El aporte de las personas migrantes: representan el 4,7% de la fuerza laboral mundial
Las estadísticas sobre el rol que las personas migrantes ocupan en las economías de destino coinciden en todo el mundo: mientras los aportes en materia laboral, económica y de recaudación son significativos, el acceso a derechos como un empleo formal o a la seguridad social están restringidos. En Argentina, en su mayoría, son trabajadores autónomos o se dedican a tareas de cuidado y limpieza, aunque en este último caso se trata de mujeres principalmente.
Las personas migrantes representan el 4,7% de la fuerza de trabajo mundial, y cerca del 80% de ellas están en edad laboral. Los datos, que se desprenden de un informe de la Organización Internacional del Trabajo, retratan oportunamente la importancia de la población migrante como motor de la economía.
El hecho de que la mayor parte de las personas que abandonaron sus lugares de origen tengan un promedio de edad de entre 15 y 64 años no es menor cuando se considera también que la preocupación por el enveje-cimiento de la población en los países más desarrollados está impulsando reformas jubilatorias en pos de la sostenibilidad del sistema. En este sentido, la migración no es un desafío, sino más bien una oportunidad.
“Por grupos de edad, la composición de la reserva total de migrantes internacionales en la fuerza de trabajo es la siguiente: jóvenes, el 9,3%; adultos de edad intermedia, el 74,9%; personas de entre 55 y 64 años, el 12,5%, y personas de 65 años o mayores, el 3,4 %”, destaca el informe.
El correlato de la migración sobre la fuerza laboral se comprueba en números. Según un estudio de la Cepal, gracias a la migración proveniente de países como Perú, Bolivia, Colombia, Venezuela y Haití, el PIB de Chile se incrementó en 63,3 mil mi-llones de dólares entre 2009 y 2017.
La población migrante, además, es contribuyente: con parte de esos impuestos se financian servicios públicos como la educación y la salud. En República Dominicana, señala la Organización Internacional para las Migraciones, la población venezolana aporta aproximadamente el 0,35% de la recaudación fiscal nacional.
El rol como emprendedores, que es común entre la población migrante ante la dificultad de acceder a un empleo formal, tiene una doble función: fortalece la economía local y crea puestos de trabajo para los nacionales del Estado de recepción.
Por otro lado, la tasa de desocupación de los migrantes internacionales es mayor que la de los no migrantes: en 2022 fue del 7,2% para los migrantes internacionales, mientras que para los no migrantes este porcentaje fue del 5,2%. “Entre los posibles factores cabe citar los impedimentos ligados al idioma, la falta de reconocimiento de cualificaciones adquiridas en el extranjero y la discriminación”, explica el informe de la OIT.
La interseccionalidad también se refleja en las estadísticas: la tasa de desocupación de las mujeres migrantes (del 8,7%) superó a la de los varones migrantes (el 6,2%), destaca el documento.
Las comunidades migrantes también enfrentan obstáculos para el acceso a la protección social: mientras para los nacionales de un país la cobertura en promedio es del 64%, alcanza al 37% de las personas migrantes. Esto se explica por “marcos legales restrictivos, falta de coordinación entre los países de origen y destino, y su vinculación a sectores económicos que se caracterizan por una cobertura de seguridad relativamente baja”. La situación, detalla-ron, empeora en condiciones de irregularidad migratoria.
Las estadísticas son generales, pero representan la realidad de la mayoría de los 169 millones de migrantes internacionales que forman parte de la fuerza de empleo. En Argentina, según la Encuesta Nacional Migrante (2023), “más de la mitad de las personas encuestadas se encuentra trabajando, ya sea por cuenta propia (27%) o con una remuneración fija en relación de dependencia (26,9%)”.
Respecto a la distribución las ocupaciones, la encuesta revela que “la mayor proporción (38%) se halla inserta en los circuitos de trabajo autónomo; un 31,2% en trabajos relacionados a la economía de los cuidados y de limpieza de hogares; un 17,5% se inserta en trabajos asalariados, seguido por un 8,7% en ocupaciones de la economía del conocimiento y la información, y por último un 4,6% en circuitos de producción y comercia-lización de alimentos”.
En el caso de las mujeres, como ocurre en otros países, la ocupación más común, independientemente del grado de calificación que tengan, es la de las tareas de cuidado. La encuesta reveló que mientras el 55,3% de las mujeres destaca realizar trabajo femenino en tareas domésticas y de cuidado, este porcentaje se reduce al 5% en el caso de los hombres. “Un dato a resaltar es la mención de ser ‘ama de casa’ como ocupación principal de las mujeres, lo que permite inferir la eficacia de las políticas públicas de visibilización y reconocimiento del trabajo no remunerado como parte de los circuitos de empleo”. Por otro lado, concluyeron, “los varones están insertos en su mayoría en trabajos por cuenta propia en un 57,5%, en los que las mujeres representan solo el 20,3%”.
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