La experiencia francesa

Balotaje, entre la neutralidad y el cordón sanitario para defender la democracia

Politólogo francés que analiza desde hace décadas la actualidad argentina, Gérard Guillerm rechaza la opción del voto en blanco en las elecciones de mañana. Y recuerda dos diversas experiencias electorales de su país, en las que fuerzas políticas de signos opuestos se unieron en el balotaje para frenar el acceso al poder de la ultraderecha. Y se pregunta: ¿qué Argentina quiere la mayoría de la población?

Balotaje. Foto: cedoc

Dijo: unos treinta años, con etapas, para que la Argentina recupere su prosperidad perdida, y que alcance una cima. Se concibe como un guía para conducir un pueblo esclavizado por cien años de Estado liberticida. Treinta años para conducir a la Tierra Prometida. El declive, según él, comenzó en 1916. Fecha de la llegada al poder de Hipólito Yrigoyen que habría introducido “el germen socialista”. Un populismo, que considera el del primer Estado ladrón. Las dictaduras que siguieron, legítimas a sus ojos, no cumplieron con lo que podía esperar un buen libertario de un programa económico coherente. Aun Martínez de Hoz, en el período 1976-1981, habría sido un tibio: no implementó las privatizaciones, alegando en la época que “los militares eran muy estatistas”. Milei es así. Avanzar es simplificar. Mauricio Macri ve en él “el único camino que tiene la Argentina”. Lo que los liberales no pudieron hacer, o no quisieron hacer, Milei, él, puede hacerlo. Una parte de la sociedad está en sintonía. Es propensa a dar rienda suelta a una pulsión de transgresión.

Lo desmedido y la exclusión. Javier Milei es un personaje que aparece como nuevo. Es un personaje de lo desmedido y de la exclusión. No convoca a un pueblo entero. Lanza sus imprecaciones como si los que dudan en seguirlo fueran herejes. Se enfurece ante un contradictor que lo incita a aclarar sus afirmaciones. A la dirigente que crucificaba ayer, hoy le confiere el estatuto de mejor aliado. Puebla su imaginario de dinamita y de explosiones. Encerrado dentro de un sistema binario, los que no son de su campo político son “comunistas”, en todo caso criptocomunistas. Lo integrarían los moderados, dado que estos son los aliados inconscientes del “comunismo”. Una visión simplista y anacrónica, que revela una inclinación macartista, lo cual puede sorprender por parte de un espíritu agudo que da, a gritos, lecciones sobre las fechas de Keynes, pero que parece ignorar la fecha de la caída del Muro de Berlín. 

Muchos analistas lo señalaron con razón: el triunfo que obtuvo en las PASO del 13 de agosto parece más tener que ver con su personalidad que con sus ideas. Un proyecto se encarna primero en un hombre. De ahí la importancia de la personalidad, como lo demostró Fred Greenstein en su obra maestra, Personality and Politics, Problems of Evidence, Inference and Conceptualisation. Greenstein subraya que la influencia de la personalidad es tanto más obvia cuanto más el estado del medioambiente admite o llama a la necesidad de un cambio profundo. 

Refiriéndose a las numerosas acciones o reacciones, de orden racional, intelectual o emocional por parte del actor político individual, Greenstein demuestra también que “los elementos estables”, por sí solos, son insuficientes para alcanzar la inteligibilidad de una conducta política. 

En tal esquema de análisis, Milei aparece como un formidable creador de incertidumbre. ¿Sería un insulto para él, o para el voto de los ciudadanos, considerar que el rasgo más destacado de su personalidad es la inestabilidad emocional? ¿O de sostener que su lenguaje, su liturgia libertaria, su sistema de creencias, transmite una cultura de violencia? El personaje que, por la fuerza de las circunstancias, se convirtió en figura política dominadora encarna tres características:

*Primero, Milei refleja, cuarenta años después, la imagen inversa de los valores de 1983. Existe en él una atracción por el gobierno por la fuerza, sintomática de una concepción turbia acerca de la democracia. Casi tanto como su candidata a la vicepresidencia, Victoria Villarruel, pone al mismo nivel el terrorismo de los movimientos Far-Montoneros-ERP y “el total aniquilamiento” de la subversión y de sus causas (Videla, primer mensaje al país). Milei desprecia el aporte fundamental de Alfonsín, o sea el restablecimiento del Estado de derecho con su corolario, el juicio a los miembros de las tres primeras juntas desde 1976. ¿No tendría importancia la historia? Lo que pasó en Argentina durante esta “guerra sucia” es que hubo un poder militar obsesionado por su doctrina de defensa del “Occidente cristiano” contra el comunismo internacional. Alrededor de los guerrilleros constituidos en ejército, el poder militar amplió el objetivo. Eliminó de la matriz nacional a un sinnúmero de figuras conocidas y de ciudadanos comunes de una izquierda a la europea: militantes del peronismo progresista, intelectuales “liberales”, sacerdotes tercermundistas, periodistas y profesores, médicos y abogados que aceptaban asistir a los prisioneros. Desaparecieron no solamente figuras conocidas como Alicia Eguren, compañera de John William Cooke, o el diputado radical Mario Abel Amaya, sino también cientos de estudiantes, a menudo impregnados de la ideología montonera. Jacobo Timerman, quien creó el diario La Opinión, fue sobre esta tragedia un testigo importante. El monstruo mecánico y ciego estaba funcionando. Milei era demasiado joven. Pero la historia se aprende.

