El optimismo de los mercados y el pesimismo de la inteligencia
Antonio Gramsci (1891-1937) fue un intelectual de origen marxista y fundador del Partido Comunista Italiano y acuñó la conocida frase “pesimismo de la inteligencia, optimismo de la voluntad”. Si bien esta idea nos invita a aceptar un razonamiento crítico y audaz sin encontrarnos derrotados culturalmente, muchas veces se confunde la inteligencia y la voluntad. Hoy, el optimismo de los mercados en el plan económico de Milei choca con una interpretación inteligente de la economía y del país, aunque algunos empiezan a darse cuenta.
A principio de febrero, el Gobierno salió de gira por los paneles televisivos con un único libreto: afirmar que no va a haber devaluación, que están los fondos del FMI y que, al mismo tiempo, en enero del 2026 se saldría del cepo cambiario. Pero la estrategia trastabilló con la estafa del criptoactivo Libra que involucró directamente a Milei y por la cual está denunciado en juzgados nacionales y extranjeros por más de US$ 250 millones. Fingiendo demencia, Milei insiste en el éxito de su programa macroeconómico y sigue prometiendo el apoyo del FMI.
Sin embargo, en solo dos meses del 2025 el riesgo país pasó de 510 puntos en enero tras el pago de deuda a acreedores privados, a más de 780 puntos. Al mismo tiempo, el BCRA vuelve a tener caída en las reservas internacionales y la balanza comercial en enero otorgó el superávit más bajo desde enero 2024. Así, sumado a las salidas de dólares por turismo, se acelera la ansiedad del Gobierno por los US$ 8 millones frescos que le daría el FMI.
En este escenario, el Gobierno continúa trabajando sobre las expectativas de los mercados y sobre la intervención del dólar financiero. Y consigue así sostener el optimismo del mercado, ya que no se amplió la brecha cambiaria que continúa en 15% y mantuvo el roleo de deuda pública en pesos, eso sí, subiendo un poco la tasa.
Y aunque el optimismo puede acabarse de un día a otro, parece que el mercado quiere creerle a Milei: el relevamiento de expectativas del mercado muestra que los principales formadores de prospecciones económicas consideran que la inflación del 2025 será de 23% interanual, es decir niveles del 2012, con una tasa de interés mayorista que se acomodaría a fin de año al 24% interanual. Podría lograr así una tasa de interés positiva, un acomodamiento de la inflación y un tipo de cambio que continúe este crawling peg llegando a $ 1.200 pesos cada dólar en diciembre 2025. A su vez, las proyecciones implícitas en los precios de los activos financieros no reflejan un fuerte salto cambiario. A esto lo llamo optimismo, sumado a que espera que el PBI crecerá un 4,6% en todo el año y la salida del cepo. Pero, ¿es el optimismo de la inteligencia o de la voluntad?
Por el lado de la voluntad, el dólar barato para anclar la inflación es un gran atajo para crear una sensación de estabilización macroeconómica y está claro que, si te sobran pesos, es muy atractivo, pero mientras tanto te encarecen la vida cotidiana.
Recordemos que gran parte del optimismo de los mercados se sostiene por una contradicción respecto a lo que pregona el liberalismo: el cepo cambiario. La decisión de establecer un esquema de crawling peg con tasas de interés superiores permite altas ganancias en dólares para quienes tienen pesos sobrantes, el conocido como carry trade o bicicleta financiera. Los fuertes controles de capitales le permiten al Gobierno mantener atrasado el tipo de cambio a pesar de los pobres resultados que puede mostrar el Banco Central en cuanto a la recomposición de sus reservas internacionales. A su vez, el cepo cambiario encontró un gran aliado en el blanqueo de capitales y consiguió una sobrevida. Pero todo concluye con una oferta de dólares que escasea, el Gobierno se vio obligado a bajar las retenciones para buscar adelantar la liquidación financiera de las exportaciones.
Ahora bien, ¿es sostenible esto? El escenario es al menos confuso: claramente un fundamental macroeconómico para poder levantar el control de capitales es el fortalecimiento de las reservas internacionales en manos del Banco Central, pero si se está pidiendo un acuerdo con fondos frescos es porque las reservas siguen siendo negativas (algo ya sabido), entonces, ¿cómo puede ser que al mismo tiempo hable de levantamiento del cepo? Al mismo tiempo, el único argumento que subraya Milei para justificar la apreciación cambiaria es el brutal achicamiento del Estado. Otra vez la clásica idea de que es el déficit fiscal el único problema de la Argentina, como si eso en sí mismo estabilizara la macroeconomía, algo que sabemos que no es cierto.
A su vez, la coyuntura global va en contra de las necesidades del Gobierno. El aliado de Milei, Donald Trump es también y hasta el momento una piedra en el zapato. El dólar se fortalece mientras el resto de las monedas se deprecian y el riesgo país de los emergentes sube. Las acciones y los bonos argentinos caen.
El programa económico requiere ajustes urgentes para transitar hacia la valorización del trabajo y la producción por encima de la especulación. Un escenario de mayor endeudamiento externo y flexibilidad para fugar y blanquear capitales consolida dos elementos: una distribución desigual del ingreso y la progresiva dolarización de la economía. Estos dos factores nos alejan cada vez más del sueño de una Argentina productiva y desarrollada. El pesimismo de la inteligencia nos demuestra que este no es un camino deseable para la Argentina, requerimos ahora del optimismo de la voluntad para construir la alternativa.
*Economista, docente universitaria y directora del Banco Ciudad.
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