Física forense

Ciencia y Justicia, unidas en la búsqueda de la verdad

Rodolfo Pregliasco es un físico que a lo largo de los años se ha convertido en un perito clave de la Justicia gracias a sus conocimientos científicos, que han tenido un impacto crucial en causas resonantes, como la Masacre de Trelew o las muertes en la represión de diciembre de 2001, entre otras. Defiende el trabajo en equipo, un grupo que nunca abandona su condición de investigadores de ciencia.

Foto: cedoc

Rodolfo “Willy” Pregliasco es un investigador digno de la serie CSI, literalmente.

Una técnica que creó para una investigación en Argentina figura en un episodio de la ficción estadounidense. Doctor en física de la UBA, miembro del Conicet y del Consejo Asesor del Programa Nacional de Ciencia y Justicia, dirige el Centro Atómico Bariloche y desde hace “un par de décadas” se dedica a asesorar a la Justicia en los temas en los que está involucrada la física 35 años después de la Masacre de Trelew, junto a su equipo logró encontrar una pista clave que cambió el rumbo de los juicios. La película Maelström 2001 muestra el trabajo de Pregliasco, que logró reconstruir y esclarecer la protesta social del 20 de diciembre de 2001 mediante una herramienta que permitió ordenar las imágenes producidas aquel día, ubicar a las víctimas espacialmente y usar la información en el juicio.

—¿Qué métodos de investigación se utilizan en tu campo?

—Usamos los métodos de la física y las habilidades de los físicos. Algunas son muy directas: cuando se reconstruyen trayectorias de proyectiles o velocidades de vehículos. Otras no son exactamente propias de la disciplina. Lo que resulta útil en estos casos es la habilidad de los científicos: procesar grandes volúmenes de datos, manejar información contradictoria, graficar los resultados, proponer y validar modelos físicos o estadísticos, contar y comunicar para que se entienda y razone.

En nuestro grupo tenemos dos dinámicas de trabajo. Están las pericias, donde tenemos que responder preguntas concretas en un tiempo limitado, y la dinámica de la investigación, donde buscamos desarrollar las técnicas que hacen falta para realizar mejor las pericias. En el área forense se hace mucho hincapié en el buen uso de las técnicas y protocolos. Hay mucho por hacer para mejorar las herramientas forenses que usamos habitualmente.

—¿Qué es la física forense?

—Son dos palabras que se molestan entre sí. Por un lado, la física, con sus modelos, con su metodología, con sus teorías y sus recursos experimentales, y por el otro lado el foro judicial, con sus jerarquías, sus sistemas argumentales, mecanismos de debate y toma de decisiones. La ciencia y la Justicia tienen un objetivo común que es la búsqueda de la verdad. La diferencia es que tienen métodos diferentes para hacer cada cosa. Cuando logramos intercambiar ideas y objetivos, surgen argumentos interesantes para ambos ambientes. El término “física forense” pretende ilustrar esa chispa. Sigue siendo física, en diálogo con el sistema judicial.

—¿Con qué químicos o aparatología trabajan y para qué sirven?

—Nuestro grupo es bastante atípico: desde un principio decidimos no abandonar nuestro rol de investigadores de ciencia, aun mientras trabajemos en una asesoría pericial. Muy tempranamente decidimos que no íbamos a buscar la compra de equipamiento (con excepción de una cámara de fotos y una computadora) porque demasiadas veces vimos que el mantenimiento de un equipo interfiere con la dinámica de la investigación: cuando se tiene un martillo, todos los problemas son clavos. Trabajamos dentro de un centro de investigaciones con laboratorios que tienen las más diversas técnicas de espectroscopia, microscopios electrónicos de barrido, ensayo de materiales y expertos en muchas disciplinas a los que consultar. La pregunta define la técnica a utilizar.

—¿Cómo nació el Grupo de Física Forense del Centro Atómico Bariloche?

—Nació como un hobby de dos físicos que empezaron a responder preguntas que hacían los jueces locales. Con el tiempo nos fuimos sorprendiendo de la utilidad de lo que estábamos haciendo y fuimos formalizando la actividad. No fue fácil: empezamos antes de que las series con forenses fueran conocidas y nuestros colegas pensaban que lo que hacíamos era una física primitiva con un propósito extraño. Con el tiempo y con el resultado de nuestro trabajo fuimos ganando, una por una, todas las discusiones.

—El trabajo de campo en laboratorio debe ser fascinante, pero ¿en qué hechos se requiere que salgan e investiguen para el sistema deJusticia?

