UNA PROBLEMÁTICA QUE CRECE

Datos que tienen nombre: las historias que duelen detrás del elevado índice de pobreza

Según el Observatorio de la Deuda Social de la UCA, durante el primer semestre del año la cantidad de personas debajo de la línea de pobreza alcanzó al 52%, el nivel más alto en dos décadas. Las filas en los comedores son cada vez más largas, y las personas en riesgo de estar en situación de calle aumentan todos los días, señalan especialistas. La pobreza genera enorme impacto sobre la salud, sobre todo a largo plazo, advierten organismos.

SITUACIÓN DE CALLE. Las organizaciones se ven desbordadas por el incremento de la indigencia. Foto: NA

“La pobreza en Argentina se puede observar por todas partes: en las calles, en los hogares, en los supermercados, en las fábricas, en las tiendas, en los hospitales, en las escuelas”, afirma un comunicado del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (Celag), que considera que, si se tiene en cuenta la baja representatividad del ingreso promedio, la pobreza alcanza al 73,3% de la población.

Según estimaciones del Observatorio de la Deuda Social de la UCA, esta cifra fue del 52% para el primer semestre del año: se trata del nivel más alto desde 2004. 

Detrás de estos porcentajes hay historias que se multiplican. “En este último año vimos que aumentó mucho la cantidad de gente en la calle”, explicó a PERFIL Cecilia Martín, socia fundadora de “Acción PSC”. Desde 2017 a 2019 los miembros de la organización fueron testigos de un crecimiento exponencial de personas en esta condición: en el primer censo contabilizaron 4500, y, en el segundo, 7200. 

 “Para nosotros lo más importante es la visibilización de la persona. Llegar al lugar y saber que Juan tiene un perrito, que tiene tal historia, poder preguntarle si pudo resolver su trámite de DNI, si pudo conseguir tal medicamento”, comentó. 

"Solo recibimos alimentos de la Provincia porque Capital Humano nos excluye"

Conocer esta realidad de cerca les permitió entender que lo material es la parte más visible, pero no la única: la pobreza también coarta la libertad de elegir. “Si una persona tiene la posibilidad de salir de la calle e ir a un hotel, nosotros continuamos ese vínculo. Le damos un pequeño bolsón de alimentos para que se cocine. Las personas que están en la calle o van a un comedor nunca eligen qué comer, nunca podés decidir qué día querés comer los fideos y qué día comerás las lentejas, aunque posiblemente vas a comer lo mismo. Parece algo superficial, pero si la persona puede tomar por lo menos esa decisión, eso la humaniza”.

A los comedores de la ONG “Sal de la Tierra” van cada vez más personas que no tienen otra opción. “Nosotros empezamos hace 20 años en el barrio de Fiorito, donde muchos son cartoneros. Con el tiempo se fueron sumando jubilados y gente con trabajo que tampoco llega a cubrir sus necesidades”, explicó a PERFIL Leonardo Álvarez, que conoce de cerca la situación porque también le tocó vivirla. Las filas son cada vez más largas, pero los recursos para afrontar la demanda más escasos. “Desde diciembre solamente recibimos alimentos de la provincia de Buenos Aires, porque Capital Humano, más allá de que nos conoce, de que sabe que jamás nos movilizamos, jamás molestamos a nadie, nos incluyó en la lista de organizaciones que están privadas de recibir alimentos”, agregó.

A esas dificultades se le suma el hecho de que el bolsón de cartón, por el aumento de la oferta, pasó de los $10.000 a los $2.000. “Los chicos salen de noche a cartonear con los padres, y después obviamente no van a la escuela. Como el precio del cartón bajó tanto tienen que trabajar más para ganar mucho menos”. Con el aumento de los índices de pobreza, agregó, también observan una mayor incidencia de enfermedades como la tuberculosis. 

La pobreza tiene un gran impacto sobre la salud, sobre todo a largo plazo. “Argentina tiene índices altísimos de obesidad en la adolescencia. Esto tiene una incidencia enorme sobre la probabilidad de tener una enfermedad coronaria, cardiovascular, hipertensión o diabetes. También en algunas patologías oncológicas como el cáncer de colon, el cáncer de mama y algunos otros cánceres. Con el aumento de la pobreza, paradójicamente, se incrementa la obesidad, porque se tiende a disminuir la ingesta de proteínas y vegetales”, sostuvo a este medio la doctora Alejandra Sánchez Cabezas, presidenta de la Asociación Argentina de Salud Pública (AASAP)

La Fundación Sí, que hoy cuenta con 3000 voluntarios en todo el país, trabaja desde 2012 en varios proyectos. Empezaron con recorridas nocturnas para acompañar a personas en situación de calle, a las que les llevan infusiones, abrigo y comida. En su caso no observaron un aumento considerable en el número, pero sí un cambio en las características de esa población. “Al empezar este proyecto las personas que estaban en situación de calle eran normalmente mayores de 40, 50 años, hombres, algunos jubilados. En los últimos años nos encontramos con chicos mucho más jóvenes, que tienen un consumo problemático desde muy temprana edad”, comentó María Jesús Espil, voluntaria de la ONG. A ese primer proyecto le sumaron otros como “Sí pueden”, que consiste en visitas a comedores y merenderos “en los que trabajamos con niñas y niños en el desarrollo de la inteligencia emocional”, y residencias universitarias gratuitas para jóvenes egresados de escuelas rurales o alejadas de la oferta educativa. Todas las historias tienen un nombre, pero recuerdan especialmente la primera: la de Néstor, que logró recibirse de ingeniero.

Las organizaciones, que se definen como apartidarias, coinciden en señalar que detrás de cada nombre hay un abandono. “A estas personas lo que les pasó es que el Estado, ya sea nacional, provincial o municipal, no estuvo en algún momento de sus vidas para ayudarlas. Sea en la salud, en la educación, con un subsidio habitacional o con un trabajo digno”, sintetizó Martín. 

El precio del cartón bajó tanto que tienen que trabajar más para ganar menos

La Asociación Amigos en el Camino también da cuenta de esta situación. Según explicó Mónica De Russis, directora ejecutiva de la organización, desde que empezaron con esa tarea en 2011 se ven cada vez más desbordados por el aumento de la demanda. Lo que comenzó como un pequeño grupo de voluntarios que acompañaban con un plato de comida o una infusión a personas en situación de calle hoy es una asociación que asiste a personas con diferentes necesidades y desde distintos ángulos, como el legal. 

“Hablamos no solamente de personas en situación de calle, sino en riesgo de estarlo. Y este riesgo aumentó, aumenta todos los días”, comentó a PERFIL. 

Incluso son cada vez más aquellos que salieron de la situación de calle “a través de un subsidio habitacional o de alguna changa, pero que están en el sistema de comedores porque no les alcanza para comer”, agregó. “Hubo años donde quizás estas personas no se acercaban, y ahora sí nos sucede. Vemos un incremento que nos provoca muchísima tristeza. Jubilados que se acercan, que no tienen para comer. Tratamos de dar bolsas de mercadería, pero la verdad es que no damos abasto”, explicó.

Además de ayuda material para una demanda creciente, las organizaciones necesitan voluntarios que puedan cocinar desde sus casas o que brinden acompañamiento. 

 “Lo que más valoran nuestros amigos, más allá de lo material, es ese ratito que les prestás atención, que dialogás, que escuchás, que transmitís una palabra de aliento. Todas las semanas es la espera para poder compartir eso: el encuentro con el otro, la mirada, el mirar a los ojos con empatía, darle valor a ese otro que puedo ser yo”.