Peronismo y patriarcado

El feminismo argentino debe dejar de besar sapos

Un análisis de las contradicciones a lo largo de la historia del movimiento creado por el general Perón y las demandas feministas. La denuncia de Fabiola Yañez tiene un contexto.

Foto: cedoc

La denuncia de Fabiola Yañez contra Alberto Fernández desnudó la hipocresía y oportunismo del kirchnerismo respecto al movimiento feminista. Para amortiguar el impacto, desde Mayra Mendoza y Victoria Tolosa Paz, hasta Cristina Kirchner, salieron a desmarcarse y criticar al exmandatario. Sin embargo, hay en la historia peronista un sustrato en el cual diversas formas de abuso contra las mujeres pueden nutrirse.

Regímenes de gobierno de características más autoritarias, aunque actúen en el marco de democracias formales, fácilmente se transforman en espacios donde las mujeres son sometidas en mayor medida a diversas formas de violencia machista.

Un caso es el de Román Subiza, secretario de Asuntos Políticos en las primeras presidencias de Perón. También ideó la reforma electoral que anuló la Ley Sáenz Peña y redujo los diputados opositores a su mínima expresión. Intervino en el Poder Judicial y tuvo fuertes vínculos con la Policía Federal y los servicios de inteligencia.

En 1947 su esposa se separa de él y, junto a sus hijos, busca la protección de su hermano, Raúl Riobóo, entonces a cargo del territorio nacional de Chubut. Subiza hace uso de las fuerzas de Gendarmería para ir a buscarla, lo que provoca un enfrentamiento con la Policía de Chubut. Este hecho no afectó en nada su ascendente carrera. Al contrario, logró que su cuñado fuera destituido. Unos años más tarde, el 18 de junio de 1955, María Luisa concurre a una audiencia conciliatoria acompañada por su hermano. Aparentemente, tras una discusión, ella mata a Subiza, pero es Riobóo quien asume la culpa ante la Justicia para evitarle a ella una pena mayor agravada por el vínculo.

Los límites de la participación política. El peronismo ha intentado, con bastante éxito en ciertos momentos, ganar el voto femenino. Sin embargo, hay una fuerte ligazón entre peronismo y patriarcado que excede el impacto de casos individuales. El sufragio femenino y, más recientemente, el derecho al aborto han ocultado esta ligazón y el conflicto entre peronismo y feminismo. Ambas leyes, pese a ser producto del Parlamento, fueron presentadas por Perón y por Alberto Fernández como sus logros personales. “Estoy muy feliz de estar poniéndole fin al patriarcado”, dijo Alberto Fernández. Perón escenifica un rol semejante al darle a Eva el texto de la ley de sufragio femenino en un acto en Plaza de Mayo y escuchar luego su agradecimiento público.

La misma forma en que se propagandiza el sufragio femenino busca desarmar el movimiento de mujeres: el voto se presenta como un don otorgado por Perón a las mujeres por intermedio de su esposa. Más tarde, Evita diría que ella triunfó donde otras habían fracasado rotundamente. Aludía a las sufragistas a las que acusa de feas y resentidas. El Partido Peronista Femenino se organizó de arriba hacia abajo: Eva elegía delegadas por provincias que, a su vez, escogían subdelegadas en las ciudades. Ningún liderazgo personal podía construirse: las delegadas no ejercían en su propia provincia y, en las ciudades, las delegadas eran dos para que compitieran entre sí. Las mujeres del partido no podían participar de los actos organizados por otras ramas del partido.

Mientras Eva vivió, hubo una rígida segregación por sexos. El Partido Peronista Femenino inculcaba los valores tradicionales. Si bien es cierto que centenas de mujeres pasaron a la vida política pública, lo hicieron con un programa conservador que postulaba al hogar como el lugar de la mujer. En esta época, por ejemplo, el salario familiar lo cobraba solo el hombre, nunca la mujer, aunque fuera único sostén del hogar. Porque la función del salario familiar era, precisamente, que la esposa del obrero se quedara en casa.

