Vínculo ineludible

Creatividad, inmigración y libertad fuerzas en accion

Esos son elementos que se mezclan cada vez que alguien se atreve a buscar su destino lejos de donde se siente seguro.

Foto: cedoc

Hay un coraje que se gesta en las entrañas de quien se adentra en procesos creativos.

Del mismo modo en que un inmigrante siente el vacío bajo la planta de sus pies cuando ya tomó la decisión de dejar su tierra, los artistas convivimos con la incerteza. Así lo entendió el famoso psicoanalista de la Escuela de Frankfurt, Erich Fromm, en su obra más importante, El miedo a la libertad.

En mis clases, me gusta definir a la creatividad como esos saltos de fe en los que, necesariamente, de aquello que conocemos y nos sirve de base, decidimos movernos hacia lo nuevo. Comparto con mis alumnos del Istituto Marangoni la relación entre creatividad y coraje, ilustrando la idea con algo de mi experiencia familiar.

El bisabuelo de papá, Pietro, se fue de Italia y llegó a Córdoba a finales del siglo XIX. Participó en la construcción de varias estaciones de ferrocarril, aplicando, en las terminaciones, la misma técnica de ladrillo visto anaranjado que le habían enseñado los ingleses en París, la primera ciudad a la que emigró. 

Todavía hoy, cuando visito mi tierra natal, veo la mano de aquel hombre en la estética que mezcla el neoclásico inglés con arcos romanos y un estilo industrial caracterizado por su funcionalidad y solidez estructural.

Pero décadas más tarde también mis padres nos llevaron a vivir en distintas ciudades. Detrás de cada propuesta, de la mano de cada proyecto de trabajo, había una nueva forma de vivir, diferentes culturas, maneras de habitar el mundo. 

Definitivamente, nadie emigra sin coraje.

Y nadie concibe nada nuevo sin dejar a un lado aquello que nos es familiar; digamos, nuestras certezas. 

Así, podemos decir que la creación es un acto migratorio. Pero es tan cierto eso como que emigrar alimenta procesos creativos. 

Porque si algo nutre a quienes elegimos dar saltos de fe en nuestro trabajo, es esa exploración de nuevas identidades, otras músicas, diferentes miradas del mundo. 

Aquí en Miami, bien lejos del turismo, la constante inmigración latinoamericana genera una conciencia que no tuve hasta ahora: crear y emigrar es, asimismo, sembrar. Cada vez que nuestra intertextualidad aparece en escena -carteles en español, vestidos con reminiscencias de nuestras tradiciones, expresiones futboleras- tengo más claro que el cambio que estamos produciendo no tiene vuelta atrás.

La paradoja de estar siempre con un pie en lo que conocemos para poner el otro de nuevo en el vacío quedó expresada en mi última instalación, Heart Of Community, que tuvo lugar en el icónico hotel Faena. 

Increíblemente tuve la idea de recrear e intentar fortalecer lazos comunitarios -identitarios, culturales- en un lugar signado por la mezcla de orígenes y la falta de sentido de pertenencia. En otras palabras, tal como reza una frase conocida de esta ciudad, “en Miami nadie es miamense”.  

Mi propuesta abrió la puerta a que mucha gente se sintiera interpelada por ese collage de colores, trazos, texturas e idiomas. El lugar se llenó de gente ante cada convocatoria en la que invitamos a experimentar la conexión con los demás, por encima de nuestras diferencias.

La creatividad no es cómoda, como emigrar no lo es. Hay una tensión constante con la que aprendemos a convivir. Esta tensión no es el enemigo, sino el motor que genera la energía necesaria para crear. Enfrentar lo desconocido —y resistir la tentación de resolverlo de manera apresurada o fácil— nos permite vivir con preguntas abiertas. En un mundo que premia las respuestas rápidas y la certeza hueca, aprender a habitar el ‘no saber’ se convierte en un acto de rebeldía y, a la vez, en una práctica profundamente creativa.

Después de todo, ese vacío inicial, lo que aparece inhabitado, abismal, es, a su vez, libre. Nos permite tomar toda clase de decisiones, nos pone delante de nuestro destino, o hace que palpemos ese pedazo de futuro en nuestras manos. 

¿Da miedo la libertad? Fromm escribió ese libro extraordinario en 1941, intentando explicar el nazismo. En su análisis, la posibilidad concreta de vivir en libertad había generado, en Alemania, un rechazo alimentado por el temor a lo incierto y la tendencia visceral a aferrarnos a lo que conocemos.

Por eso defender la creatividad es un acto de fe en la Humanidad, un voto de esperanza. Crear es abrazar la libertad, manejar el miedo, animarnos a llenar el vacío de la hoja en blanco, aun cuando se trate de nuestro propio futuro. 

Hoy, invito a quienes leen estas palabras a mirar el vacío con nuevos ojos. En lugar de temerlo, abrácenlo como la dimensión en la que todo es posible, o sea, donde somos verdaderamente libres.

*Diseñadora de moda, artista.