—Comenzamos con casos de accidentología vial. En la Argentina, los principales grupos de peritos a los que recurre la Justicia pertenecen a las fuerzas de seguridad. Y esos peritos quedan inhabilitados para actuar en aquellas causas de violencia institucional, donde lo que está cuestionado es el accionar de esas fuerzas. De manera que nos fuimos convirtiendo, causa tras causa, en expertos en analizar hechos de violencia institucional. Eso nos llevó a saber procesar videos, fotos, sincronizarlas, aprender fotogrametría, estudiar acústica de disparos, dispersión de postas 12/70, que es la que utiliza la Policía en tumultos. Las consultas que recibimos van moldeando nuestra especialidad. En los últimos años, ante hechos complejos, se constituyen grupos de expertos para estudiar un caso particular. Participé de los GIEI (Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes) de Nicaragua y Bolivia, constituidos por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. En esos grupos hay antropólogos, balísticos, médicos legistas, matemáticos, arquitectos y fiscales. Es una gran experiencia porque se aprende mucho: mi trabajo es seguir la causa y las discusiones hasta poder identificar un problema en el que yo pueda hacer una contribución. Siempre es una sorpresa, porque suelen ser cosas bastante evidentes para uno y muy sorprendentes para los de otras disciplinas. Es la maravilla del trabajo interdisciplinario: hay que aprender a escuchar y lo que sucede en equipo es muy enriquecedor.

—En casos de explosiones o disparos en tumulto, ¿cómo es la dinámica de trabajo a la hora de procesar las muestras para reconstruir la situación e identificar sus componentes, procedencia y dinámica del trabajo?

—Hay algunos pasos elementales que siempre hay que dar. Recolectar la evidencia ya presentada en el juzgado, que pueden ser fotos, videos, informes forenses, actas de relevamiento, algunos testimonios que ayuden a estructurar el material. A continuación buscamos tener algún intercambio con las partes para ver cuáles son las preguntas que están en discusión. Recién ahí comienza el trabajo propiamente dicho, y la dinámica consiste en ordenar el material en espacio y tiempo, buscando referencias, y acudir al lugar, si es posible. La dinámica de la investigación está determinada por el material disponible y las preguntas asociadas. Esto suena raro para un científico porque en ciencia se buscan procedimientos generales para todos los problemas. Por el contrario, en una causa judicial, las peculiaridades de cada caso tienen que aprovecharse para resolverlos. Doy algunos ejemplos para que se entienda de qué estoy hablando. En algunos escenarios, la hora en la que ocurren algunos sucesos se puede determinar midiendo las sombras (los errores suelen ser menores que diez minutos). Si el hecho sucede de noche, o está nublado, este recurso no se puede usar. Otro ejemplo es que en Argentina las policías provinciales suelen equiparse de manera muy personalizada y ese es un elemento para identificar a los agentes que intervienen: por el tipo de calzado, si tienen chaleco antibalas, la ubicación de logos e inscripciones, la forma de los cascos. Sin embargo, en los casos en que hay fuerzas de cuerpo, los uniformes son los mismos y es mucho más complicada la identificación.

—¿Cómo es la cadena de custodia en la física forense?

—En las causas en las que solemos trabajar hay mucha evidencia de fotos y videos en formato digital y allí notamos que hay una deficiencia en la forma de trabajo. Las evidencias digitales tienen la ventaja de que pueden ser copiadas de manera idéntica sin alterarlas, para hacer análisis en simultáneo y no destructivos. Para que eso suceda, hay que saber copiarlas y tener la precaución de sacar un valor de “hash” que asegure que el material con el que estamos trabajando es copia fiel del original entregado al juzgado. Es importante prestar atención a este detalle porque la facilidad para alterar la evidencia digital es cada vez mayor.

—Desde tu ámbito pericial, ¿qué parámetros considerás que debe manejar un protocolo de investigación para poder garantizar una mayor objetividad a la hora de procesar escenas criminales?

—La mejor manera de evitar el sesgo en una investigación es teniendo la humildad de aceptar que la objetividad no existe ni es posible. A lo sumo tenemos que intentar una intersubjetividad: generar razonamientos en los que las partes estén de acuerdo y que no tengan supuestos los resultados a los que se llega. Mi mejor antídoto es comenzar la investigación dejando por escrito mis supuestos. Esto exige cierta indagación personal. En el resto del trabajo hay que ir chequeando que la metodología no recurra a esos elementos y que los procedimientos son capaces de ir en contra de lo que pensamos a priori. En este proceso los protocolos son buenos recursos para no olvidar algunos chequeos. El poder para avanzar con la prueba aun contra los propios prejuicios no lo da el protocolo, lo da la profesionalidad y la honestidad intelectual. Es un tema del dominio de lo ético. Se puede hacer muy mala ciencia utilizando buenos protocolos aunque eso no quiere decir que no sean una buena herramienta.