A la muerte de Eva, Perón dirigió por muchos meses el Partido Peronista Femenino. El ejemplo de Eva fue usado para inculcar los valores políticos “femeninos” por excelencia de la mujer peronista: lealtad ciega y sacrificio. La mujer debía seguir, obedecer y sacrificarse sin abrigar nunca ambiciones personales. La propia figura de Eva Perón sufrió en forma póstuma un recorte a la medida de esta ideología patriarcal. Su trabajo sindical, un rol tradicionalmente masculino, sería olvidado en favor de su función en la asistencia social, de corte más tradicional. En función de esta lealtad ciega, en los últimos años del régimen, una tarea central de las militantes peronistas era el espionaje y delación de la oposición. Algo que quedó plasmado incluso en el decálogo de la mujer argentina publicado por el periódico del Partido Peronista Femenino.

El retorno de Perón y la represión al feminismo. En febrero de 1974, Perón firma el decreto número 659 que restringe la difusión y el uso de métodos anticonceptivos. El decreto instituía un sistema de receta triple para la venta de anticonceptivos, prohibía actividades de control de natalidad (o vinculadas indirectamente con ellas) en instituciones estatales o supervisadas por el Estado (lo que incluía hospitales públicos y obras sociales). Esto se justificaba por la amenaza de intereses extranjeros que desalentaban el crecimiento de las familias, “promoviendo el control de la natalidad, desnaturalizando la fundamental función maternal de la mujer y distrayendo en fin a nuestros jóvenes de su natural deber como protagonistas del futuro de la patria”.

La UFA (Unión Feminista Argentina), el MLF (Movimiento de Liberación Femenina) y el FLH (Frente de Liberación Homosexual de la Argentina) iniciaron una campaña contra estas restricciones. Las mujeres de estos movimientos estaban sorprendidas y les costaba orientarse políticamente. Habían apoyado la campaña electoral de Perón y les costaba discutir una medida que se imponía desde arriba y que todo el resto del movimiento acataba ciegamente.

Incluso la izquierda peronista apoyaba a Perón. Montoneros coreaba la consigna “A procrear, a procrear, que lo manda el General”. Participaron muy activamente del hostigamiento a las agrupaciones feministas que salieron a disputar esta política. En una entrevista, Sara Torres, integrante del Grupo de Política Sexual y de UFA, relató cómo un militante de la Juventud Peronista la lastimó al sacarle los volantes que repartía en la Universidad. El periódico Noticias, dirigido por Miguel Bonasso, defendió el decreto. Consideraba necesario controlar la venta de anticonceptivos, eliminar consultorios de planificación familiar y prohibir la entrega de anticonceptivos en forma gratuita. Al argumentar equiparaba el uso de anticonceptivos con la esterilización de mujeres.

Los grupos feministas sufrieron el hostigamiento policial y detenciones en las comisarías. La Triple A también actuó contra los grupos feministas. Con la llegada de amenazas de bomba, la participación en estos grupos decayó. También por culpa de estas amenazas perdieron la posibilidad de alquilar espacios donde funcionaban. Como en otras áreas de la vida política, la represión peronista anticipó la que luego llevó a cabo la dictadura militar.

¿Lealtad o independencia? En épocas en que los derechos de las mujeres son amenazados, el movimiento feminista debe reconstruirse. Para recuperar su vigor necesita confiar en sus propias fuerzas. Lo que conseguimos las mujeres fue por nuestra propia lucha. No debemos lealtad ciega a nadie. Hace tiempo que el feminismo cuestionó los cuentos de hadas. Es hora de someter los relatos peronistas a una crítica semejante y, de una buena vez, dejar de besar sapos.

*Autora de Perónleaks, una re-lectura del peronismo en base a sus documentos secretos.