*En segundo lugar, representa una figura en perpetua tensión entre su dogma y la toma de conciencia de la realidad. Su dogma, ampliamente descripto, es la visión hayekista que puede ver en la democracia un obstáculo al despliegue del mercado. El dogma induce la primacía del Yo sobre el deber del ciudadano. Lo que lleva este tipo de revolución es la consagración del Individuo, halagado en su egotismo, y significa la negación del espíritu de la Nación. El hombre de la motosierra está listo para despejar el camino. A la hora de gobernar, frente a la estrechez de sus huestes, será complaciente en la búsqueda de los aliados. Ya ha aceptado el pacto del encuentro escondido. Esta tensión lo hace totalmente impredecible. La cuestión hoy es saber, si llega al poder, hasta qué punto se dejará instrumentalizar para obtener recursos parlamentarios. 

*Por último, un estilo de gobernanza autocentrado y encerrado en su “círculo mágico”. Parece haber, en este sentido, una gran diferencia y una similitud con el gobierno de Giorgia Meloni en Italia. La diferencia es que Meloni tenía dos aliados al llegar al poder. La similitud es que ella tiene un estilo de gobierno marcado por el “familismo”, que también se conoce como el “círculo mágico”. Tal característica induce a un encierro. Es el vínculo primordial que Milei establece con su alma gemela. ¿Resistiría un gobierno mileísta, en el futuro, ante la permanencia de este vínculo primordial?

La experiencia francesa. Enfrente está Sergio Massa, que trata de pilotear una economía a la deriva, y de elaborar un nuevo proyecto mediante un futuro gobierno que sería lo más abierto posible. Figuras políticas respetadas optaron por la neutralidad. Optar por la neutralidad, en esta coyuntura histórica, es considerar que los dos candidatos representan dos caras, si osamos decirlo así, de una misma moneda. Dicho de otra manera, la ultraderecha y el centro serían, según la expresión francesa, boina blanca y blanca boina. Cuando se desarrolló la elección presidencial francesa de 2002, una barrera eficaz se constituyó para la segunda vuelta, barrera que se llamó “cordón sanitario” (el origen de la expresión procedía de la política en los Países Bajos). La batalla se libraba entonces entre Jacques Chirac y Jean-Marie Le Pen. Este, por su antisemitismo, había proclamado, ya en 1990, que las cámaras de gas, símbolos de la Shoah, habían sido “un pequeño detalle de la historia de la Segunda Guerra Mundial”. Posteriormente, fue el Frente Republicano el que designó, en Francia, la suma, en el momento de las elecciones, de varios partidos de la derecha y de la izquierda contra el Frente Nacional de Le Pen, renombrado en 2018 Rassemblement National (RN). Las cosas cambiaron con la elección presidencial de 2022. Para la segunda vuelta entre Emmanuel Macron y Marine Le Pen, se esfumó el frente republicano. La participación en este frente era percibida por la derecha como un respaldo político a Macron, no como una barrera puntual para la segunda vuelta. 

En Argentina, no vemos tomar forma un ensayo de frente republicano, porque los moderados creen y argumentan que esto no correspondería a su función de oposición. Se trata de la misma percepción que la que se observó en 2022 en Francia. ¿Cómo, en el combate de ideas, una opción esencial y puntual podría debilitar una futura vocación de oposición? 

Tres actores. Centrémonos sobre tres actores decisivos de la política argentina. Primero, Horacio Rodríguez Larreta y Juan Schiaretti, cuya profunda adhesión a los valores de la democracia es indiscutible. Y cuya postura frente a la segunda vuelta del 19 de noviembre es sorprendente. Larreta supo, en los momentos fuertes de la pandemia, cooperar con el presidente Fernández, en el sentido del interés superior del país. Schiaretti, por su lado, siempre luchó, desde el Cordobazo (tenía 20 años), luego durante su exilio, como figura relevante de la política en la provincia de Córdoba, para hacer triunfar, más allá de las grietas, el espíritu de convivencia que exige la República. No puede confundir a Massa con el kirchnerismo. ¿Cómo, a menos que quiera seguir una trayectoria comparable a la de Patricia Bullrich, puede así sostener la confusión detrás de la máscara de la neutralidad? 

Por fin, hay un partido, la UCR. ¿Cómo, considerando sus orígenes y su vocación, puede permanecer neutral y sostener que los dos candidatos al sillón de Rivadavia son igualmente malos? Si el Moisés extraviado fuera elegido, ¿no afrontaría la UCR una grave responsabilidad histórica?

¿Qué Argentina quiere la mayoría de la sociedad? ¿Elegirá la Nación una identidad cívica? ¿Hacia qué proyecto de civilización? En esta batalla, la Argentina juega su destino. Ferviente defensor del liberalismo político, Raymond Aron decía: “Creo en la victoria final de las democracias, pero con una sola condición: que estas la quieran”.

*Analista político, doctor en Ciencia Política, Iheal (Institut des Hautes Études de l’Amérique Latine, Université Sorbonne Nouvelle Paris III.