—¿Qué caso te resultó más desafiante para investigar y por qué?

—La investigación sobre la Masacre de Trelew (1972) tuvo muchos aspectos interesantes. Cuando me llama el juez, habían pasado 35 años del hecho, habían derribado la pared de los calabozos y todo ese tiempo el lugar había estado administrado por los militares. La aproximación a la escena del crimen tenía más que ver con la arqueología que con una intervención criminalística. El punto que me interesa subrayar es que el plan de trabajo que habíamos planteado fracasó en los primeros pasos, y eso nos enfrentó a un momento en el que no sabíamos qué hacer. Es un instante de angustia, aunque si se lo toma con calma, también de mucha creatividad y búsqueda. Comenzamos a leer los testimonios en el lugar. En seguida nos dimos cuenta de que las paredes tenían muchas capas de pintura, y que la secuencia de pinturas servía para datar la sucesión de transformaciones y reparaciones que habían sufrido las paredes. Logramos hacer una reconstrucción completa del lugar y encontramos un orificio de bala en una puerta, 35 años después. La trayectoria que determinaba ese orificio desarmó la versión que dio Roberto Bravo en el juicio que se realizó en Miami. Pasamos de no entender nada a aportar una prueba clave en un juicio internacional.

—¿Podés compartir tu enfoque al trabajar en casos forenses? Especialmente en relación con la elección de las causas en las que te involucrás.

 —Nunca salimos a buscar las causas en las que trabajamos. No me parece bueno entrometerse en el accionar de la Justicia. Para todos los trabajos que hicimos fuimos convocados por el tribunal, la fiscalía o las partes. Lo interesante es la pregunta y el equipo de trabajo que uno construye. Me gusta el trabajo creativo y que haya una sincera búsqueda por entender. El resto se ordena detrás, y eso es independiente de la relevancia del caso. Por supuesto que cuando hay algo que a mucha gente le importa, hay una satisfacción adicional en hacer un aporte. No obstante, la verdadera satisfacción está en el equipo con el que uno está jugando. Aunque trabajé en causas muy significativas, lo que me satisface es que hice equipo con la gente que admiro y aprendo: trabajé con Leonardo Saccomanno, un médico forense que es un gran profesional y amigo. Las discusiones con mis alumnos son muy estimulantes. Participo del Programa Nacional de Ciencia y Justicia del Conicet, también trabajé junto al CELS (Centro de Estudios Legales y Sociales) y su fabuloso equipo de abogados. Analicé causas con la gente del Innocence Project de Argentina, participé del juicio por la Masacre de Trelew en Miami de la mano de los abogados de la CJA (Center for Justice and Accountability). Ahora estoy haciendo asesorías para área forense de la Corte Criminal Internacional (ICC) junto a otros profesionales inquietos y vibrantes. Lo que me interesa es con quiénes se recorre el camino y qué vamos construyendo. Es mucho más interesante qué es lo que construimos que las particulares causas judiciales que nos llevan a actuar.

—¿Qué conocimientos y virtudes debe tener alguien para poder dedicarse a esto?

—La pasión por la disciplina no tiene que obliterar la curiosidad por otras cosas. Eso va a permitir trascender el ámbito en el que uno es experto y mejorar la posibilidad del trabajo en equipo. No hay desarrollos en solitario: esta actividad trata de construir argumentos conciliando diferentes disciplinas, que luego van a atravesar discusiones entre abogados y testigos. Es una construcción colectiva para un uso público. Los que se dediquen a estas cuestiones tienen que ser persistentes y meticulosos. Las conclusiones se sostienen porque se logra entender los detalles del caso. Para llegar a los detalles, hay que trabajar mucho y estar dispuesto a replantear las cosas cuando hay algo que no logra encajar. Como peritos tenemos que ser capaces de comunicar nuestros razonamientos a otros peritos con otra formación, a operadores del sistema judicial, al público en general. Al fin y al cabo, los argumentos científicos y judiciales son historias que tienen sus propias reglas de construcción. Merecen ser contadas y utilizadas para resolver los problemas que nos atraviesan.

*Diplomada en Criminología, Criminalística y DD.HH., especializada en técnica de Perfilación Criminal.