas, lo que se manifiesta como recesión: lo que antes era ahorro, vacaciones, cine o bien, ampliaciones, refacciones, etc., o sea, la fuente de la “changa” y la demanda del mercado interno, se desvanece en el altar del “sinceramiento de variables”. Como no alcanza, aparecen dos salidas: tarjetear y sacar créditos, por un lado; romper el canuto, por otro. El 75% del tan mentado festival de créditos en el que estamos hoy tiene esa función y expresa, más que la recuperación de la economía, la desesperación del que toca fondo y no puede emerger. La contención del dólar a un nivel muy bajo tiene tres fuentes: el blend, es decir, una parte de las divisas de la exportación agraria; el acuerdo con narcos y evasores contumaces, el blanqueo; el desahorro. 

El dibujo del Presupuesto hace que cualquier análisis del mismo carezca de importancia. El gobierno Milei hace lo mismo que los anteriores, sobre todo, lo mismo que Massa y el kirchnerismo: asegurarse un manejo discrecional de la bolsa. Lo que está claro es que el ajuste sigue, que dólares no hay y que solo contamos con la tuya. Cualquier cálculo elemental demuestra que el ajuste tiene que profundizarse porque las erogaciones por deudas (interna y externa) son mayores y si el Gobierno no quiere expandir la masa monetaria, si no quiere emitir, para comprar las divisas necesarias necesita superávit. Luego, no hay plata ni la habrá. Cuando te dijeron que ibas a pagar los impuestos con dólares, de te fabula narratur… Encima, de un dólar muy barato, de un canuto devaluado que cada vez paga menos. Cada vez más dólares para pagar los mismos impuestos. Milei suele decir que no puede eliminar el oprobioso régimen de privilegio de los Caputo de Tierra del Fuego, porque son “derechos adquiridos”. Evidentemente, tus ahorros no son un derecho adquirido. Son un derecho perdido. La intención de profundizar el desfinanciamiento de las universidades y congelar el ingreso de los jubilados expresa más de lo mismo: que a tus padres los mantengas vos y que tus hijos empiecen a pagar sus estudios universitarios. O sea, con la tuya. Tal vez por eso los únicos eventos que parecen hacer mella en el Gobierno y su supuesto respaldo popular hayan sido el veto a la miserable actualización jubilatoria y las marchas universitarias. Es la de la casta o la tuya.

* Miembro de Vía Socialista.